23/08/2022
COMUNICACIÓN COMUNITARIA, MÁS ALLÁ DE LA COYUNTURA. COMUNICACIÓN PARA LAS LUCHAS QUE SE VIENEN
Por Marco Maya
Ciertamente, vivimos días convulsos. Las cíclicas crisis a las que nos tiene acostumbrado el capitalismo, hoy son más frecuentes y profundas. Se va configurando un Nuevo Orden Mundial y el planeta cruje. Los tambores de guerra suenan fuertes y la crisis deja ver expresiones más allá de lo militar y del campo de guerra; más allá de las fronteras de Euroasia. Aquel resquebrajamiento ya está repercutiendo y repercutirá en todos los aspectos del quehacer humano. Estamos en presencia de una crisis abierta a nivel mundial que hará más incierta la vida de millones de seres humanos.
El viejo adagio popular dice sobre la guerra, que su primera víctima es la verdad. En el caso de las crisis, el ya restringido acceso a la información relevante, se ve agravada descaradamente, encontrándonos con mayores niveles de información travestida, claramente manoseada o aséptica “Información basura”, huera, que no pincha ni corta o lisa y llanamente desinformación dura y pura.
En el contexto de la guerra en Euroasia, hemos sido testigo incluso, de cómo se ha llegado a censurar medios y plataformas del adversario (Un claro ejemplo es lo que sucede con RT en occidente).
Pero no es de la propiedad ni del quehacer de los medios de comunicación comerciales ni las grandes cadenas de medios, lo que nos ocupa; si de la calidad y pertinencia de la información que los medios comunitarios y comunicadores populares, estamos entregando y podemos entregar hoy por hoy.
La crisis planetaria, profunda y generalizada ya golpeó las puertas de millones de hogares en nuestro continente, en nuestros pueblos, en nuestro país, en nuestras comunidades… y las va a seguir golpeando. Y es en ese marco, que el desafío de los medios populares y de los comunicadores sociales, por aportar –como se dice y espera- a la transformación social, se vuelven aún mayores y complejos.
¿Por qué decimos esto?
Siempre los académicos, los teóricos de la comunicación, han definido a los medios comunitarios como "herramientas de transformación social y de ejercicio del derecho a la comunicación". Y puede que nos quedemos satisfechos y achanchados con esa definición y caigamos en el error de creer que por el sólo hecho de definirnos “comunitarios”, “alternativos”, “populares”, estamos haciendo la pega, la de aportar a las transformaciones sociales necesarias. Sin embargo, hoy en la actual fase del capitalismo, de Estados nacionales extremadamente débiles e inexistentes, y cuyo rol en última síntesis, es ser garante de las relaciones capital-trabajo; esa aseveración de los académicos e intelectuales sobre los medios comunitarios, lejos de ser correcta, queda corta frente a los desafíos que la misma crisis del capitalismo nos plantea.
Para los que venimos de la experiencia de lucha antidictatorial, desde los medios comunitarios, tenemos muy presente, la estrategia del primer gobierno de la Concertación para silenciar y controlar los medios opositores a la Dictadura, como Apsi, Cauce, Fortín Mapocho, Análisis y otros, los que desaparecieron a corto andar de recuperada la “Democracia”, porque a petición directa del gobierno de Aylwin, la socialdemocracia europea corta el financiamiento a esos medios. Mientras los medios radiales como Cooperativa (de propiedad de la DC) y Chilena (De propiedad de la Iglesia Católica), moderaron ostensiblemente sus editoriales.
Mientras tanto, comenzaba a desarrollarse desde las dependencias de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), de los gobiernos “democráticos”, una política que podemos definir claramente como “del garrote y la zanahoria” dirigida a los proyectos de comunicación comunitaria.
Por una parte, se diseñó una estrategia de cerco, persecución y desgaste, que se expresaba en la confiscación de sus equipos de transmisión y la judialización de los compañeros responsables del proyecto, lo que dificultaba la vinculación con las comunidades. Y por otra, se implementaron Fondos Concursables para acceder a licitaciones para una transmisión risiblemente acotada y de cobertura muy reducida (un par de cuadras a la redonda).
Así se desarticulaba a algunos y se enrielaba a otros, a través de una relación clientelar o de dependencia, que se caracterizaba por el abordaje de temáticas de acuerdo de las exigencias y limitaciones del Fondo Concursable.
Así no es difícil comprender la proliferación de proyectos radiales en manos de Iglesias cristianas y de “emprendimientos” particulares, disociados de las luchas sociales y lejos del quehacer transformador.
Hoy esa realidad no es muy distinta. El éxito de la estrategia del Garrote y la Zanahoria implementada una vez recuperada La democracia, a fin de evitar olitas a los nuevos gobiernos “democráticos”, para lo cual se cercó y persiguió a los medios más radicales, mientras se enrielaba para moderar a los restantes; permite a los posteriores gobiernos, no preocuparse de mantener a raya eventuales Proyectos de Comunicación Comunitarios, Alternativos o Populares.
Hoy por ejemplo, el actual Gobierno tal como lo ha hecho discursivamente con distintas problemáticas sociales (Feminismo, Vivienda, Medio ambiente, Pueblos originarios), despliega una política de cooptación y clientelismo a iniciativas de Radios y TV Comunitaria, que contempla no solamente el eventual ensanchamiento del espectro radiofónico para los proyectos de comunicación comunitaria, sino también insuflar fondos de financiamiento para su “adecuado” funcionamiento.
COMUNICACIÓN PARA LAS LUCHAS QUE VIENEN
En este momento de la historia –lo sabemos- es de vital importancia que quienes están en la parte baja de la escala social empiecen a organizarse de forma autónoma del Estado, especialmente de Estados lacayos como el chileno, que no corta ni pincha, sino se reduce a cumplir el rol de garante de las relaciones Capital-Trabajo. Por tanto, de no hacerlo, los pueblos, las comunidades no podrán ganar en conocimiento y experiencia propia sobre este nuevo escenario. Dicho de otro modo, cuando la organización, piensa y decide desde criterios exteriores a las luchas concretas, cuando se disocia de ésta, y sucumbe a coyunturas efectistas y de corto plazo, como la que se avizora el 4 de septiembre, aquella maniobra se vuelve contra lo organizado. ¿Y qué se consigue, en nombre de una supuesta eficacia y realismo; de una supuesta correcta maniobra táctica en pos de dar un paso hacia una eventual democratización de la sociedad?
Lo dice la historia grande: La neutralización de las luchas concretas con la consabida consecuencia de postergar los genuinos anhelos de los organizados, o peor aún, la imposición por parte del enemigo, de una dolorosa derrota estratégica.
Por eso los medios y comunicadores sociales tenemos un tremendo desafío. No se trata solamente de desatar capacidades y apuntar a mayores recursos (Humanos, técnicos, de financiamiento). No bastará con profesionalizar nuestro desempeño o desplegar competencias en cada una de las distintas plataformas del ciber espacio, a saber, Facebook, instagram, twiter. Se trata de dar un salto cualitativo y superar la agenda impuesta desde los Poderosos, a través de sus variados tentáculos (Estado, Medios de Comunicación, Casta Política). Hoy no basta con correr el cerco informativo si la información que estamos difundiendo no sirve para organizar, para despertar consciencia en fina sintonía con los intereses de los pueblos, de las comunidades y organizaciones en lucha.
Tampoco se trata como plantean algunos, aportar a la democratización de la sociedad, como objetivo táctico. Titular desprovisto de sentido transformador, porque se plantea en el aire, sin la menor correspondencia en el análisis concreto de la realidad concreta. Para evitar caer en ese sin sentido o ambiguedad, los medios y comunicadores con vocación transformadora, tenemos una responsabilidad y un camino a seguir: Ser parte y acompañar los procesos de lucha real, desde el ámbito de la comunicación junto a aquel actor que ha permanecido ausente cada vez que se trata de definir la sociedad que necesitamos, la sociedad que soñamos: EL Pueblo.
Se trata de ser parte y acompañar resueltamente, los procesos de lucha real para no caer en alentar simulacros de participación, que sólo legitiman el remozamiento del modelo.
Se trata de aportar a la organización y participación de los actores que han permanecido ausentes de la mesa de Platón, pero esta vez en un quehacer real, es decir, desde la realidad concreta y con aquellos actores en lucha. Salir de nuestro lugar de confort, del Fondo, de la licitación y aportar desde las luchas concretas, y desde ese acompañamiento, producir contenido transformador, y eso compañeros, sólo se puede realizar desde las luchas reales.
Allí en la lucha de los allegados y deudores habitacionales, escudriñar las reales causas y construir contenido desde el quehacer que significa la lucha directa contra la bancarización de la deuda; allí junto a las comunidades en sacrificio, descubrir en la lucha a los actores y las lógicas de explotación irracional de suelos y contaminación del entorno; allí junto a los trabajadores y trabajadoras construir política de clase y combativa que permita avanzar en desentrañar los oscuros recovecos del código Laboral; allí en la Pobla, y frente al narco y la delincuencia, aportar en la construcción de políticas de autocontrol del territorio; frente al hambre impulsar redes de abastecimiento y distribución de alimentos en los más necesitados; allí en las comunidades de pueblos originarios, empaparse de sus lógicas, sueños y anhelos para potenciar la comprensión de su lucha. En definitiva, de lo que se trata es asumir, en tanto comunicadores y medios transformadores, una militancia social articulada junto a aquellas y aquellos que luchan. Sólo así se podrá estar en presencia de una comunicación para la transformación.