
20/02/2025
La lluvia caía con serenidad sobre el techo de la Casa Morena en Emiliano Zapata, como si la naturaleza misma acompañara la conversación. El sonido de las gotas contra las láminas metálicas tejía un murmullo de fondo, un eco de las batallas pasadas y los anhelos del porvenir. Frente a mí, el profesor Cecilio González Marín, con la mirada templada por la experiencia y el ímpetu de la convicción, me hablaba de una lucha que no nació ayer ni terminará mañana: la búsqueda de una justicia humanitaria con igualdad.
—Nos dijeron que la voluntad del Pueblo podía ser ignorada, que los poderosos de siempre decidirían quién gobernaría y quién no. Pero la gente despertó —dice, con la voz firme pero cargada de memoria—. No fue fácil. Hubo obstáculos, hubo dudas, hubo quienes intentaron hacernos retroceder. Pero el Pueblo habló y su voz se hizo escuchar. Fue un camino lleno de adversidades, de puertas cerradas y oídos sordos, pero cada paso que dimos valió la pena. La lucha sigue, porque la revolución nunca terminó, solo cambió de forma. Ahora es una revolución de conciencias, una transformación que sigue su marcha con cada decisión que tomamos, con cada injusticia que señalamos, con cada esperanza que mantenemos viva.
Las paredes del recinto parecían susurrar historias de asambleas, de marchas bajo el sol ardiente, de discusiones interminables en las que se tejieron los hilos de esta transformación. Y aunque el avance es innegable, el profesor Cecilio es el primero en señalar que aún falta mucho por construir. Sabe que en todo movimiento siempre se infiltran oportunistas, pero cada casa visitada a lo largo de estas décadas ha valido la pena, pues somos más los que estamos conscientes de la clase de personas que son y cuáles son sus verdaderos intereses.
—La Cuarta Transformación es un camino, no una meta —afirma, mientras las sombras de la noche se filtran por la ventana—. Es una ruta que demanda esfuerzo constante, porque lo que hemos logrado no está escrito en piedra, sino en la conciencia del Pueblo, y esa conciencia debe seguir evolucionando. La Cuarta Transformación que inició nuestro fundador y líder moral, Andrés Manuel López Obrador, deja un país despierto y alerta ante la amenaza del lobo disfrazado de oveja.
El tiempo en Casa Morena transcurre como en un umbral entre lo que fue y lo que está por venir. En cada palabra del profesor González Marín resuena la certeza de que la historia no se detiene, que la lucha por la justicia verdadera es como la lluvia: a veces tenue, a veces tormentosa, pero siempre presente, nutriendo la tierra donde germina la esperanza. Y en esta revolución de conciencias, me alegra mucho darme cuenta de que cada paso recorrido ha valido la pena.
Al salir, la llovizna persiste, y con ella, la promesa de que el porvenir sigue siendo una obra en construcción.