Las primeras versiones de la historia
Se suele decir, no sin razón, que el periodismo aporta para la posteridad la visión inicial de los hechos de su tiempo. Esta afirmación ha podido ser comprobada con inusitada crudeza en los últimos tiempos. El intenso y prolongado debate sobre la tan meneada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, más allá del articulado de la norma en sí, echó luz sobre
las complejidades que atraviesan los medios de comunicación. Quedó claro, así, que a pesar de presentarse ante la sociedad casi como cuerpos celestiales e impolutos, las empresas y personas que generan flujos masivos de información transmiten ideas y, por qué no, intereses bien concretos. En consecuencia, aquella vieja frase de que “el periodismo es la primera versión de la historia” quizás deba ser revisada si se observa que no hay una única “primera versión”, sino tantas como relatores de esa historia existan. Un sistema de medios numeroso sería, entonces, la garantía de que todos esos enfoques queden plasmados. Así como ya quedó claro que la famosa “objetividad periodística” es un concepto reñido con la práctica comunicacional concreta y cotidiana –y también, vale señalarlo, con la propia teoría-, también se verificó que un número importante de medios no necesariamente garantiza la pluralidad de voces. En nuestra ciudad, y en nuestra provincia misma si se alza la mirada, la agenda comunicacional masiva está mayormente capturada por los intereses minoritarios de un puñado de familias, instituciones y empresas, que son las mismas que definen incluso los destinos de la sociedad en su conjunto, vía condicionamiento, cooptación o lisa y llana conducción del poder político. Y aquí es donde POSTA decide hacer su aporte. Esta revista surge, amén de la pasión por el periodismo y la comunicación de sus integrantes, casi como necesidad ante la asfixiante homogeneidad discursiva que impera en Santa Fe. Los hechos y las visiones de esos mismos sucesos que interesan a los pequeños grupos de poder inundan el relato público y ahogan las voces disonantes, situación sólo posible por tenencia de la propiedad de los medios o por debilidad de una trama noticiosa y editorial alternativa. De esta manera, POSTA asume su compromiso de sumarse a los esfuerzos de múltiples experiencias comunicacionales que, pese a la abrumadora hegemonía ya descripta, intentan construir una agenda que exprese, desde la denuncia o la reivindicación, pero siempre con honestidad y rigurosidad, los sueños de la mayoría social silenciada.
