25/05/2022
¿Que está pasando con nuestra niñez y juventud?
Por: Yaritza Barreto Guzmán
Estoy segura de que si se le hace ésta pregunta a un psicólogo, maestro, trabajador social, policia, senador u otro profesional, cada uno dará distintas respuestas. Estos son mis cinco centavos en cuanto a lo que pienso que es lo que está sucediendo con nuestra niñez y con nuestros jóvenes.
La moralidad y la ética se ha venido desintegrado monumentalmente, y esto se ha visto aún más a medida en que la tecnología ha avanzado y la cultura ha sufrido cambios drásticos que reflejan el deterioro de esos valores que una vez considerábamos de alta estima y de suma importancia. Esto ha sido evidente especialmente en las últimas décadas. Valores como el respeto a Dios y Su Palabra, el matrimonio que es un compromiso vitalicio entre un hombre y una mujer, el respeto a la autoridad como lo son los padres, agentes de la ley y el orden, maestros, directores y otros miembros de la sociedad, la tolerancia, la empatía, la cooperación, etc.
Si bien hubo una fractura terrible con los seres humanos en el momento en que la primera mujer y el primer hombre decidieron escuchar a la serpiente, al enemigo de Dios, en el jardín del Eden, causando no solo que se quebrara la brecha de la relación entre Dios y los hombres, sino que trajo consecuencias desastrosas a la identidad misma de cada uno de los géneros tanto los varones como las mujeres. Cada uno recibió un castigo específico por sus actos, tras haber quebrantado el único mandamiento que Dios les había dado. Vemos en Genesis 3, que después de esa primera mentira que dio lugar a la desobediencia y el pecado, siguieron escalando las mentiras. El enemigo desde entonces continúa tratando de destruir el plan de Dios para los seres humanos, quienes son los únicos portadores de la imagen y semejanza de Dios. Ni los ángeles del cielo tienen ese honor y bendición de portar la imagen de su Creador. Por eso el enemigo ataca violentamente las familias, los matrimonios y los hijos. Busca destruir la identidad de cada género (hombre y mujer), lacerar y quebrantar el diseño de Dios que se nos fue dado desde nuestra concepcion y nacimiento.
Hoy día nuestra sociedad busca justificar el pecado diciendo que las reglas bíblicas son anticuadas, “patriarcales”, pasadas de moda, y que no tienen valor alguno, que lo único que importa es cómo nos sentimos. Lamentablemente, nuestra sociedad actual les dice a los niños y jóvenes en su subconsciente que pueden hacer todo lo que les plazca y les haga sentir bien, no importando las consecuencias o si al hacerlo se van en contra de toda norma establecida por Dios y por la sociedad. “Si se siente bien hazlo” es lo que le están diciendo a nuestros niños por todos los medios, incluso a través de los dibujos animados y películas infantiles. Los videojuegos también contribuyen a que se desensibilicen las mentes que aún están en desarrollo y que no están completamente formadas. Vemos violencia en los videojuegos, películas, series, e incluso nos sentamos a jugar esos videojuegos con nuestros niños haciéndoles creer que eso es lo más normal y divertido. Nada más lejos de la verdad. No todo lo que nos hace sentir bien por un momento o nos trae placer momentáneo nos conviene, no todo lo que se ve divertido o atractivo significa que está bien que lo hagamos. No vivimos en un mundo de fantasía.
Hay que encaminar los niños por el camino de la verdad, por el camino estrecho que lleva a la vida eterna, el camino de Jesús. No es fácil, pero si queremos ver cambios en nuestra sociedad, aunque los gobiernos cambien sus leyes, hay que comenzar primero por nuestros hogares. El núcleo familiar es esencial e importante. ¿Cómo es la dinámica en nuestro hogar? ¿Mamá y papá llevan una relación cordial y de respeto? ¿Que ejemplo le estamos dando a los niños? ¿Tenemos un ambiente de paz y respeto en casa? ¿Alentamos a nuestros niños a ser responsables, empáticos y les enseñamos a extender sus manos al pobre y necesitado? Pero sobre todo y lo más importante, ¿le estamos dando la prioridad a Dios en nuestro hogar? ¿Es Dios el centro de nuestra familia? ¿Atesoramos Su Palabra y la compartimos juntos? ¿O por el contrario cada uno va por su lado, en su mundo egoísta sin importar los demás miembros del hogar? Hagamos un examen de la condición actual de nuestras familias y actuemos con premura para hacer los cambios necesarios que fortalezcan los lazos de convivencia y para asegurarnos de que estamos criando a nuestros hijos en un ambiente sano, seguro y lleno de amor. El cambio comienza en casa…