03/05/2022
El asesino de las colegialas
Edmund Kemper nació en 1948 en California, Estados Unidos. Vivía con su madre (padres separados), quien no solo era alcohólica, sino que lo maltrataba física y psicológicamente. Si bien sus notas en la escuela eran buenas, era víctima de bullying por parte de sus compañeros por ser mucho más alto que el promedio. Todos estos problemas, provocaron que comenzara a desarrollar un trastorno de personalidad antisocial. Para canalizar su ira, empezó a maltratar y asesinar animales, de formas inenarrables; inclusive asesinó al gato de la familia.
Cuando se enojaba con sus hermanas, desmembraba sus muñecas a modo de venganza. Además, en una ocasión confesó sentirse atraído por una profesora y dijo que solo podría ser capaz de besarla si la mataba. Horrorizada y ante el miedo de que abusara de sus hijas, la madre lo encerró en el sótano. Al final, el padre lo llevó a casa de sus abuelos paternos en donde siguió sufriendo maltratos.
Para agosto de 1964 (15 años), en un ataque de ira asesinó con una escopeta a su abuela y luego enfurecido atacó su cadáver con un cuchillo. Luego mató a su abuelo; esto lo hizo para “evitarle la tristeza”.
Fue internado en un hospital psiquiátrico y gracias a su inteligencia, obtuvo acceso a manuales de psiquiatría, los cuales estudió para engañar a su psiquiatra. Fue así como obtuvo la libertad condicional a sus 18 años y volvió a casa de su madre. Los 3 años siguientes fueron “ejemplares” y por eso sus antecedentes criminales fueron borrados de los registros.
Pero ya a partir de 1972, el asesino que había en él volvió a la luz. Como su madre trabajaba en la Universidad de Stanford, él utilizó esa ventaja para pegar pegatinas en su auto y así, engañar a estudiantes mujeres. En total, asesinó a 6 universitarias y con sus cadáveres practicaba necrofilia. Como era muy inteligente, la policía no pudo encontrarlo.
El peor de sus crímenes llegó en abril de 1973, cuando aprovechó que su madre estaba borracha para matarla a martillazos y luego degollarla con un cuchillo. Después agarró la cabeza por los pelos y se practicó s**o oral. Por último, la colocó en un estante y practicó dardos con ella.
Horas después, se bañó para ir a un bar y en el camino se encontró a la amiga de su madre, a quien estranguló. Su primer reflejo fue tomar sus armas y escapar, creía que la policía en cualquier momento lo detendría, pero nada. Se sintió muy frustrado porque nadie le prestaba atención y la policía aún no descubría sobre sus as*****tos a universitarias. Decidió volver a su casa y de ahí llamó a la policía para entregarse.
En el juicio confesó absolutamente todos los detalles y pidió la condena de muerte, pero como esta estaba suspendida, le dieron 8 cadenas perpetuas. Según confesó luego, su odio y ganas de matar se esfumaron para siempre.
Se sabe que ayudó al FBI y aportó información valiosa para entender cómo funciona la mente de un asesino en serie.