27/12/2024
Dos amigas en un bar hablan con entusiasmo, analizando y comentando cada aspecto de la personalidad de sus conocidos, y lo hacen con la convicción de quien sabe algo del tema: el amigo que ha dejado de contestar los mensajes es, sin duda, un narcisista; la amiga que se hace selfies es insegura, tiene baja autoestima.
En los últimos años, el lenguaje psicológico se ha vuelto cada vez más dominante en nuestra cultura, una consecuencia también del aumento del malestar psicoemocional con el que viven muchas personas.
Un ejemplo de ello es el uso frenético de la palabra "tóxico", que ahora impregna nuestra cultura y parece utilizarse a menudo como una generalización -bastante radical- para clasificar todo lo que nos resulta difícil de sobrellevar. Hay padres tóxicos, relaciones tóxicas, entornos laborales tóxicos, e incluso feminidad o masculinidad tóxicas.
Pero etiquetar constantemente los distintos elementos como tales es en realidad un comportamiento tóxico en sí mismo, porque esta palabra, como todas las etiquetas en general, es un atajo emocional que ignora la complejidad de las relaciones humanas.
Cuando nos enfrentamos a nuestras propias angustias, problemas o defectos de comportamiento, y a los de las personas que nos rodean, los enmarcamos en patologías porque, a menudo, no sabemos cómo abordar la situación.
Esta actitud precipitada nos libera, de alguna manera, de la dificultad de entrar en contacto con la complejidad y de cuestionar nuestras certezas.
Así, por un lado, tenemos una mayor conciencia sobre lo que son los trastornos mentales y poco a poco vamos superando el estigma de que ir a terapia es una vergüenza. Por otro, sin embargo, parecemos cada vez más obsesionados con la idea de etiquetarlo todo: nuestra propia personalidad y la de los demás.
https://mexicopragmatico.com/le-decimos-toxicos-a-todos-los-comportamientos-que-no-nos-gustan-tenemos-que-bajarle-tantito/