22/01/2022
Es cierto que para encontrarnos con Dios y con los seres de luz a los que recurrimos para llegar al Padre no necesitamos ir a ningún lugar. Es tan sencillo como "mirar para adentro", sentirnos, encontrarnos. Sin embargo hay lugares que favorecen ese encuentro, que por su vibración, por su energía, generan condiciones que favorecen la unidad con la Divinidad. "La Aurora" es uno de esos sitios, elegido por Dios y elegido por los hombres. Me emociona profundamente la misión de ese bendito lugar y aquel proceso que lo condujo a su destino. Me emociona enormemente la divina tarea de "Toto" Tonna y su familia. Como para graficar la obra de "La Aurora", o algo de ella, me gusta pensar en los miles y miles de hermanos que han peregrinado y peregrinan hasta ahí, seguro de que todos han recibido y reciben la atención de Dios.
Les dejamos algunos rengles del libro "San Pío de La Aurora" en los que se reproducen algunas de las palabras con las que Ángel María Tonna relató el proceso de construcción de la gruta en honor al Padre Pío.
Así contó Tonna el proceso de construcción de la gruta de “La Aurora”: «Corría el mes de enero de 1987, sentado en la galería de la amplia casa de campo y acompañado de mi esposa, Elena, trazaba líneas sobre un papel tratando de esbozar una silueta, algo que sentía muy dentro de mi corazón. Había una promesa que cumplir y me separaba de la fecha límite para cumplirla poco más de 4 meses. En ese momento, como enviados por Dios, llega a la casa una pareja, que sería de ahí en más miembro de esta gran cruzada. Después de conversar largo rato y de entrar en confianza les cuento de la promesa hecha, nada menos que a un hombre santo, a un fraile capuchino, quien en vida fuera mi asesor espiritual y me comprometiera a realizar esta obra. Los recién llegados, Guillermo Beckes y María de las Mercedes Schoenemman, hasta ese momento desconocidos, eran ni más ni menos que dos reconocidos escultores argentinos. Compenetrados de lo que les había contado comenzaron a sentir que la responsabilidad podía ser compartida, que ellos podían dar algo de sí para concretar la obra. Allí se comienza a pulir la idea de hacer la estatua del Padre Pío. Guillermo y Mercedes se instalan en “La Aurora” y comienzan a modelar. Mis indicaciones eran concretas. El Padre Pío me había dado instructivas, en sendas cartas que me envió cuando corrían los años 1948 y 1950, de que la estatua debía representarlo en su época de pujanza, de juventud. Un día, supervisando la obra, observo que la expresión del rostro no es la pensada, no era como el Padre Pío me lo había pedido. Se los hice saber y la cara de tristeza de los escultores también fue de resignación; y les dije: “Déjenla como está, no la toquen, que sea lo que Dios quiera”. Una vez que les di la espalda y me dirigía a la casa oí el llamado de los escultores: “Toto, Toto, la cabeza cayó al piso y se destruyó”. Nueve días de trabajo se escurrieron de sus manos cuando, sin que mediara una causa aparente, quedó hecha pedazos la cabeza de la estatua. Sólo 2 días llevó hacer la definitiva y esa... sí fue aprobada. El 25 de mayo de 1987, fecha en que el Padre Pío cumpliría 100 años, si viviera, y hora de cumplir la promesa, se inauguró la gruta con la estatua del Padre Pío; en el lugar exacto que él me indicara en una visión que tuve el 8 de enero de 1987, estando yo sentado a escasos metros de donde hoy se encuentra la gruta».