29/04/2024
En el rincón polvoriento de mis recuerdos, donde el tiempo se desvanece como un suspiro, encuentro la nostalgia. Es un viejo reloj añoso, con su tic-tac pausado y su esfera gastada. Cada tic es un latido del pasado, y cada tac, un eco de lo que fue.
El pasaje de cemento de mi infancia de las pichangas, aún resuena en mis sueños. Las luces parpadean como luciérnagas melancólicas, y las sombras de los árboles se alargan como brazos que buscan abrazar el crepúsculo. Allí, en ese atardecer eterno, jugábamos a ser ídolos , a construir castillos de arena y a perseguir pelotas de trapo que se escapaban entre los manos.
Recuerdo el olor a pan recién horneado en la cocina de mi madre. Ella, con su delantal blanco y su risa cálida, nos regalaba bollos aún calientes. Y nosotros con mi hermano, con las mejillas llenas de migas y el corazón lleno de alegría, saboreabamos la infancia en cada bocado.
Las tardes de lluvia eran mi refugio secreto. Con un libro en mis manos y mi leche caliente en la otra,las palabras cobraban vida en las páginas, y yo viajaba a mundos lejanos sin moverme de mi cama. ¿Dónde están esos libros ahora? Quizás perdidos en algún rincón del tiempo, como hojas secas llevadas por el viento.
Y luego estaban los abrazos de mi abuela. Sus brazos arrugados eran como refugios de ternura. Me contaba historias de amores perdidos y sueños rotos. Sus ojos brillaban con la luz de mil estrellas, y yo me aferraba a sus palabras como si fueran hilos que me unían al pasado.
Pero el tiempo avanza, implacable. Las calles ya no son las mismas, las luces se han apagado y el pan caliente es solo un recuerdo borroso. Mi abuela se fue hace años, llevándose sus historias y su risa. Y yo, aquí, en este rincón polvoriento, sigo buscando pedazos de mi infancia entre las grietas del presente.
Así que cierro los ojos y dejo que la nostalgia me envuelva como una manta vieja. Porque en esos recuerdos desgastados, en esas pequeñas cosas que ya no existen, encuentro la esencia misma de la vida: la belleza efímera, la melancolía dulce y la certeza de que todo lo que amamos se desvanece, pero nunca se pierde ni se olvida.