05/11/2024
HECHOS 9
"Solamente Cristo transforma vidas"
Dios tiene un propósito en cada circunstancia. Él no actúa al azar. Ananías, un creyente que vivía en Damasco, se encontró con Saulo, quien había venido a Damasco para continuar su obra de ataque y persecución en contra de los cristianos: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.” (Hechos 9:1-2).
Después de ese momento en el que Saulo tuvo la visión en el camino: “Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” (Hechos 9:4-6).
Las palabras de Ananías revelan como Dios lleva adelante sus propósitos de una manera asombrosa: “El Señor Jesús que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:.17).
”Lleno del Espíritu Santo” Dios desea conducir de manera total, completa y voluntaria la vida de Saulo y de cualquier otro creyente. “Cuando el vaso está lleno, no existe ningún espacio vacío en él. Y el consentimiento elimina las reservas de espacio para uso propio.” (Mario Veloso). Siendo así, el creyente está disponible para el Espíritu Santo. Saulo había sido impresionado por el Espíritu Santo en ocasión de muerte de Esteban. Sin embargo, sus prejuicios fueron más fuertes y se colocó en oposición directa en contra de la iglesia a quien perseguía. Ahora las cosas cambian, de perseguidor se convierte en perseguido.
Ananías toca los ojos de Saulo, para que reciba la vista, coloca sus manos sobre él, y mientras ora en el nombre de Cristo, Saulo recibe Espíritu Santo. Jesús podría perfectamente cambiar al hombre tan solo con decirlo. Pero él se goza al pedir la colaboración de sus hijos. ¡Qué privilegio tan especial!
Es un privilegio ser llamado y elegido por Dios. Elena G. de White describe cómo mira Jesús al ser humano: “Cuando Dios mira al ser humano, ve en él posibilidades infinitas”. La Educación, pág., 74. Dios mira la utilidad, no la condición del momento. Cuando Dios llama independientemente de la condición en la que te encuentres, Dios restaura: “Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco.” (Hechos 9:6).
Puede ser que los demás no confíen, pero Dios sí: “Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.” (Hechos 9:13-14).
Cuando Dios restaura nos convierte en instrumentos útiles: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.” (Hechos 9:15). Ananías obedeció las indicaciones que se le dieron. Cuando la respuesta es “heme aquí”, como lo hizo Ananías, entonces las cosas se hacen como Dios indica: “Fue entonces Ananías, y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.” (Hechos 9:17).
Cuando se acepta, el llamado Dios restaura completamente la vida: “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.” (Hechos 9:18).
Cuando Dios llama, solo hay que decirle como Saulo: “Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:6). Y entonces, una vez que obedeció y fue restaurado:. “En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios.” (Hechos 9:20).
Las críticas no lo detuvieron, se esforzaba más en predicar: “Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.” (Hechos 9:25).
Era normal que los creyentes tuvieran sus reservas y rechazaran a Saulo, ahora Pablo este los comprendía muy bien. “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo.” (Hechos 9:26).
“Las sorpresas de Dios”. En el cielo habrá muchos de quienes sus prójimos suponían que nunca entrarían allí.” Palabras de Vida del Gran Maestro, pág., 50. Dios mira nuestra utilidad, no nuestra condición. ¿Podrías decirle hoy como Saulo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?. También podrías, como Ananías, pedir a Dios que te ayude a derrumbar prejuicios e ir a buscar a aquellos que en las manos de Dios son instrumentos útiles y necesitan de la restauración del evangelio.
Dios te bendiga.