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01/23/2025
Sabías que?
Snape siguió a Remus Lupin y los estudiantes a la Casa de los Gritos debido a su desconfianza hacia Lupin y su rencor profundamente arraigado hacia Sirius Black.
Este momento representa una culminación de las tensiones entre ellos, así como el carácter obsesivo y vigilante de Snape.
Cuando se reveló que Sirius Black había entrado en Hogwarts y se creía que estaba buscando a Harry Potter, Snape estaba en alerta máxima, especialmente porque sospechaba que Lupin podría estar ayudando a Sirius. A lo largo del libro, Snape dejó claro que nunca había confiado en Lupin, en parte por su asociación pasada con los Merodeadores y en parte porque consideraba que su condición como hombre lobo lo convertía en una amenaza.
De hecho, Snape mostró su desconfianza desde el inicio, intentando exponer a Lupin al enviarle a Harry el libro sobre los hombres lobo, en un intento indirecto de que descubriera su secreto.
La noche en cuestión, Harry, Hermione y Ron siguieron a Scabbers (en realidad Peter Pettigrew) hasta el Sauce Boxeador, donde Sirius los esperaba. Lupin, al enterarse de que Sirius estaba allí, se dirigió rápidamente al lugar, sabiendo que era el momento de enfrentar la verdad sobre Peter Pettigrew.
Sin embargo, Snape, quien tenía acceso al Mapa del Merodeador debido a su propia vigilancia de Harry y sus amigos, descubrió que Lupin estaba en movimiento y decidió seguirlo. Snape utilizó la capa invisible para colarse tras ellos, determinado a demostrar que Lupin y Sirius estaban confabulados, lo cual encajaba con su percepción de ellos como los antiguos "Merodeadores".
Cuando Snape finalmente apareció en la Casa de los Gritos, su objetivo no era tanto proteger a los estudiantes, sino capturar a Sirius Black y exponer a Lupin. Estaba cegado por el rencor hacia ambos y estaba decidido a vengarse de las humillaciones que había sufrido en el pasado a manos de los Merodeadores.
Sin embargo, cuando Lupin y Sirius intentaron explicarle que el verdadero traidor era Peter Pettigrew, Snape se negó a escuchar. Enfurecido y lleno de odio, apuntó su varita hacia ellos, ignorando las súplicas de Harry y los demás para que los escuchara.
Esta escena muestra el carácter intransigente y amargado de Snape, incapaz de superar el dolor de su pasado y dejando que sus emociones nublaran su juicio. Aunque sus sospechas iniciales de que Lupin era un hombre lobo resultaron ser ciertas, no podía ver más allá de su resentimiento hacia Sirius y Lupin para reconocer la verdad sobre Peter Pettigrew, lo que casi impide que los hechos se aclaren.
En El Prisionero de Azkaban, este enfrentamiento subraya cómo el pasado de Snape continúa afectando su presente, y cómo su incapacidad para dejar atrás viejas heridas a menudo le lleva a tomar decisiones basadas más en su rencor que en una evaluación objetiva de la situación. Al mismo tiempo, su desconfianza hacia Lupin no es injustificada, dado que la conexión de Lupin con los Merodeadores nunca permitió que Snape lo viera con neutralidad.