22/11/2020
Hoy concluimos el Año Litúrgico, el Año de la Iglesia, con la solemne celebración de Cristo, nuestro Pastor y Rey. Vino a nosotros como nuestro Buen Pastor y nos confió la responsabilidad de cuidar unos de otros.
En el Evangelio de hoy Jesús se refiere a 4 necesidades fundamentales del ser humano:
- La alimentación (hambriento y sediento).
- El reconocimiento social (ser extranjero, estar desnudo).
- La salud (enfermo).
- La libertad (la cárcel).
Y podríamos añadir otras en esa misma línea. Por ejemplo:
- Una palabra amable
- Visitar al que estaba viejo, enfermo y solo en su casa, y hacerle la compra, limpiar un poco...
- «Me vieron accidentado y me llevaron al hospital».
- «Era inmigrante y me enseñaron el idioma, me ayudaron con los papeles, me facilitaron un trabajo.
Y sin lugar a dudas la PANDEMIA, la cual nos ha llevado a reflexionar sobre la importancia de cuidar el planeta, valorar la vida, valorar a los amigos, valorar a la familia; valorar todo lo que teníamos. En estos momentos ¿qué tanto hemos pensado en el prójimo? ¿cuál ha sido mi compromiso para ayudar a que el virus no siga avanzando? Hemos visto personas cantar desde sus ventanas, hemos visto personas salir a contar cuentos para los niños, hemos visto personas que han salido ayudar a otras personas, estas personas han dejado atrás el individualismo y el sálvese quien pueda. Han comprendido que o NOS SALVAMOS TODOS JUNTOS o NO SE SALVA NADIE, cada acción que hagamos sin pensar en el prójimo cuenta a favor o en contra de la difusión del virus.
Ojalá que los seguidores de Jesús destaquemos y se nos reconozca principalmente por hacer de nuestra vida una entrega, un servicio, un compromiso por cambiar lo que sea necesario de modo que no haya tantos descartados, para que no haya tanta soledad, para para que no haya tantos «prisioneros» de sus circunstancias. Y desterremos el individualismo/narcisismo de nuestra vida cristiana.
Recuerda que en el juicio, el Señor nos preguntará: "¿Qué has hecho en favor de los pobres y de los que lloraban?". Jesús se presenta aquí a sí mismo no sólo como cercano a los pobres y humildes, sino que él mismo es el pobre, el manso, el enfermo, el perseguido.