10/06/2022
Autofagia: cuando comernos a nosotros mismos alarga la vida
En los últimos meses, la pandemia de COVID-19 nos ha recordado la vital importancia de un hecho tan simple como el de lavarnos bien las manos. Quizá hoy nos sorprenda que los hábitos generalizados de higiene hayan sido adquiridos muy recientemente por nuestra especie. De hecho, gracias a ellos hemos aumentado considerablemente nuestra esperanza de vida.
No es de extrañar, por tanto, que la limpieza de nuestras células también resulte vital para nuestra salud. El mecanismo encargado de mantener las células “impolutas” se denomina autofagia.
Autofagia y ayuno
La autofagia es un proceso que renueva nuestras células de forma constante, evitando que se acumulen productos de deshecho y componentes que ya no funcionan bien. Las herramientas que la célula utiliza para ello son unas pequeñas vesículas microscópicas llamadas autofagosomas.
Estos autofagosomas actúan de forma parecida a como lo hacen los modernos robots aspiradores domésticos. Es decir, se mueven por el interior celular y “engullen”, como si aspiraran el polvo acumulado, pequeñas porciones de la célula, convirtiendo todo lo que encuentran en energía y moléculas esenciales. Este proceso ocurre de forma constante, a una intensidad baja pero suficiente para mantener nuestras células en óptimas condiciones. Hasta llegar a renovar todo su contenido a lo largo del tiempo.
En ocasiones concretas, por ejemplo cuando la energía escasea, las células son capaces de incrementar su autofagia para abastecer la demanda de nutrientes y elementos esenciales. Y de paso, aceleran la renovación de las estructuras celulares, retrasando el envejecimiento.
De hecho, es muy probable que el aumento de la autofagia celular sea uno de los mecanismos por los que el ayuno, esa práctica ancestral en varias culturas y cada vez más popular en occidente, proporciona importantes beneficios para nuestro organismo.
La autofagia siguió siendo un misterio hasta finales de los años 90, cuando unos pocos visionarios, entre ellos el Premio Nobel de medicina Yoshinori Ohsumi, empezaron a entender lo esencial de este proceso y a vislumbrar sus profundas implicaciones.