13/02/2024
La involuntaria comedia política de Jorge Portilla
En un giro tragicómico del destino, pareciera que Jorge Portilla Mánica fue víctima de una broma de mal gusto o de un ilusionista político que hace ya más de 10 años le vendió la fantasía de ser líder. ¡Qué ilusión más grande! Porque, vamos, el liderazgo no se improvisa; o se tiene el sello desde la cuna o se queda uno en el intento de ser una mera sombra de los verdaderos estandartes, como el inolvidable Marciano Dzul Caamal de Tulum, que sí sabía lo que era arraigo y compromiso.
Y ahí tenemos a Portilla, el tabasqueño de repente se cree más tulumnense que las propias ruinas de Cobá, intentando venderse como la gran novedad política, cuando en realidad no es más que una repetición de los mismos errores. Resulta cómico verlo intentar desacreditar a los forasteros cuando él mismo ha sido la personificación de ese término.
Habitar durante años en Cancún y hacer escapadas a Tulum no te hacen hijo predilecto del municipio, Jorge.
¿Quién le habrá hecho creer a Portilla que tenía madera de político? ¿Y quién le habrá dicho que era bueno en ello? Quizá se lo creyó porque heredó tierras en Tulum, pero claro, tener un pedazo de tierra no te da carisma ni te convierte en oráculo de la política. Mismo tema que tiene Roberto Palazuelos, pero esa es otra historia.
El paso de Jorge Portilla por secretarías y direcciones municipales de Tulum ha sido tan memorable como un día sin sol en el Caribe, totalmente desapercibido.
Su aventura política tuvo más tropiezos que una novela cómica sin el humor, claro está. Apoyado por su amigo Carlos Joaquín, Jorge Portilla se lanzó en 2016 en pos de la alcaldía de Tulum, pero, ¡oh sorpresa! la realidad se impuso y perdió ante una novata, hermana de un verdadero líder. Parece que ni con la ola ganadora de su padrino político pudo hacer pie en la arena política.
Y no hablemos de su paso por SINTRA, donde dejó tan poco legado que mejor se borró el nombre de la institución para ponerle algo más acorde con su gestión: Obras Públicas. Y es que, si bien en el terreno de las concesiones de transporte público mostró habilidad, en lo que respecta a la función pública, su desempeño fue menos efectivo que los acuerdos políticos en año electoral.
Ahora, con su repentino “amor por Tulum” y su cambio de look con tenis fosforescentes, parece creer que la honestidad y la inteligencia se adquieren por osmosis. El autoengaño ha alcanzado niveles que serían hilarantes si no fueran tan patéticos.
El próximo regidor de Movimiento Ciudadano por el noveno municipio, Jorge Portilla Mánica, ya dejó una vez su cargo, como si fuera una cita médica que prefería evitar; ojalá que en esta ocasión se aferre a su silla de regidor con la misma fuerza con la que se aferra a sus ilusiones.
¿Le dará la espalda de nuevo a su responsabilidad? El tiempo y los electores tendrán la última palabra; mientras tanto, disfrutemos del espectáculo de ver a un político tratando de encajar donde claramente no pertenece. Es una historia digna de la mejor ironía, si no fuera porque, desafortunadamente, es la política real.