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19/03/2024

NUESTRO CAMILO

Por: Yolanda R. Portuondo López

Pensar en Camilo es recordar su hermosa sonrisa, cautivadora, reveladora del hombre franco y noble, que era.
Evocar a Camilo es escuchar en su voz vibrante y cargada de emoción, aquellas estrofas de Bonifacio Byrne, que contribuyeron a revisitar al poeta de la bandera y memorizar aquellos versos, que quedaron por siempre en todos.
Rememorar a Camilo es verlo al lado de Fidel, en aquel célebre discurso pronunciado en la antigua Columbia, asintiendo, cada vez que le preguntaba: "Voy bien Camilo", y la respuesta inmediata: "Vas, bien Fidel".
Si no hubieran bastado ni su sonrisa, ni el conocimiento de sus hazañas que ya habían despertado tanta devoción, aquellas preguntas y respuestas, eran más que suficientes para entender el respeto mutuo existente entre aquellos dos titanes y acrecentar las simpatías hacia aquel comandante, cuya lealtad por Fidel era indiscutible y tanto que las anécdotas manan como el agua fresca y clara de un manantial.
Cuentan que al triunfo de la revolución, Fidel y Camilo, acudían con regularidad a los encuentros de pelota, algunas veces como espectadores y otras como participantes. Y en una ocasión, alguien le comunicó la idea de un posible desafío de pelota, que tendría lugar en
el estadio del Cerro, y en la que Fidel y él participarían, por lo que para lograr mayor expectativa, cada uno, lo haría en novenas opuestas.
Camilo respondió presto: "Que integre una novena contra Fidel!? Qué va! Contra Fidel, yo no estoy ni en juego!".
En otra oportunidad, Camilo y un grupo de compañeros, se trasladaron a la casa de los padres de un oficial rebelde, para comer y escuchar por la televisión, un discurso que daría Fidel. Ya estaban por servir la comida, cuando el programa comenzó. Camilo, habló con el amigo, quería saber si sus padres se ofenderían, si tomaban los platos servidos y se sentaban en la sala. El discurso comenzó y los rebeldes, comían sin perder sílaba.
Sonó el teléfono, y la llamada era para Camilo, quien contrariado se puso de pie y fue a atender. Sus palabras resonaron en la sala:
"Chico, y qué es lo que tú estás haciendo?", y sin esperar la respuesta, prosiguió tajante: "Tú no sabes que cuando Fidel está hablando, lo único que debe hacer un revolucionario es oírlo".
La unidad entre Camilo y Fidel, un símbolo. La confianza y respeto del uno para con el otro, una lección. La hermandad entre Camilo y Che, otro hito. Imposible hablar de uno, sin mencionar al otro; imposible pensar en la etapa de la Sierra, sin hablar de la amistad
especial que siempre los unió; imposible desconocer la importancia de la invasión en la que sus columnas escribieron páginas de un heroísmo inusitado.
Un testigo cuenta, que un día el Che se apareció en Yaguajay para discutir con Camilo, determinados asuntos. La presencia del argentino, despertó un revuelo tremendo. Prácticamente, todos los pobladores de los alrededores se desplazaron para conocerlo, lo que no era para nada
del agrado del Che. Camilo advirtió su descontento, y burlón, le dijo que eso se debía a su enorme popularidad, a lo que el Che le respondió, que esa reunión tenía que ser en privado, y que con todas aquellas personas dando vueltas, y que continuaban llegando, era imposible.
Camilo, con su jovialidad de siempre expresó: "Verdaderamente no sé qué vamos a hacer ahora; pero después que triunfemos, sí sé qué haré". El Che, algo desconcertado, le respondió que no entendía por qué decía tal cosa. La ocurrente respuesta de Camilo, desmoronó el enfado del argentino: "Cuando triunfemos, te voy a meter en una jaulita y me voy a poner a recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. Te aseguro que me voy a hacer rico!
Podemos adivinar la expresión del Che: "Ya estás con tus kamiladas". Porque para que conste, el Che, al único que le aguantaba bromas, era a Camilo, de ahí que no podemos pasar por alto otra anécdota notable.
El mismo Che refiere que fue una noche, a finales de agosto, cuando llegó Camilo a Las Vegas para conversar con él. "Yo estaba acostado en la cama, sin camisa, conversando con Miguel, Ramón Pardo, Raimundo y Guile". Camilo aparece y delante de todos, comienza a hacerle cosquillas al Che, que protesta de dientes afuera: "Mirá, Camilo, vos no me respetás, fíjate que estás jugando al lado de mi estado mayor." Camilo entonces le pregunta, que cuál es su estado mayor.
El Che con mucha compostura le expresa: "Pues, mira, aquí tienes al compañero Miguel, que es jefe de la comandancia; al compañero Guile, que es el jefe de la escuadra, y a Pachequito, que es jefe de suministros de la tropa". Así piensa que va a detener a Camilo, pero una vez más, Camilo hace una de las suyas, y puede que imitando incluso su deje argentino le dijo: "Y vos creés que con semejante estado mayor, me vas a impresionar?"
Y así Camilo continúa protagonizando anécdotas, de ahí el que algunos lo llaman "el Hombre de las Mil Anécdotas", y de aquel extenso repertorio, vale la pena recordar una de las tantas que refleja su humildad.
El Caimito, un pequeño batey de Bayamo, fue bautizado cariñosamente por los rebeldes al mando de Camilo como P***o, porque en cualquier momento, en que llegaban, Eupicio Ramírez y su esposa, los atendían con mucho cariño.
Un día, llegó Camilo con un grupo de hombres a su mando, y quedó intrigado por no ver a la buena mujer, preguntó, y el esposo le explicó, que como sabía que en cualquier momento, llegarían, estaba terminando unos uniforme para ellos, y quería darles la sorpresa; pero
que el tiempo le había jugado una mala pasada.
Ante la tristeza y desilusión de la mujer, Camilo le dijo, que no se preocupara, que aquello tenía solución, y le pidió que fuera a terminar sus tareas de la casa, que él, ocuparía su lugar.
La campesina, desconcertada, le preguntó: "Pero cómo se va a poner a coser!" A lo que Camilo, divertido, le respondió: "Señora, no sabe que fui sastre?" Y con toda naturalidad, ocupó el lugar de la mujer, frente a su vieja máquina de coser, y pasó toda la madrugada
pedaleando; hasta concluir los uniformes.
A Camilo se le conoce también como el comandante del sombrero alón, lo que nos lleva a preguntarnos, cuando adoptó ese sombrero? La respuesta la conoce mejor que nadie, Rafael Verdecia.
Un día, en que le llevaba a Camilo, un caballo para que pudiera trasladarse de un sitio a otro, el guerrillero reparó en el sombrero que llevaba y le gustó. Le elogió el sombrero, y con la misma, le suelta con su manera peculiar y simpática de decir las cosas, que no
le lucía bien, por lo que se lo pidió para probárselo y con la misma, fue a mirarse delante de un espejito y quedó tan complacido, que le dijo a Verdecia: "Fíjate, Rafael, a ti, no te luce; en cambio, mira que bien, le queda al capitán Camilo. Quédate tú con mi gorra, que yo
me quedo con tu sombrero", entonces se viró hacia el resto de la pequeña tropa: "Muchachos, me queda o no me queda bien?"
Hasta el mismo Rafael Verdecia, tuvo que reconocer, que en efecto le quedaba mejor. Resignado, tomó la gorra que Camilo le ofreció a cambio y como al parecer no quería darse del todo por vencido, le dijo que se marcharía a su casa, y se pondría otro sombrero que tenía, que inclusive era mejor, y que además, estaba nuevo. Pero como no dejaba de mirar su sombrero viejo, Camilo se viró a los suyos, y exclamó: "Muchachos, miren como mira su sombrero, tal parece que está arrepentido de dejarlo."
Y era bien cierto, años después, Rafael Verdecia revelaría: "El se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía no porque quería mi sombrero de vuelta, sino por lo bien que le quedaba. Y sentí orgullo porque ese sombrero que Camilo traía era mío".
Durante años, nuestro pueblo ha atesorado las anécdotas de Camilo, tal vez, porque como dijera el Che:
"Camilo era un hombre de anécdotas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad: unía su desenvoltura y su aprecio por el pueblo, a su personalidad, eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía, el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar eso suyo, en cada acción."

O puede que como dijera Vilma Espín:

"Camilo es una figura legendaria, es la idea que yo tengo de
La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazañas, son acciones de leyenda."

Y como leyenda viva ha quedado en la memoria y corazón de un pueblo que lo evoca con su sombrero alón, su tabaco prendido entre los labios, o con su hermosa y transparente sonrisa; incluso, en aquella sencilla frase de "Vas bien Fidel", o en cada rosa lanzada al mar, los 28 de octubre.

̃ordelavanguardia

09/07/2023
09/07/2023

¡Un saludo a mis nuevos seguidores! ¡Estoy feliz de que me sigan!

Ignacio Murcia, Itala Menocchio, Margarita María Pérez Duque, Alejandro Bauzá Hernández, Marlene Lorenzo Laborde, Matilde Enedina Mesa Gonzalez

Concurso internacional de fotografía
16/01/2023

Concurso internacional de fotografía

Annual international photography award 35AWARDS 2022. In 2017, 103,069 photographers took part. More than 257,700 uploaded photos.

HAYDEE, NUESTRA YEYE, CUMPLE 100 AÑOS                                        Por: Yolanda Portuondo LopezEn  efecto, hoy...
31/12/2022

HAYDEE, NUESTRA YEYE, CUMPLE 100 AÑOS

Por: Yolanda Portuondo Lopez

En efecto, hoy 30 de diciembre, nuestra Yeyé, cumple 100 años, y hay que decirlo en presente, porque de los grandes, siempre hay que hablar en presente, y como me gusta decir, tuvimos la suerte de que esta mujer excepcional, auténtica e irrepetible, fuera cubana; pero que por derecho propio, debe situarse entre las grandes figuras de la historia de todos los tiempos.
Sensible, tierna, humana, solidaria, martiana, son algunos rasgos que la caracterizan, a los que habría que sumar su sentido de la justicia, su lealtad, al proceso revolucionario antes y después del triunfo, y posteriormente, su inmenso quehacer que rebasó los marcos de sus responsabilidades para convertirse en oído y ojos de la Revolución, no solo para palpar, sino también remediar errores, incomprensiones, excesos, o negligencias que quitaban o le restaban brillo, a la obra de la Revolución, así como censurar desviaciones de la línea revolucionaria de cualquier dirigente, o de aquellos otros, cuyos rumbos se mostraban vacilantes o negligentes.
Madre preocupada por sus hijos propios, y por los ajenos, cuyos padres integraban guerrillas en Latinoamérica, o habían fallecido, siempre estaba presente para ellos.
Un día, mientras conversaba con Celia María, le pregunté que sentía al ser la hija de esa mujer enorme. Me respondió muy breve, pero de modo muy conciso: "Mi mamá, era mi mamá". Es decir, para ella no era la he***na del Moncada, ni la presidenta de la Casa, ni la mujer fascinante que cautivaba a escritores, pintores e intelectuales conocidos y admirados, como tampoco era la guerrillera, ni una figura política, como consideraba a su padre. Su mamá, era simplemente su mamá, la misma que le forraba las libretas, o la que cuando faltaba a la escuela, por cualquier motivo, luego la ayudaba a pasar las clases prestadas. Era también, la que la ayudaba en las tareas, y le arreglaba las ropitas, o le hacía los dobladillos a los vestidos, así como la persona con la conversaba de muchas cosas; pero además, siempre la recordaba en casa, pendiente de todo. Cómo se las arreglaba para cumplir con sus funciones al frente de la Casa, o en sus tareas partidista?, no sabía. Y con la misma sinceridad, me narraba, que creció pensando que tenía muchos hermanos de sangre, porque en su casa, no había distinción, entre Abel Enrique, y el resto de los muchachos, acogidos por Haydee.
Y hay tantas anécdotas sobre su nobleza, sobre su preocupación de saber si las cosas marchaban bien, que sorprende saber que hacía colas, y aguardaba el tiempo necesario, para simplemente mezclarse con los cubanos sencillos, con los de "a pie", para palpar de cerca, el sentir de aquellos hombres y mujeres, y conocer sin ser reconocida, de primera mano, lo que preocupaba al pueblo, o lo que pensaba de algún acuerdo o medida tomados por el gobierno, o simplemente saber, si lo que se daba en la libreta, alcanzaba.
Llama la atención, como en momentos, en que eran frecuentes los atentados a los dirigentes, Haydee nunca tuvo temor de bajarse del auto, y llamar a un hogar cualquiera e interesarse por los problemas de aquella familia, y en la medida de sus posibilidades ayudar a remediarlos. Tal vez, por eso fue tan feliz el tiempo que junto a Armando Hart pasó en Amancio Rodríguez, un pueblo al que rebautizó como Macondo, donde la pobreza, las necesidades, y la desatención, eran no solo evidentes, sino dolorosos, y en aquel lugar medio perdido, en la geografía cubana, al que fueron para apoyar la zafra del setenta, tuvo su otro Moncada.
En Amancio se metió tan de lleno en los problemas sociales, que en menos de un año, la fisonomía de aquel lugar cambió. Centenares de hogares fueron beneficiados con artículos que mandaba a buscar a La Habana. Acudía a Recuperación de Bienes del Estado, o mandaba recados a ministros, para que apoyaran esta labor. Y no contenta aún, creó talleres de costuras para que las mujeres pudieran trabajar, peluquerías, pizzería, consiguió que terminaran un tramo de carretera, una conductora de agua, y hasta logró implementar salidas en ómnibus a La Habana, a Santiago y a Camagüey, entre otras obras, sin olvidar darle atención a las madres de mártires, y también a la de soldados del anterior régimen que habían sido ajusticiados al triunfo, porque para Haydee, el dolor de perder un hijo, sin importar el bando donde combatió, era el mismo.
Y hay tanto que hablar de Haydee, hay tanto que decir de ella, que nos duele que haya sido encasillada como la He***na del Moncada, o como la Presidenta de la Casa de las Américas, desconociéndose su papel activo en la lucha clandestina, en el exilio, y ya después del triunfo, su labor partidista, o sus viajes al frente de delegaciones, o su labor dentro de la directiva de la Federación de Mujeres Cubanas.
Pero bueno, volvamos a su natalicio. Durante mucho tiempo, fue impreciso. La misma Haydée, en una ocasión, confesó que ella se enteró de la verdadera fecha, cuando se fue a casar, y necesitaba preparar los papeles, y es que desde niña, había hecho suyo, el 31 de diciembre, como día de su cumpleaños, por considerarlo el día más especial del año. Esta fantasía le trajo muchas discusiones con Quina, la madre, quien culpaba a la abuela paterna, de haberle metido esa idea en la cabeza a Haydee, ya que la anciana, días antes del nacimiento, sufrió una apoplejía, permaneció varios días inconscientes, y al volver en sí, el 31 de diciembre, aunque ya Haydée había nacido, asoció ese día, con el nacimiento de la niña.
Otros comentaban que en realidad, había sido el 28 de diciembre. Y como es lógico, ante un caso así, una partida de nacimiento zanjaría tal confusión; pero no esta vez, ya que Benigno al inscribirla, dijo que había sido el 21 de enero. Su motivo, muy simple, con algunos conocidos comentó que al nacer la niña, a finales del último mes del año, decidió inscribirla, al mes siguiente, porque así, al crecer, evitaría que al preguntarle alguien cuándo había nacido, le adjudicaran un año más de edad.
Por suerte, Joaquina, la madre, dejó de su puño y letra, escrita en una pequeña libreta las fechas de nacimiento de los cinco hijos. Gracias a ella, sabemos que Haydee nació el 30 de diciembre de 1922, a las 9 de la mañana.
Otro detalle curioso es sobre el nombre. Benigno quería que todos los nombres de los hijos comenzaran por la letra A y sólo tuvieran cuatro letras: Aidé, Aida, Aldo, Abel. Los nombres con esa característica se agotaron y cuando años después, nació la quinta hija, le pusieron Ada; pero volvamos a Aidé, que era de la manera en que lo concebía Benigno.
Al ser inscrita la niña, el escribano lo hizo como Haidee, pero como la H, es muda, para Benigno era un hombre de cuatro letras. Con el tiempo, Haydée decidió cambiar la I latina, por una Y griega; pero además, quiso acentuar la primera e.
Otro detalle curioso, en relación con el nombre es que Aida era el escogido por Quina, para su primogénita; pero la abuela María, influenciada por uno de los personajes femeninos del Conde de Montecristo, quiso que fuera Haydée, y como evidentemente era de gran influencia su parecer, Joaquina tuvo que esperar hasta tener su segunda hija, para ponerle Aida.
Y respetando tu sentir, querida Yeyé, aunque escribimos este articulo ayer, día 30, hemos querido que salga hoy, 31, por ser, el día escogido por ti, y el más especial del año.

Feliz cumpleaños Haydee!


EN EL 42 ANIVERSARIO DE LA PARTIDA DE YEYE                                          Por: Yolanda Portuondo LópezHace 42 ...
28/07/2022

EN EL 42 ANIVERSARIO DE LA PARTIDA DE YEYE

Por: Yolanda Portuondo López

Hace 42 años, una breve reseña, en la prensa, consiguió que transitáramos desde el estupor y la consternación, al dolor; un dolor inmenso, punzante, que no por compartido, resultó menor. La He***na del Moncada Haydée Santamaría Cuadrado se había privado de la vida.
Desde aquellos días de los sucesos del Moncada, había quedado enraizada en el corazón de todos. La pérdida del hermano y del novio, despertaba una ternura singular, especial, hacia ella. Luego se conocería su papel durante la etapa clandestina y la labor intensa desplegada en el exilio, por encargo de Fidel. Entonces llegaría el triunfo, y con el mismo ardor, que había participado en diversos frentes y batallas, comenzó a librar desde la cultura, otras nuevas, pero no menos intensas, ni menos importantes.
Es imposible hablar de la historia emancipadora más reciente, sin dejar de mencionarla, como tampoco es posible hablar de la cultura cubana sin recordarla. En momentos plagados de confusión e incomprensiones, su voz se alzó y sus brazos, cobijaron a muchos artistas. No sólo la Nueva Trova consiguió su comprensión y apoyo, también bailarines, teatristas, actores, escritores, pintores, conocieron de su ternura, respeto, y consideración.
Y por si fuera poco, todo lo antes mencionado, en momentos, en que nuestros enemigos pretendían aislarnos, y en el que muchos países, bajo presión, nos dejaron solos, no se puede desconocer el papel jugado por la Casa de las Américas, bajo su dirección, como tampoco es posible hablar de la cultura de este continente, sin dejar de mencionar a esta institución, pues en aquellos días difíciles, cuando artistas y creadores latinoamericanos, eran perseguidos en sus países, por sus convicciones políticas, aquí, encontraron refugio y pudieron continuar con su obra; pero además, la Casa, fue capaz de impulsar y dar a conocer muchas de las manifestaciones culturales de nuestra América, en Europa y en los antiguos países socialistas.
La partida de Yeyé nos dolió entonces, aun duele, como también ha persistido la sensación de orfandad; pero pienso que estaba en todo su derecho, de escoger la manera y el momento de dejarnos.
Existen varios poemas dedicados a ella. Mi preferido, el que consiguió cautivarme desde sus primeras líneas, fue el que escribiera la inmensa Fina García-Marruz.

Pónganle a la suicida una hoja en la sien,
una siempreviva en el hueco del cuello.
Cúbranla con flores como a Ofelia.
Los que la amaron se han quedado huérfanos.

Cúbranla con la ternura de las lágrimas.
Vuélvanse rocio que refresque su duelo.
Y si la piedad de las flores no bastase
díganle al oído que todo ha sido un sueño.

Ríndanle honores como a una valiente
que perdió sólo su última batalla.
No se quede en su hora inconsolable.
Sus hechos, no vayan al olvido de la yerba.

Que sean recogidos uno a uno,
allí donde la luz no olvida a sus guerreros.
Ríndanle honores como a una valiente
que perdió sólo su última batalla.


27/07/2022

EL MONCADA, ES ALGO MAS QUE UNA GESTA MILITAR

Por: Yolanda Portuondo López

Hay hechos históricos que van más allá de las propias acciones que marcan la efeméride, o incluso viajan más lejos de su trascendencia en el tiempo. Los asaltos a los cuarteles Guillermón Moncada, en Santiago de Cuba, y al Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ya hace 69 años, bien pueden clasificar de esa manera.
Independientemente de su concepción estratégica; del cuidado con que fueron concebidos los planes; de la repercusión que tuvo en aquellos años de la década del cincuenta, del siglo pasado; o de la certeza de que marcó un antes y un después en las concepciones insurreccionales, y fue inspirador y revolucionador de por sí, prefiero en este nuevo aniversario, referirme a algunas otros aspectos, menos conocidos.
A mi modo de entender, a pesar de que se repite una y otra vez, que Abel Santamaría fue el Alma del Movimiento, su vida no ha sido lo suficientemente abordada, ni divulgada. De su ternura, gentileza, generosidad, calidez, autenticidad, optimismo, poco se dice, como tampoco se enfatiza sobre su carisma y manera persuasiva de hablar, de convencer, o de su don aglutinador, que facilitó tantas captaciones entre los jóvenes que participarían, en las acciones del 26 de Julio.
Abel, por vivir en un central, conoció de muy cerca las injusticias que allí se originaban. Desde muy joven aprendió a descifrar los artilugios de los que se valían los dueños, para explotar a los obreros, pero sobre todo, el mecanismo articulado para robarles, mediante los famosos vales que les suministraban para adquirir alimentos y diferentes productos, en una tienda propiedad del mismo dueño del central, y así atar a aquellos humildes hombres como siervos medievales.
Su amor por el estudio, sus lecturas sobre temas históricos, su admiración por nuestros próceres, así como el conocimiento personal de Jesús Menéndez despertaron desde muy temprano, inquietudes políticas, en él.
Luego del golpe de Estado, junto a Raúl Gómez García y Jesús Montané, -otras dos figuras poco estudiadas- tomaron la iniciativa de sacar el periódico tabloide Son los mismos, creado para fustigar al régimen de facto.
Su manera de hablar, sus proyecciones, su comprensión de la realidad impuesta primero por los gobiernos auténticos, y ahora por el sátrapa, le daban la certeza a Haydée,-antes de conocer a Fidel-, que sería su hermano Abel, la persona idónea, la indicada, para dirigir y conducir una acción revolucionaria.
Y ya que estamos hablando de Abel, quisiera señalar que, aquel 26 de Julio, dirigió la toma del Hospital Civil Saturnino Lora. Una veintena de hombres lo acompañaron, así como Haydée y Melba.
De aquel combate poco se conoce, cuando en verdad, a mi modo de ver, fue el más importante de todos los librados aquella mañana, por ser justamente el más prolongado. El resto de las acciones duraron minutos, en cambio, en los predios de aquel hospital tuvo lugar el de mayor duración. Prácticamente hasta las nueve de la mañana resistieron, aun cuando comprendieron desde mucho antes, que eran los únicos que combatían. Pudieron haber abandonado aquel lugar y dispersarse; pero en aquel instante, Abel se negó, a las suplicas de su hermana y de Melba.
A decir de Haydee: "Él explicó que nuestra misión allí, era seguir combatiendo, para que aquella gente del cuartel, creyera que todavía quedaban grupos combatiendo en la calle y no se atrevieran a salir a perseguir inmediatamente a los compañeros que tenían la oportunidad de ir hacia donde Fidel había indicado".
En otro momento en que las jóvenes le insisten en abandonar el hospital, Abel les respondió: "No se dan cuenta que ya Fidel tiene un 26 de Julio". Haydée confiesa que no entendía nada, por lo que Abel, sin abandonar su inmensa ternura le aseguró: "Si hemos podido hacer esto sin un 26 de Julio, qué no se podrá hacer con un 26 de Julio?". Y enfatizó: "Mientras más tiempo estemos aquí, más podremos salvar a otros; pero además, un combatiente siempre tiene que morir sin una bala en el rifle, si una bala no lo ha tumbado antes".
Los minutos transcurrían y la angustia de las muchachas crecía, y cuando ya comprendieron que no quedaba nada por hacer, porque ni parque tenían, y ellas volvieron a preguntarle qué hacer, qué orden daba, su respuesta fue inmediata: "Que hay que saber morir. Seguramente que todos los que estamos aquí, no vamos a vivir. Ahora, lo que sí creo que debemos prepararnos para saber morir". De nuevo el rostro de las muchachas reflejó una incomprensión total, nada entendían, por lo que Abel tuvo que aclararles: "La preparación es que cuánto hagamos aquí y cuánto digamos aquí, estos mismos que nos van a asesinar, van a ser los encargados de decirlo todo. Así que cuídese bien aquel que no sepa morir, porque no va a poder vivir. Aquí, el que sepa morir va a vivir".
Y puesto que el desconcierto en el rostro femenino ahora era mayor, les pidió que tenían que vivir. Entonces cuenta Haydée que la agarró por los hombros, y el tono, sin perder dulzura, derivó en orden: "Yeyé, piensa que después de esto es más difícil vivir que morir: vive, que a ti te toca vivir".
Esos son algunos de los gestos que hacen del Moncada, algo más que una gesta militar, ya que no siempre las palabras, o las descripciones bélicas de las acciones, pueden revelar, ni hacer justicia en toda su grandeza. Esos son los gestos que cierran cualquier debate sobre si puede considerarse una derrota, porque el Moncada es mucho más que una acción militar, o un revés. Queda fuera de discusión si existían condiciones para una acción de esa magnitud o no. Lo verdaderamente trascendental, fueron las actuaciones de aquellos jóvenes armados más bien con fusiles de caza, que equipados con armas de combate; pero eso sí, muy bien pertrechados de razones e ideales y blandiendo un estandarte martiano.
Se habla de jornadas de entrenamientos, pero en verdad, muchos de aquellos ejercicios debían de hacerse en seco, porque no había parque suficiente para las practicas, ni dinero con qué adquirirlos, y tan precarios eran los recursos, que centenares de jóvenes quedaron sin poder asistir aquella cita, porque simplemente no había más armamento.
Aquellos jóvenes que integraron la Generación del Centenario, en su mayoría provenientes de las filas ortodoxas, y se incorporaron al incipiente movimiento liderado por Fidel y Abel, tuvieron que hacer muchos renunciamientos. Algunos de aquellos ejemplos de abnegación, entrega y amor por una causa, no estaría de más mencionarlos:
Elpidio Sosa vendió su empleo y un día se presentó delante de Fidel, con trescientos pesos para la causa.
Fernando Chenard vendió los aparatos de su estudio fotográfico, con el que se ganaba la vida, y entregó todo el importe.
Pedro Marrero, empeñó su salario de muchos meses y fue preciso prohibirle que vendiera también, los muebles de su casa.
Oscar Alcalde, vendió su laboratorio de productos farmacéuticos.
Jesús Montané entregó el dinero que había ahorrado durante más de cinco años.
Y así, hubo muchos otros muchos casos de renunciamiento y desprendimiento.
Entrega, altruismo, abnegación, creencia en los ideales por los que se va al combate, esos son los hechos, y gestos que hacen grande una acción, porque definen mejor que nada la transparencia, amor, comprometimiento y condiciones morales de sus participantes y la justeza de esa causa.
Entonces, el Moncada es muchas cosas: el asalto a un cuartel; una acción trascendental en nuestra historia; pero también son lecciones de vida, de honor y dignidad, de las que estamos obligados a beber, y obligados a conocer para no olvidar a aquellos jóvenes que no le dieron la espalda a la patria, ni rehuyeron de su cita con la historia.
El Moncada, es también redescubrir o redimensionar el combate del Saturnino Lora, que a ciencias ciertas, fue el más prolongado de aquella jornada, y comprender que la tenacidad de Abel, y la resistencia brindada por él, posibilitaron que muchos otros asaltantes pudieran salvar sus vidas.
El Moncada es una gesta, llena de grandeza. Es un hecho imborrable, hermoso, al que deberíamos de acercarnos, no sólo cuando se aproxima la efemérides, sino interiorizarlo, y llevarlo con nosotros, y no permitir que opiniones políticas adversas lleven a querer o pretender opacar su brillo; pero sobre todo, escudriñar y reconocer que el Moncada es también la sumatoria de un montón de gestos heroicos, desde la cotidianidad de sus participantes, cargados de renuncias, de entrega y que revelan como pocos hechos, la fuerza de los ideales.
Honor a quien honor merece!
Honor a aquellos jóvenes que ofrendaron sus vidas por la pureza de un ideal!
Que sus muertes nos inspiren, y nunca perdamos el sentimiento de gratitud hacia ellos!.

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