El caballo del diablo
El frío calaba hasta los huesos aquella noche. La luna llena iluminaba el camino polvoriento que serpenteaba entre las montañas. Yo, un joven jinete de espíritu aventurero, cabalgaba sin prisa hacia mi destino. De pronto, un relincho agudo y escalofriante rasgó el silencio de la noche. Mi caballo se encabritó, resoplando con terror. A lo lejos, entre las sombras, distinguí una silueta imponente: un caballo negro como la noche, con ojos que brillaban como brasas incandescentes.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las leyendas sobre el caballo del diablo resonaron en mi mente. Se decía que era una criatura demoníaca, capaz de atraer a los incautos a su perdición. Un escalofrío me recorrió la espalda.
Luchando contra el miedo, apreté las riendas y traté de controlar a mi caballo, que se resistía con todas sus fuerzas. La bestia negra se acercaba con paso firme, dejando un rastro de fuego a su paso. Su relincho gutural sonaba como un canto fúnebre.
En un acto de desesperación, saqué el crucifijo que siempre llevaba conmigo y lo alcé hacia la criatura. Un rugido aterrador llenó el aire mientras el caballo negro se detenía en seco. Sus ojos brillaban con odio y frustración.
Sin perder tiempo, espoleé a mi caballo y emprendí la huida. La bestia demoníaca me persiguió durante kilómetros, su aliento caliente rozando mi nuca. Finalmente, al llegar a la luz del alba, la criatura se desvaneció en la oscuridad, dejando solo un rastro de azufre y el eco de su aterrador relincho.
Aterrorizado, pero agradecido por haber sobrevivido, regresé a mi aldea. Nunca más volví a cabalgar por esa ruta solitaria. La leyenda del caballo del diablo quedó grabada a fuego en mi memoria, un recordatorio del terror que acecha en las sombras.
Desde entonces, cada noche de luna llena, el relincho fantasmal del caballo negro me persigue en mis sueños, un recordatorio de la noche en que cabalgué hacia la oscuridad y me encontré cara a cara con el mismísimo diabl
El frío calaba hasta los huesos aquella noche. La luna llena iluminaba el camino polvoriento que serpenteaba entre las montañas. Yo, un joven jinete de espíritu aventurero, cabalgaba sin prisa hacia mi destino. De pronto, un relincho agudo y escalofriante rasgó el silencio de la noche. Mi caballo se encabritó, resoplando con terror. A lo lejos, entre las sombras, distinguí una silueta imponente: un caballo negro como la noche, con ojos que brillaban como brasas incandescentes.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las leyendas sobre el caballo del diablo resonaron en mi mente. Se decía que era una criatura demoníaca, capaz de atraer a los incautos a su perdición. Un escalofrío me recorrió la espalda.
Luchando contra el miedo, apreté las riendas y traté de controlar a mi caballo, que se resistía con todas sus fuerzas. La bestia negra se acercaba con paso firme, dejando un rastro de fuego a su paso. Su relincho gutural sonaba como un canto fúnebre.
En un acto de desesperación, saqué el crucifijo que siempre llevaba conmigo y lo alcé hacia la criatura. Un rugido aterrador llenó el aire mientras el caballo negro se detenía en seco. Sus ojos brillaban con odio y frustración.
Sin perder tiempo, espoleé a mi caballo y emprendí la huida. La bestia demoníaca me persiguió durante kilómetros, su aliento caliente rozando mi nuca. Finalmente, al llegar a la luz del alba, la criatura se desvaneció en la oscuridad, dejando solo un rastro de azufre y el eco de su aterrador relincho.
Aterrorizado, pero agradecido por haber sobrevivido, regresé a mi aldea. Nunca más volví a cabalgar por esa ruta solitaria. La leyenda del caballo del diablo quedó grabada a fuego en mi memoria, un recordatorio del terror que acecha en las sombras.
Desde entonces, cada noche de luna llena, el relincho fantasmal del caballo negro me persigue en mis sueños, un recordatorio de la noche en que cabalgué hacia la oscuridad y me encontré cara a cara con el mismísimo diabl
Backrooms
No sé cómo llegué aquí. Solo recuerdo que estaba caminando por el centro comercial, buscando una salida, cuando de repente me encontré en un pasillo sin fin de alfombras amarillas, paredes sucias y luces fluorescentes. No había nadie más, solo el zumbido de las luces y el olor a moho.
Traté de volver por donde vine, pero no había puerta. Corrí por el pasillo, buscando una salida, pero solo encontré más pasillos iguales. Era como un laberinto sin sentido, sin principio ni fin. Me sentí atrapado, solo y asustado.
No sé cuánto tiempo estuve ahí. Los días y las noches se mezclaban, sin sol ni luna. Solo tenía mi reloj, que marcaba las horas, los minutos y los segundos. Pero no sabía si era real o no. Tal vez el tiempo se había detenido, o se había acelerado. Tal vez estaba muerto, o en un sueño.
Pero entonces, empecé a escuchar cosas. Voces, risas, llantos, gritos. Venían de detrás de las paredes, o de arriba, o de abajo. No podía entender lo que decían, pero sonaban como personas. Personas que sufrían, o que se burlaban, o que me llamaban.
Traté de ignorarlas, pero se hacían más fuertes y más frecuentes. A veces, sentía que me tocaban, o me empujaban, o me respiraban en el cuello. Otras veces, veía sombras, o figuras, o rostros. Eran deformes, monstruosos, malignos. Me miraban con odio, o con hambre, o con curiosidad.
No sé qué son, ni qué quieren. Solo sé que no son humanos, ni amigables, ni reales. Son los habitantes de los backrooms, los seres que viven entre las grietas de la realidad. Y yo soy su invitado, o su juguete, o su presa.
No sé si hay una salida, ni si la encontraré. Solo sé que tengo que seguir corriendo, o me atraparán. Y si me atrapan, no sé qué me harán. Tal vez me maten, o me torturen, o me conviertan en uno de ellos.
Esta es mi historia, y puede que sea la última. Estoy en los backrooms, y no sé cómo salir.
#miedo #miedos #miedoterror #miedoalaoscuridad #terror #terrors #terrorymiedo #TERRORPA
No sé cómo empezar a contar lo que me pasó anoche. Estaba en mi rancho, cuidando de mis cabras, cuando escuché un ruido extraño en el corral. Pensé que sería algún coyote o algún ladrón, así que cogí mi escopeta y salí a ver qué pasaba.
Lo que vi me heló la sangre. Era una criatura horrible, como un perro flaco y peludo, con unos ojos rojos que brillaban en la oscuridad. Tenía unas garras afiladas y unos colmillos que le salían de la boca. Estaba atacando a una de mis cabras, mordiéndole el cuello y chupándole la sangre.
Le apunté con mi escopeta y le disparé, pero no le hice nada. La bala le rebotó en el cuerpo, como si tuviera una armadura. La bestia se dio cuenta de mi presencia y me miró con una mirada de odio. Soltó a la cabra y se lanzó hacia mí, gruñendo y babeando.
No tuve tiempo de reaccionar. Me tiró al suelo y me clavó sus garras en el pecho. Sentí un dolor insoportable y un frío que me invadió el cuerpo. Traté de quitármelo de encima, pero era más fuerte que yo. Me mordió el cuello y empezó a chuparme la sangre.
Lo último que recuerdo es su aliento fétido y su risa malévola. Después, todo se volvió negro. No sé cómo sobreviví, ni cómo estoy escribiendo esto. Solo sé que estoy muriendo, y que esa cosa sigue ahí fuera, esperando a su próxima víctima.
Esa cosa es el chupacabras, y nadie está a salvo de él.
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