22/05/2024
¿La vida es sueño y los sueños, sueños son? ¿Por qué lo hacemos? ¡Qué intrigante mecánica cerebral que la especie ignora, romantiza, fetichiza, fomenta, demoniza, profundiza...ad nauseam...! La necesidad de justificar su existencia, de suplicarle su comprensión a Freud y a Morfeo, data desde los orígenes de la humanidad misma, siempre de la mano de nuestra naturaleza más cruda y básica. El relato que cobra vida en nuestro hipotálamo y en el tronco encefálico, inspirado por consciente, inconsciente, subconsciente y extraconsciente, ha sido uno de los misterios sin resolución, desde los antiguos egipcios, griegos, mayas y todos los que nos antecedieron, que ha descompuesto una y otra vez la idea del supuesto control que poseemos sobre nosotros, un relativo y ridículo dominio que decimos ejercer sobre el camino en el que depararemos y éste globo terráqueo que habitamos y que deambula por el cosmos. ¿La historia que se nos cuenta al cerrar los párpados decreta? ¿Prevé? ¿Pronostica? ¿Revela? Y, de ser así, ¿cómo interpretarlo? ¿Cómo aprovechar ese mensaje en código que nos ha sido desvelado y que nos exige habilidad emocional y lógica descomunal y excepcional? Es una incógnita tras otra. Lamentablemente en estos tiempos de retroceso, de reincidencia histórica, de una Edad Media adornada de artilugios y respuestas vagas y sucintas, de saturación tecnológica que estupidiza más que inducir a una inspiradora búsqueda de cultura y razón, de habitar un presente donde la sabiduría total de la raza humana se encuentra al alcance de la mano y se decide rechazarla con desdén en pos de rutas fáciles y cómodas, soluciones inmediatas que resultan graves y alarmantes presagios de próximas y cercanas realidades de incontrolable ignorancia y nulo y finado intelecto, los sueños son por supuesto un enigma, sí aún, pero uno almacenado y desatendido, sin posibles y cercanas conclusiones en el horizonte. Al menos el arte sigue en imperenne escudriñamiento. ¡El arte! Esa necesaria invención humana siempre se ha visto influenciada por esa duda de apariencia indescifrable y cuya esencia básicamente es plasmar las interpretaciones de las imágenes que cobran vida cuando dormimos. Calderón de la Barca, Shakespeare, Remedios Varo, Mozart, Frida Kahlo, Kati Horna, Picasso, Dalí, Alfred Hitchcock, Kurosawa, David Lynch, Julio Cortázar, Leonora Carrington, Satoshi Kon, Stanley Kubrick, Christopher Nolan, Alejandro Jodorowsky, tantos y tantos nombres variopintos, muchos disímiles y dispares entre si, han sido seducidos por un mundo de ensueño, inhabitable pero antojable e ideal, donde todo puede ser, el suceso es ilimitado, la anécdota frágil pero eterna. A esta lista de cazadoras y cazadores de quimeras e imposibilidades, ahora se suma el original y prometedor cineasta noruego Kristoffer Borgli, quien en 2022 deleitara con una fascinante crítica al consumismo, a la obsesión por la fama y la popularidad, en la hilarante “Sick of Myself”. Ahora, con el apoyo de ese atípico y cautivante estudio que ha resultado ser A24 (si bien con cintas unas más atinadas que otras), da el para muchos obligado y no siempre afortunado salto a Hollywood para ofrecer una brillante sátira de complicada digestión, nuevamente sobre la atropellada actualidad , la cultura de la cancelación, la facilidad del éxito digital y su total artificialidad, la intrascendencia en esta época de contenidos virales pero efímeros, momentos insípidos y escándalos vulgares, cotidianos y simplones. Dotando a su fantasía de un humor notable, ácido, maduro e inteligente, Borgli hace evidentes hurtos y distinguidos homenajes (es inevitable la comparación) a Charlie Kauffman, Michel Gondry, Spike Jonze y Woody Allen pero sin descuidar su propia habilidad narrativa y su estilo clásico pero sombrío, naturalista pero sazonado y perspicaz. Con una fotografía meticulosa que impide al espectador descifrar si se trata de un sueño o no, irrealidad se produce aquí. Y, ¿qué no es ese el sentido del cine? ¿Hacernos dudar a través de su magia? ¿Tratar de adivinar cómo se realizó el truco y seguir con la irresuelta inquietud mucho tiempo después de que bajó el telón? Presentando una inmejorable actuación por parte de Nicolas Cage, llena de patetismo y melancolía, y quien en los últimos años ha tenido un extraordinario resurgimiento de forma y estilo, sutil pero con su característico frenesí, dominando definitivamente la labor histriónica, hoy en “De las que nadie habla” (o no se habla tanto como se debería), les invito a no dejar de soñar con “Dream Scenario”, ahora en cartelera, y quedarse en la ilusión, olvidarse de la obviedad y la habitualidad y permitirse la fuga onírica que posibilitan este tipo de inusuales experiencias. Cuando desperté, el hombre de los sueños seguía ahí... ¿O no? Ojalá esto fuera algo más. Ojalá esto fuera real. Un 8. 🎥❤️🎥