22/02/2023
LA BUENA GENTE Y LA GENTE DE BIEN
Fui educado por mis padres y por mi entorno en unos principios que pueden resumirse en la aspiración de ser “buena gente”. Aleccionado por la escuela franquista entendí que ser buena gente era no pecar ni contravenir las leyes. En aquellos primeros pasos míos por la vida no distinguía entre ser “buena gente” y ser “gente de bien”. Pronto fui aprendiendo que hay una gran diferencia.
En la calle donde vivía y donde vivo todavía hoy había un caserón, un palacete, al que venía a pasar las vacaciones una familia con título nobiliario y relación estrecha con la realeza. Apenas eran vistos en la calle sus integrantes, pero pasaban a misa – toda la familia unida, como temerosa de ser asaltada –, y quienes morábamos en ese trecho que recorrían los nobles, la “gente de bien”, entre el palacete y la iglesia reverenciábamos su paso, como si pasara el copón con la eucaristía: Un aura envolvía a aquella familia, que vestía con inusitado decoro entre los rapaces casi harapientos que interrumpíamos nuestros juegos para ver pasar aquella venerable burbuja de criaturas que parecían ser de otra pasta o venir de otro mundo.
Pronto aprendí que una cosa era ser “buena gente” y otra cosa es ser “gente de bien”: ser buena gente es una aspiración factible; mientras que ser gente de bien es pertenecer a esa burbuja impoluta e intocable que pasaba a misa todos los domingos o fiestas de guardar y que parecía cultivar un distanciamiento que ahora interpreto como despectivo.
Pero con los años y el devenir de la vida he ido aprendiendo que hemos de ser nosotros, los que aspiramos a proceder como la buena gente los que debemos cultivar ese distanciamiento despectivo, porque esa gente de bien, como muy bien dijo ayer el señor Núñez Feijóo en el Senado, no se produce como lo hace la buena gente. Vástagos de aquella familia cuyo paso reverenciábamos al pasar hacia la Iglesia han tenido que ver con la justicia por malas prácticas en el seno de la familia del rey emérito; desde que se reinstauró la democracia, todas las leyes sociales sin excepción han sido recurridas por esa gente de bien, y todo lo que suponga avance social está siendo recurrido de algún modo por estos supuestos defensores de la moral que tienen una idea un tanto peculiar de la moralidad.
“Dejen ustedes ya de molestar”, reprendió el señor Feijóo ayer en el Senado al presidente del gobierno. ¿Qué es molestar para el señor Feijóo? Se refirió explícitamente a la subida del Salario Mínimo Interprofesional. ¿Opina el señor Feijóo que un sueldo de mil ochenta euros es demasiado dinero para un trabajador? ¿Cuánto tarda el señor Núñez Feijóo en gastarse los mil ochenta euros que recibe mensualmente el trabajador? ¿A quien defiende el señor Feijóo y quien le paga para que quiera mantener su pie sobre nuestro nuestro cuello para quitarnos el resuello?
El señor Núñez Feijóo, como perteneciente a esa buena gente a la que todo lo que sea dar algo más que migajas a los trabajadores es molestar a la gente de bien, como molesta a la gente de bien todos los avances sociales de la sociedad española, entre los que se encuentran la Sanidad Pública Universal, la Ley de Dependencia, la ley de matrimonios entre personas del mismo s**o, la ley del sólo sí es sí, la ley del ab**to, la ley “tran”, quiere permanentemente que las cosas sean como eran, tan injustas y ten clasistas. Esa gente de bien siempre ha estado en contra de esos avances sociales, y en muchos casos ha recurrido las leyes a un Tribunal Constitucional que luego por lo general, si no siempre, avala la constitucionalidad de las leyes. Por el contrario algunos de sus más conspicuos de los que reconocemos como gente de bien evade impuestos, busca paraísos fiscales en los que esconder su dinero, cobra “impuesto revolucionario” a todo el que quiere trabajar con la administración del Estado cuando tiene el poder y a menudo hasta tiene que enfrentarse a la justicia, cuando sus togas no pueden impedirlo, y ahí tenemos un muestrario completo de lo que es la gente de bien en la cárcel: señores Blesa, Zaplana, Granados, Rato, Ignacio González, Francisco Camps...
Tenga un buen día la buena gente y la otra también. De Francisco Torres.