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30/01/2025
Anabel Belloso es un símbolo de dignidad y fortaleza para las mujeres en nuestro país. A pesar de haber sido diputada, su vida refleja una profunda calidad humana que se manifiesta en su compromiso con la comunidad. Ella ha optado por enfrentar los desafíos cotidianos con valentía, demostrando que el verdadero valor no se mide por el poder o la riqueza, sino por la integridad y el esfuerzo que dedicamos a mejorar nuestras vidas y las de los demás.
Su historia es un recordatorio de que muchas mujeres, a pesar de haber ocupado roles en la función pública, eligen mantenerse cercanas a sus raíces y luchar por la justicia social. Anabel representa a todas esas mujeres que enfrentan adversidades mientras defienden sus principios y buscan dignificar su trabajo.
Sin embargo, es profundamente irónico y patético que quienes critican a Anabel por esforzarse y salir adelante son los mismos que callan ante los verdaderos problemas que afectan nuestro país: desde la amenaza letal de la minería hasta las graves violaciones a los derechos humanos. Esta doble moral es repugnante. Aquellos que se atreven a señalar a una mujer trabajadora son los mismos que callan ante los lujos desmedidos de algunos funcionarios actuales. ¿Cómo pueden mirar hacia otro lado ante el helicóptero de lujo adquirido por más de $5 millones o mansiones y autos ostentosos comprados con dinero del pueblo?
Esos mismos funcionarios, que se permiten salarios exorbitantes —algunos alcanzando hasta $41 mil mensuales— o que pasan sus fines de semana viajando fuera del país para asistir al estadio y ver el partido entre el Barcelona y el Real Madrid pagado con el dinero del pueblo, son los que critican a quienes se levantan cada día para trabajar con dignidad. Su falta de humanidad es abrumadora; prefieren atacar a quienes luchan por un futuro mejor en lugar de enfrentar sus propias hipocresías.