
05/17/2024
- El daño que ha hecho el castrismo no es solo a la economía, a la infraestructura, a la industria, a las tierras cultivables. El daño más nocivo y, a todas luces, casi irreversible ha sido contra el cubano, contra su libertad y su capacidad de sentir dignidad y vergüenza.
En 65 años, nos han convertido en gente mezquina, envidiosa, capaces de desearle el mal a un vecino porque le va mejor que a otros y porque necesitamos que se sienta tan miserable como el resto.
Ese daño llega incluso a otros países a los que emigra el cubano. No se le desaparece esa ansia de acaparar productos porque piensa que se van a acabar, recicla y reusa muchas cosas desechables porque ya es costumbre vivir con tanta escasez.
En Cuba, la gente se llevaba el papel sanitario de cualquier baño porque no tenía en casa. Alguien lo invitaba a comer a algún sitio y el cubano devoraba hasta los manteles. Se robaban las bolsas plásticas de las tiendas, iban a la Feria del Libro a ver si conseguían almanaques, folletos, bolígrafos, calcomanías. Esperaban que llegara la Feria Internacional de La Habana, en ExpoCuba, para rogarle a los extranjeros en cada pabellón una jabita con llaveros o un bloc de notas, o cualquier revista promocional. El lío era llevarse algo y llegar a la casa con cualquier mi**da en la mano. Yo conocí cubanos en España que habían hecho el hábito de ir a «desayunar» a un supermercado de la cadena Día porque ponían muestras de galleticas, panes o café todas las mañanas. Lo más triste es que muchas de esas malas costumbres persisten todavía.
Nos dejamos convertir en esclavos estomacales mientras perdíamos todos los otros derechos humanos, de los cuales nadie se atrevía a hablar porque el castrismo se encargó de que los viéramos como una «patraña del imperialismo».