05/10/2022
Aquiares Retro
Harmas57
Corrían los años 60's y por la ocupación de mi padre y después de haber vivido en Javillos, Pacayitas, Atirro, Platanillo y San Rafael, tuvimos que mudarnos para Aquiares, una finca cafetalera que ya contaba con su Escuela y a mi padre lo nombraron Director.
Buscando una mayor comodidad y no tener que estar viajando todos los días de ida y regreso desde el Barrio Canta Ranas hasta Aquiares y viceversa, mi padre optó por llevarnos a vivir a esa hermosa localidad en las faldas de nuestro coloso el volcán Turrialba.
Instalados en una hermosa y grande casa ubicada en el mero centro, cerquita del Comisariado, de la Iglesia y del Beneficio de Café que operaba en esa comunidad.
Ahí inicié mi educación primaria, en la Escuelita que estaba ubicada en La Esperanza, una parte de la finca por donde estaba lo que nosotros como niños llamábamos la casa grande, casa en donde funcionaba y vivía el mandador de la finca.
Aquel Aquiares de mi niñez escolar, donde compartí con los Durán, los Barquero, los Serrano, los Burgos, los Mejía, los Obando y muchos otros niños y niñas que acudíamos a recibir nuestras clases de educación primaria.
Recuerdo muy bien que todos nos movilizabamos a pie; y algunos teníamos dos rutas a escoger, ya fuera para ir a clases o para el regreso a casa.
Nos íbamos por la calle que nos llevaba desde nuestras casas a la escuela y que teníamos que pasar por el ojo de agua o bien nos íbamos por entre los cafetales para pasar por la parte alta del tajo, donde casi siempre, de regreso a nuestras casas, nos entreteníamos tirando piedras y rocas pequeñas desde la parte alta y verlas estrellarse contra el suelo al caer desde lo alto.
Vecina nuestra era doña Beca, la madre de Kilo, quién tenía como una sodita en una explanada que había por el comisariato.
Nos queda cerca la iglesia o templo católico, la carnicería de don Abilio, la caballeriza, los establos y el salón donde operaba el cine.
También podíamos ir a jugar a los guaginiquiles que había en un potrero donde estaba ubicada la parte donde iba a parar toda la brosa del café, y donde, pese a su olor característico, no nos impedía pasar horas de horas ahí jugando.
Nos divertía ir a jugar a los patios del Beneficio, en aquellos grandes planches que se usaban para extender los granos de café en su proceso de secado.
De vez en cuando darnos un chapuzón en alguna de las pilas que se usaban para el lavado del grano de oro y que para nosotros eran grandes piscinas donde poder darnos un baño y disfrutar nuestras aventuras.
Recorrer el Beneficio por donde estaban ubicados los hornos de secado y por donde más de una vez, al caer la tarde nos teníamos que retirar despavoridos por algo o alguien nos había asustado.
Subir a una segunda planta donde había unas grandes mesas de trabajo donde cada día acudían una gran cantidad de mujer a trabajar en el proceso de selección de los granos de café. L selección era manual y por tanto se ocupaban muchas manos y a las mujeres de la finca se les asignaba esa labor.
Disfrutar llendo a la carnicería, especialmente los días de matanza, ya fuera de un bovino o de un cerdo.
Aquello era un espectáculo que ninguno de nosotros quería perderse.
Caminar, ya fuera por abajo o rodeando el beneficio para llegar hasta la plaza de deportes donde los fines de semana, casi siempre había partidos de fútbol y poder deleitarnos viendo grandes jugadores y desde luego a nuestro aguilucho, nuestro portero Germán Delgado, pecho de hule.
Disfrutar de los paseos a las cataratas cuyo espectáculo siempre fue impresionante a nuestra vista y nos deleitávamos con su majestuosidad mientras nos dábamos un chapuzón aquellas cristalinas aguas o mientras disfrutábamos de nuestro pic nic.
Recuerdo que fue mi padre, como Director de la Escuela, el que promocionó el crear una huerta y que estaba en la parte baja de los terrenos que ocupaba la escuela y era huerta que manejaba don Eloy.
En esa misma huerta mi padre promovió la creación de un apiario que consistía en una serie de colmenas para la producción de la miel de abeja.
También mi padre promovió la creación de un cine y que la taquilla de las tandas de matiné de los días Domingos irían a dar a los fondos de la Junta de Educación que velaba por la escuela.
Cómo compensación a esa regalía se debía colaborar con el aseo y la limpieza del salón de cine y algunos estudiantes nos ofrecíamos para ir a ayudar, y fue en esas tardes de limpieza cuando tuve mi primer contacto con los ci*******os, pues ahí recogíamos las chingas o colillas de los ci****os y nos poníamos a fumar.
Mención especial me merece Ñor Lucas, un señor de alta estatura, pies descalzos, humilde y un labriego sencillo, que con su gamelgo blanco recorría las calles de Aquiares y que gustaba de llevar a nuestra casa uno que otro racimo de plátanos, de bananos, unas naranjas, chayotes yucas que el cultivaba.
Quisiera recordar a todos y poder mencionarlos pero dolorosamente escapan a mi memoria, pero puedo citar a Papito, a Martín Chucullo, a los hermanos Durán, a los Barquero, a Yenory Obando, a Florcita Serrano, a las hermanas Argentina Montero Mora y Teresita Montero Mora, a la niña Maruja, a los maestros Delfín Vindas, al maestro de música don Gabriel, a la niña Elsa, a don Eric Mejia y su esposa doña Olga y sus hijos e hijas que fueron grandes amigos nuestros.
Mencionar algunos personajes como doña Cora, don Enrique Thomas, don Adán Mora.
En fin, este es un pequeño retrato que mi memoria me permite revivir y recordar de mi Aquiares de los años 60's.
Querido amigo, querida amiga sería oportuno que usted, al leer estas líneas traiga a colación su experiencia y su vivencia de nuestro Aquiares y puedan agregar todo aquello que por falta de recuerdo yo haya omitido.