12/09/2024
Radio La Trompeta Final.
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Los «lugares altos»
a) El nombre. Hablando de los santuarios cananeos o de los que los israelitas establecieron a su semejanza, la Biblia los de- signa a menudo como bámót, que la Vulgata traduce por excelsa y que las versiones modernas traducen por «lugares altos». Esta traducción no es exacta, o por lo menos reclama alguna expli- cación.
Se ignora a qué raíz verbal se deba adscribir la palabra, que quizá sea presemítica.
El equivalente ugarítico designa la «espalda» o el «tronco» de un animal; el correspondiente acádico tiene el mismo sentido, pero significa también un relieve topográfico, una «cresta o altura». En la Biblia, fuera de su empleo cultual y de algunos textos inciertos, bámah significa la «espalda» de los ene- migos en Dt 33,29, las «alturas» terrestres sin más detalle en Dt 32,13; Is 58,14; Miq 1,3; Am 4,13; Hab 3,19; Sal 18,34; la «es- palda» de las nubes, Is 14,14; las «olas» del mar, Job 9,8. La pa- labra insinúa, pues, la idea de ajgo en relieve, en saliente, pero no, o por lo menos en sí misma, la idea de una montaña o de una colina.
b) Situación de los «lugares altos». Esto se confirma por las in- dicaciones que da la Biblia sobre el emplazamiento de las bámót. Es muy cierto que algunas, quizá muchas, estaban establecidas sobre alturas: de la ciudad de Samuel se «sube» a la bámah vecina, ISam 9,13.14.19, y se «baja» de ella, ISam 9,25. En Ez 20,28-29, el nombre de bámah se explica, por un juego de palabras, como el nombre de la colina elevada adonde se va para sacrificar, y el culto de las bámót se pone junto al culto sobre las colinas en 2Re 16,4; 17,9-10. Sobre la montaña, a oriente de Jerusalén, construyó
Salomón una bámah para Kemós y Milkom, IRe 11,7. Ra- zón suficiente de tales emplazamientos es que, como ya se ha visto, las alturas parecían ser sitios designados para el establecimiento de un lugar de culto. Pero había también bámót en otras partes, en las ciudades, IRe 13,32; 2Re 17,29; 23,5; a la puerta de Jeru- salén, 2Re 23,8. Según Ez 6,3, Yahveh anuncia a las montañas y a las colinas, pero también a los barrancos y a los valles, que va a destruir sus bámót.
En el valle de Ben-Hinnom, en Jerusalén, se hallaba la bámah de Tofet, Jet 7,31; 32,35. En estos últimos pasajes no cuadra la traducción de «alto lugar». El único signifi- cado que se adapta a todos los textos es el de «mota, terrero» con destino cultual. Se pudo utilizar una elevación natural, el saliente de una roca, pero parece ser que tales motas eran por lo regular artificiales: así pueden explicarse los textos que hablan de las bámót que se «construyen», IRe 11,7; 14,23; 2Re 17,9; 21,3; Jer
19,5; que se «derriban» o «destruyen», 2Re 23,8; Ez 6,3.
c) El testimonio de la arqueología. Recientes descubrimientos ilustran esta explicación de la bámah. En Meguiddó se ha sacado a luz una plataforma oval de 8 y 10 metros de ancho conservada en una elevación de 1,80 m; está construida con gruesas piedras y tiene una escalera de subida, en un recinto rectangular. Data de mediados del tercer milenio y fue utilizada durante varios siglos. Consta que allí se ofrecían sacrificios y que luego se le fueron anexionando templos. En Nahariyah, cerca de Haifa, al lado de un pequeño santuario datado de los siglos XVIII-XVII a.C, se eleva- ba un montón de piedras vagamente circular, que al principio tuvo 6 metros de diámetro y luego fue ampliado hasta 14. Una plataforma semejante se ha puesto al descubierto en Hasor, en un santuario del siglo xm a.C. Al sudoeste de Jerusalén, en una cresta cerca de malhah, hay una serie de motas artificiales, dos de las cuales se han excavado.
La mejor conservada tiene 25 me- tros de diámetro y consiste en un montón de tierra y de piedras contenido por un muro poligonal; se subía a la parte superior por escaleras construidas a este objeto. La alfarería aneja a la bámah es del siglo VII-VI a.C.
No podemos dudar en llamar a estas instalaciones bámót. Se extienden desde la antigua época cananea hasta el final de la épo- ca monárquica en Judá; fueron, pues, lugares de culto, las primeras, de los cananeos, y las últimas, de los israelitas. Están situadas en una ciudad, en Meguiddó, o cerca de una ciudad, Nahariyah
(el emplazamiento de la antigua ciudad se ha descubierto muy cerca), sobre una altura en campo raso, en malhah, es decir, en los diversos emplazamientos en que la Biblia sitúa las bámót.
d) La instalación cultual. Siendo el «lugar alto» un lugar de culto, comporta necesariamente un altar. La mota misma a la que el altar debe su nombre, la bámah, pudo servir a este efecto, pero pudo también sostener un altar construido, y no faltan textos que mencionan el altar como elemento del «lugar alto», 2Re 21,3; 2Par 14,2; Ez 6,6.
Pero los accesorios más característicos son la massebah y la 'áserah, que a propósito de los «lugares altos» se mencionan en IRe 14,23; 2Re 18,4; 23,13-14; 2Par 14,2. Es preciso añadir los textos que, sin hablar explícitamente de la bámah, se refieren evi- dentemente al mismo culto, Éx 34,13; Dt 7,5; 12,3; 16,21-22; Miq 5,12-13. Por lo demás, este mobiliario no pertenece exclusivamente a los «lugares altos»: en el templo de Baal, en Samaría, había instalado Acab una 'áserah, según IRe 16,33, y una massebah,
según 2Re 3,2.
La massebah es una piedra erguida, una estela conmemorativa.
Queda como testimonio de una alianza o de un compromiso, Gen 31,45.51-52; Éx 24,4; Is 19,19-20; cf. la piedra erigida por Josué en el santuario de Siquem, Jos 24,26-27; o bien es memorial de un difunto, Gen 35,20; 2Sam 18,18. Como objeto de culto, no es la evo- cación de una manifestación divina, sino de una presencia divina.
Después de la visión de Betel, Jacob erige como massebah la piedra que le había servido de cabecera y declara que es una bét-el, una «casa de Dios», Gen 28,18, cf. 31,13, y la tradición paralela de Gen 35,14. De ahí a considerar tal piedra como una representa- ción de la divinidad, no había más que un paso, y este paso se dio sin que para ello fuese necesario que la piedra estuviese ta-
llada en forma de imagen.
Aun permaneciendo bruta, seguía siendo un símbolo divino. Así se comprende que, no obstante el uso le- gítimo de que dan testimonio los textos antiguos, las massebót fuesen condenadas juntamente con los otros accesorios del culto cananeo. En algunos de estos textos massebah está próxima a pesél, «ídolo de talla», Lev 26,1; Dt 7,5; 12,3; Mip 5,12.
La massebah era el símbolo de la divinidad masculina; 2Re 3,2 habla de la massebah de Baal, cf. 2Re 10,26-27, cuyo texto es incierto. La divinidad femenina estaba representada por la 'áserah. Este nombre designa a la vez a la diosa y su símbolo cultual.
La diosa Aserá es conocida por los textos de Ras Samra como asociada al dios El; en la Biblia está asociada a Baal, Jue 3,7; 2Re 23,4. En cuanto a la 'áserah, estaba hecha de madera, Jue 6,26, se podía cortar, Éx 34,13; Jue 6,25, y quemar, Dt 12,3; 2Re 23,6.15. Podía ser, a lo que parece, un árbol vivo que se plan- ta, Dt 16,21, o que se arranca, Miq 5,13; 2Re 23,14; pero también, y más a menudo, era un objeto de madera que se fabrica, IRe 14,15; 16,33; 2Re 17,16; 21,3; Is 17,8; que se erige como las massebót, 2Re 17,10, y que queda erigido, 2Re 13,6; Is 27,9; lo que evoca la idea de un poste o de un jalón. No podemos precisar su aspecto exterior y no existen pruebas de que tal poste estuviese esculpido para figurar a la diosa.
A este moblaje de las bámót añaden algunos textos los ham- mánim, Lev 26,30; 2Par 14,4; 34,4.7; Ez 6,4.6.
Fuera de las bámót, la palabra no se encuentra sino junto con la 'áserah, Is 17,8, con el altar y la 'áserah, Is 27,9. No se trataba de objetos voluminosos, puesto que, según 2Par 34,4, se podían colocar sobre el altar. Durante largo tiempo se han interpretado como «pilares del sol», pero inscripciones nabateas y palmirenas certifican el sentido de «altares de incienso». Ninguno de los textos que hablan de ello es anterior a la cautividad, y el más antiguo de ellos parece ser Ez 6,4 (Is 17,7-8 es considerado generalmente como una aña- didura). En algunas excavaciones de Palestina, sobre todo en La- kís, se han encontrado, de la época postexílica, pequeños objetos de piedra de forma cúbica o alargada, cuya parte superior está provista de una concavidad en forma de cupulilla que tiene hue- llas de combustión: se los puede interpretar como hammánim.
Es posible que este nombre y este tipo especial de pebeteros fuesen introducidos en época tardía en Palestina, pero las ofrendas de incienso, sin la mención de los hammánim, están asociadas con el culto de las bámót en la redacción deuteronómica de los libros de los Reyes, IRe 3,3; 22,44; 2Re 12,4, etc.; se ofrecen sobre las terrazas de las casas según Jer 19,13; 32,29, y son ya un elemento del culto sobre las alturas en Os 4,13. Probablemente estas fumi-
gaciones se hacían entonces sobre soportes más grandes que los hammánim de Lakís; se pueden llamar «altares de incienso» los pe- beteros en terracota de época cananea conocidos por las exca-
vaciones, y los pequeños altares de piedra hallados en Meguiddó 7
y en Siquem, que datan de la monarquía israelita
La biblia habla con insistencia de los lugares altos establecidos en umbrías, «bajo todo árbol verdegueante» , lo que indica que eran santuarios al aire libre, pero podían también comportar construcciones. Cuando hablando de un «lugar alto» se dice sim- plemente que está «construido», esto puede significar, como ya hemos visto, la erección del terrero artificial, la bámah. Pero existen textos que suponen la presencia de edificios cubiertos. Según ISam 9,22, en el lugar alto de la ciudad donde residía Samuel había una «sala» que podía contener a una treintena de comen- sales. En el gran lugar alto de Gabaón, el lugar donde Salomón pasó la noche y tuvo en sueños una aparición de Yahveh, IRe 3,5, estaba probablemente construido. Diversos textos hablan de las «casas», de los templos de las bámót la que Jeroboam cons- truyó en Betel, IRe 12,31, aquellas en que los colonos samaritanos introdujeron sus ídolos, 2Re 17,29, e hicieron oficiar a sus sacer- dotes, 2Re 17,32, y que fueron demolidas por Josías, 2Re 23,19.
e) «Lugares altos» y culto funerario. Parece ser que las bámót sirvieron también para el culto funerario. Ya hemos visto que una estela, una massebah, podía marcar una tumba, Gen 35,20, o conmemorar a un difunto, 2Sam 18,18. Por otra parte, se levan- taban montones de piedras sobre ciertas sepulturas, Jos 7,26 (Akán); 8,29 (el rey de Ay); 2Sam 18,17 (Absalón). Estos terreros o túmulos funerarios tenían la misma apariencia que el terrero cultual con que hemos definido la bámah. Ahora bien, el manus- crito de Isaías descubierto en Qumrán permite traducir así a Is 53,9: «Se le ha asignado su sepultura en medio de los impíos y su bámah con los ricos (o los malvados, o los demonios).» Con un simple cambio de vocalización, el texto incomprensible de Job 27,15 significa: «sus sobrevivientes serán sepultados en bámót y sus viudas no los llorarán». Ez 43,7, sin ninguna corrección, dice: «No mancillarán ya mi santo nombre con sus prostituciones y con las estelas funerarias de sus reyes en sus bámót», cf. Ez 43,9. La palabra traducida aquí por estela funeraria es peger, que en la Biblia significa ordinariamente «cadáver», pero que en los textos de Ras Samra tiene el sentido de «monumento, estela».
La palabra es, pues, el equivalente de massebah y aparece en relación con los «lugares altos» en Lev 26,30, que en ese caso se puede tradu- cir: «Destruiré vuestros lugares altos (bámót), aniquilaré vuestros altares de incienso (hammátúm), amontonaré vuestras estelas (pe-
ger) sobre las estelas (peger) de vuestros falsos dioses.»
La arqueología añade su testimonio: en lo que con razón se llama el «lugar alto» de Guézer, había una hilera de estelas y en Hasor se acaba de descubrir un santuario cananeo en el que se hallaban erigidas estelas: tanto las unas como las otras conmemoraban sin duda a difuntos de elevada categoría. Estas conclusiones son probables, pero no se deben llevar demasiado lejos: los «lugares altos» esta- ban destinados al culto en general, del que las prácticas funerarias sólo eran un elemento.
f) Legitimidad de los «lugares altos». Al principio, la religión de Israel no condenaba estos lugares de culto. Samuel ofrece un sacrificio en el lugar alto de su ciudad, ISam 9,12s, Gabaón tenía «el más grande lugar alto», donde Salomón sacrificó y fue favore- cido con una comunicación divina, IRe 3,4s. Estos santuarios fue- ron frecuentados por los israelitas hasta el fin de la monarquía. Es cierto que Ezequías quiso destruirlos en un primer empeño por centralizar el culto, 2Re 18,4, pero Manases los restableció, 2Re
21,3, y así subsistieron hasta la reforma de Josías, 2Re 23, donde 9
se ve que se trata evidentemente de santuarios de Yahveh . Continuaban, sin embargo, tradiciones cananeas, a menudo en el mis- mo emplazamiento. Era grande la tentación de practicar allí un culto sincretista, de poner al fedo del altar de Yahveh la estela de Baal y el poste sagrado de Aserá, de introducir las prácticas in- morales y los ritos funerarios de los cananeos. Contra todo esto reaccionaban con frecuencia los profetas y, si a veces atacan de manera explícita los bámót, Os 10,8; Am'7,9; Jer 7,31; cf. 19,5; 32,35, es por razón de las faltas cultuales que allí se cometían. La persistencia de estos abusos y el movimiento de centralización del culto dieron lugar a la reprobación de los «lugares altos» sin dis- tinción, y los bámót se convirtieron en sinónimos de santuarios paganos, o por lo menos de santuarios ilegítimos, en la censura que el redactor deuteronomista de los libros de los Reyes inflige a todos los reyes de Israel y de Judá, a excepción de Ezequías y de
Josías, y en los textos tardíos del Pentateuco.
Bendiciones.