02/01/2025
En una carta que le envía la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi al escritor Julio Cortázar (en ese momento ella exiliada en Europa y él radicado en Paris), le dice lo siguiente: “En toda generación hubo un diluvio“.
La referencia bíblica -que además remite a las dictaduras militares latinoamericanas de los 70- es ineludible, pero también lo es el hecho de contemplar una certeza: cada época vital (sobre todo la juventud como tierra deforme que tiende a erigirse en medio de conflictos que parecen insalvables) se construye aún, y sobre todo, en las fatalidades en las que se ve inmersa (y cómo sale de ahí, si es que sale). Resulta el barro existencial imposible de eludir.
Es en este único aspecto que se puede considerar a la tragedia de Cromañón, de la cual se cumplen 20 años, como el diluvio de una generación que había hecho su educación sentimental en los 90 (la adolescencia de las primeras veces) y que ingresaba a la adultez (ese farragoso cúmulo de responsabilidades) en el siglo XXI.
El saldo de 194 muertes y miles de heridos (el número supera a las 1.432 personas) en un recital de rock fue una ola de horror que ninguna generación está preparada para surfear de la mejor manera. Y desde este punto, el que abre de forma terrible esta tragedia como una suerte de aleph del espanto, se manifiestan imágenes que llevan a considerar cómo se llegó a ese punto y cómo se siguió después de ese 30 de diciembre del 2004.
👉 La masacre de Cromañón dejó cicatrices profundas en una generación y redefinió las reglas del juego para el rock y la cultura popular. Hoy, dos décadas después, su impacto sigue vigente.
🔗 Leé la nota en el link de la bio.
✏️ Walter Lezcano ()
📸 Beatrice Murch