04/10/2023
—Date la vuelta para que pueda recompensarte.
—Vete a la mi3rda.
Me exaspera que me responda así.
¡Jod3er, con esa mocosa!
A mí nadie me habla de ese modo.
Sin hablar, la agarro del brazo, tiro de ella y la beso. No lleva los tacones puestos y es bajita. Demasiado bajita para mí, pero no me impide hacerlo lo que tengo pensando. La aprieto contra mi cuerpo y la siento fría. No responde. No me desea. Pero insisto. Mis besos se repiten una y mil veces y, al final, responde y se aprieta contra mí con la misma ferocidad.
¡Por fin, carajo!
Deseoso de ella, mi mano se pierde en su albornoz mientras chocamos contra la pared y, cuando mis dedos llegan a su s3xo y le acaricio el clítor1s, me vuelvo loco.
Thais se deja manejar en mis manos. Nos movemos por el lugar en busca de placer y ella disfruta de lo que le hago al tiempo que un dulce jadeo sale de su deliciosa y envenenada boca.
Cuando siento que la tengo preparada, le quito el albornoz y esta cae al suelo. Me arrodillo a sus pies y, acercando la nariz a su s**o, aspiro su perfume, ese aroma embriagador como no he conocido otro igual. Como puedo, la beso y mi boca atrapa eso que tanto anhelo.
Nunca pensé que el veneno sería tan dulce, pero es jodidamente adictiva. ¡Su sabor me vuelve loco!
Mientras ella se mueve sobre mi boca y yo mordisqueo su dulce e hinchado clítoris, siento que tiembla, y yo tiemblo también. Así permanecemos varios minutos, hasta que me levanto del suelo y la llevo hacia la encimera del baño.
Sin pensar en nada, le doy la vuelta, la recuesto sobre la superficie y, tras mordisquearle las nalgas, le doy unos azotes como le gusta.
Ninguno de los dos habla. Finalmente, le abro las piernas, inmovilizándola, y, a la vez que paseo mi miembro por su ano y su va**na, murmuro: —Te voy a f0llar, Thais. No puedo garantizar que no te foll3 cada vez que pueda con este nuevo acuerdo, porque me he vuelto adicto a lo que hacemos juntos.
—Cállate y cóg3me —me dice insolente.
—Prometo cogerte con ganas