19/03/2024
NUESTRO CAMILO
Por: Yolanda R. Portuondo López
Pensar en Camilo es recordar su hermosa sonrisa, cautivadora, reveladora del hombre franco y noble, que era.
Evocar a Camilo es escuchar en su voz vibrante y cargada de emoción, aquellas estrofas de Bonifacio Byrne, que contribuyeron a revisitar al poeta de la bandera y memorizar aquellos versos, que quedaron por siempre en todos.
Rememorar a Camilo es verlo al lado de Fidel, en aquel célebre discurso pronunciado en la antigua Columbia, asintiendo, cada vez que le preguntaba: "Voy bien Camilo", y la respuesta inmediata: "Vas, bien Fidel".
Si no hubieran bastado ni su sonrisa, ni el conocimiento de sus hazañas que ya habían despertado tanta devoción, aquellas preguntas y respuestas, eran más que suficientes para entender el respeto mutuo existente entre aquellos dos titanes y acrecentar las simpatías hacia aquel comandante, cuya lealtad por Fidel era indiscutible y tanto que las anécdotas manan como el agua fresca y clara de un manantial.
Cuentan que al triunfo de la revolución, Fidel y Camilo, acudían con regularidad a los encuentros de pelota, algunas veces como espectadores y otras como participantes. Y en una ocasión, alguien le comunicó la idea de un posible desafío de pelota, que tendría lugar en
el estadio del Cerro, y en la que Fidel y él participarían, por lo que para lograr mayor expectativa, cada uno, lo haría en novenas opuestas.
Camilo respondió presto: "Que integre una novena contra Fidel!? Qué va! Contra Fidel, yo no estoy ni en juego!".
En otra oportunidad, Camilo y un grupo de compañeros, se trasladaron a la casa de los padres de un oficial rebelde, para comer y escuchar por la televisión, un discurso que daría Fidel. Ya estaban por servir la comida, cuando el programa comenzó. Camilo, habló con el amigo, quería saber si sus padres se ofenderían, si tomaban los platos servidos y se sentaban en la sala. El discurso comenzó y los rebeldes, comían sin perder sílaba.
Sonó el teléfono, y la llamada era para Camilo, quien contrariado se puso de pie y fue a atender. Sus palabras resonaron en la sala:
"Chico, y qué es lo que tú estás haciendo?", y sin esperar la respuesta, prosiguió tajante: "Tú no sabes que cuando Fidel está hablando, lo único que debe hacer un revolucionario es oírlo".
La unidad entre Camilo y Fidel, un símbolo. La confianza y respeto del uno para con el otro, una lección. La hermandad entre Camilo y Che, otro hito. Imposible hablar de uno, sin mencionar al otro; imposible pensar en la etapa de la Sierra, sin hablar de la amistad
especial que siempre los unió; imposible desconocer la importancia de la invasión en la que sus columnas escribieron páginas de un heroísmo inusitado.
Un testigo cuenta, que un día el Che se apareció en Yaguajay para discutir con Camilo, determinados asuntos. La presencia del argentino, despertó un revuelo tremendo. Prácticamente, todos los pobladores de los alrededores se desplazaron para conocerlo, lo que no era para nada
del agrado del Che. Camilo advirtió su descontento, y burlón, le dijo que eso se debía a su enorme popularidad, a lo que el Che le respondió, que esa reunión tenía que ser en privado, y que con todas aquellas personas dando vueltas, y que continuaban llegando, era imposible.
Camilo, con su jovialidad de siempre expresó: "Verdaderamente no sé qué vamos a hacer ahora; pero después que triunfemos, sí sé qué haré". El Che, algo desconcertado, le respondió que no entendía por qué decía tal cosa. La ocurrente respuesta de Camilo, desmoronó el enfado del argentino: "Cuando triunfemos, te voy a meter en una jaulita y me voy a poner a recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. Te aseguro que me voy a hacer rico!
Podemos adivinar la expresión del Che: "Ya estás con tus kamiladas". Porque para que conste, el Che, al único que le aguantaba bromas, era a Camilo, de ahí que no podemos pasar por alto otra anécdota notable.
El mismo Che refiere que fue una noche, a finales de agosto, cuando llegó Camilo a Las Vegas para conversar con él. "Yo estaba acostado en la cama, sin camisa, conversando con Miguel, Ramón Pardo, Raimundo y Guile". Camilo aparece y delante de todos, comienza a hacerle cosquillas al Che, que protesta de dientes afuera: "Mirá, Camilo, vos no me respetás, fíjate que estás jugando al lado de mi estado mayor." Camilo entonces le pregunta, que cuál es su estado mayor.
El Che con mucha compostura le expresa: "Pues, mira, aquí tienes al compañero Miguel, que es jefe de la comandancia; al compañero Guile, que es el jefe de la escuadra, y a Pachequito, que es jefe de suministros de la tropa". Así piensa que va a detener a Camilo, pero una vez más, Camilo hace una de las suyas, y puede que imitando incluso su deje argentino le dijo: "Y vos creés que con semejante estado mayor, me vas a impresionar?"
Y así Camilo continúa protagonizando anécdotas, de ahí el que algunos lo llaman "el Hombre de las Mil Anécdotas", y de aquel extenso repertorio, vale la pena recordar una de las tantas que refleja su humildad.
El Caimito, un pequeño batey de Bayamo, fue bautizado cariñosamente por los rebeldes al mando de Camilo como P***o, porque en cualquier momento, en que llegaban, Eupicio Ramírez y su esposa, los atendían con mucho cariño.
Un día, llegó Camilo con un grupo de hombres a su mando, y quedó intrigado por no ver a la buena mujer, preguntó, y el esposo le explicó, que como sabía que en cualquier momento, llegarían, estaba terminando unos uniforme para ellos, y quería darles la sorpresa; pero
que el tiempo le había jugado una mala pasada.
Ante la tristeza y desilusión de la mujer, Camilo le dijo, que no se preocupara, que aquello tenía solución, y le pidió que fuera a terminar sus tareas de la casa, que él, ocuparía su lugar.
La campesina, desconcertada, le preguntó: "Pero cómo se va a poner a coser!" A lo que Camilo, divertido, le respondió: "Señora, no sabe que fui sastre?" Y con toda naturalidad, ocupó el lugar de la mujer, frente a su vieja máquina de coser, y pasó toda la madrugada
pedaleando; hasta concluir los uniformes.
A Camilo se le conoce también como el comandante del sombrero alón, lo que nos lleva a preguntarnos, cuando adoptó ese sombrero? La respuesta la conoce mejor que nadie, Rafael Verdecia.
Un día, en que le llevaba a Camilo, un caballo para que pudiera trasladarse de un sitio a otro, el guerrillero reparó en el sombrero que llevaba y le gustó. Le elogió el sombrero, y con la misma, le suelta con su manera peculiar y simpática de decir las cosas, que no
le lucía bien, por lo que se lo pidió para probárselo y con la misma, fue a mirarse delante de un espejito y quedó tan complacido, que le dijo a Verdecia: "Fíjate, Rafael, a ti, no te luce; en cambio, mira que bien, le queda al capitán Camilo. Quédate tú con mi gorra, que yo
me quedo con tu sombrero", entonces se viró hacia el resto de la pequeña tropa: "Muchachos, me queda o no me queda bien?"
Hasta el mismo Rafael Verdecia, tuvo que reconocer, que en efecto le quedaba mejor. Resignado, tomó la gorra que Camilo le ofreció a cambio y como al parecer no quería darse del todo por vencido, le dijo que se marcharía a su casa, y se pondría otro sombrero que tenía, que inclusive era mejor, y que además, estaba nuevo. Pero como no dejaba de mirar su sombrero viejo, Camilo se viró a los suyos, y exclamó: "Muchachos, miren como mira su sombrero, tal parece que está arrepentido de dejarlo."
Y era bien cierto, años después, Rafael Verdecia revelaría: "El se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía no porque quería mi sombrero de vuelta, sino por lo bien que le quedaba. Y sentí orgullo porque ese sombrero que Camilo traía era mío".
Durante años, nuestro pueblo ha atesorado las anécdotas de Camilo, tal vez, porque como dijera el Che:
"Camilo era un hombre de anécdotas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad: unía su desenvoltura y su aprecio por el pueblo, a su personalidad, eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía, el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar eso suyo, en cada acción."
O puede que como dijera Vilma Espín:
"Camilo es una figura legendaria, es la idea que yo tengo de
La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazañas, son acciones de leyenda."
Y como leyenda viva ha quedado en la memoria y corazón de un pueblo que lo evoca con su sombrero alón, su tabaco prendido entre los labios, o con su hermosa y transparente sonrisa; incluso, en aquella sencilla frase de "Vas bien Fidel", o en cada rosa lanzada al mar, los 28 de octubre.
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