07/08/2024
Señores de 50 años con emoción abriendo una cajita feliz de Yugi-Oh! X Hello Kitty and Friends.
Se fiel a tus pasiones, aficiones y gustos.
Si lo que disfrutas no hace daño a nadie, no tengas pena en demostrarlo.
Mucho texto: Hoy como buen fanático del anime, de lo friki y de Mc Donald’s, fui desde el día 1 al restaurante de mi ciudad para no perderme ningún modelo de la colección, a pesar de salir tarde del trabajo, me apresuré para llegar y oh sorpresa, una fila inmensa para poder adquirir la cajita feliz con los coleccionables tan deseados, que cuando salieron en USA, por no leer bien, hace ya más de 4 meses, vine a reclamar a que me dieran mi juguete de temporada.
Prosigo, cuando analicé la fila, no era el único loco que había salido del trabajo directo a Mc Donald’s, en su mayoría eran personas adultas, muy pocas familias con niños, algunos con ropa fresca y casual, pero varios, con uniforme del trabajo y en sus rostros se veía el cansancio que suele dejar los cierres de mes, pero con la emoción de tener, (en palabras de una señora un poco irrespetuosa), su mentado juguete.
Como saben, me encanta observar que sucede a mi alrededor para poder, en ocasiones, escribir estos textos. Entonces vi que varios adultos de más de 40 años, hombres y mujeres, se dieron una escapada de la rutina para venir por el mentado juguete de temporada. Fue buena la campaña de mkt que hicieron, porque la gente, a pesar de la hora, seguía llegando.
Me llamó la atención dos comensales en particular.
1.- Un señor que iba solo, mayor de 50 años, camisa tipo polo azul cielo, canoso y con lentes, cabello corto tal vez disimulando la pérdida del mismo, un semblante de agotamiento tras una jornada calurosa de trabajo, lo vi pusilánime y taciturno en la fila, su mirada no se apartaba del piso, como si de romper la loseta con la vista se tratara, con nerviosismo pidió su cajita feliz, diciendo: Disculpe, perdón jeje, pero quisiera dos cajitas, ¿se puede? (Creo que se sentía un poco avergonzado al ser un producto normalmente relacionado para niños y por la mirada juzgadora de algunas señoras).
Se sentó al final del restaurante, jugando con sus manos, nervioso, rascando su cabeza, piernas temblando, todo un manojo de nervios.
¿Qué pasó? Llamaron al número de orden 238, el se levantó y su rostro… más bien en lo ojos, llevaba esa sonrisa tímida, ya saben, esa “sonrisa de mirada” cuando algo nos emociona.
Recibió sus dos cajitas, regresó a la mesa donde su mochila lo esperaba, tomó los juguetes con delicadeza, solo quedaban dos modelos, no se mucho de Yugi-Oh! Tal vez mi amigo Luis, quien era fanático de jugar cartas y gracias a ellas aprendió inglés, si sepa, pero esa es otra historia, ¡Obelisco y Exodia! Presté más atención en cómo acomodaba las cajitas y tomaba fotos, después las abrió con gran calma y sutileza, mostrándole la luz y el mundo por primera vez a esos artilugios que venían desde muy lejos empaquetados, sonrió tan grande que los músculos de su cara no bastaban para expresar su felicidad, exclamó, por fin, son los que quería. Se llevó el nudillo de su dedo índice en forma de gancho a los ojos, tal vez secando una pequeña lágrima de emoción, la manera en la que los cargaba era hipnótico, como si quisiera que levitaran. Acomodó sus cajitas, puso los empaques a un lado y enfrente los peluches de Tuxedosam x Obelisco y Pompompurin x Exodia.
Parpadeó varias veces, pegó su mentos al pecho, estiró los brazos, el gesto típico que hacen los papás o de vista cansada para enfocar, alejándose para tener el mejor encuadre, hizo una sonrisa invertida, se escuchó el click y pronunció, que gran foto, sonrió más, abrazó sus juguetes, en ese instante, existía solo él y nada más que él en ese momento de gloria, aquel hombre cohibido había desaparecido, la felicidad lo había raptado, tomó a los juguetes por la cintura y los hizo bailar el tinguiriringui o como se le llame cuando cargamos a un bebé recién nacido y lo hacemos bailar en el aire, ese apapacho cálido que normalmente nuestros padres o abuelos nos hicieron de pequeños.
Juntó sus manos en puño como si de orar con fervor se tratara, las pegó en su frente, su sonrisa no se apartaba. Comió, guardó con amor sus juguetes y se fue.
¿Cuántas veces nos permitimos disfrutarnos genuinamente? ¿Qué tanto nos contamina la sociedad para avergonzarnos de ser quienes somos?
2.- El segundo caso es más corto, pi**he wey me ganó y se llevó las últimas piezas de los 3 modelos que me faltaban, y todavía se burló, pero estaba con su esposa y los dos disfrutaban de esa pasión.
Bueno, esto los escribí esperando mis 3 cajitas (porque otaku). Tengo que ir a casa porque hay frijoles, literal, al menos ya tengo lunch para mañana.