25/06/2024
Reflexión
Hace un par de semanas leí este libro que, tiene como atractivo el hecho de ser escrito por una IA, lo cual no es nada novedoso en sí, pero el hecho de que responda preguntas como ¿qué es el amor?, ¿qué es la vida?, ¿cuál es el poder de la oración?, es lo que lo hace distinto. Esto es lo los editores le preguntan a GPT-3.
Esto me llevo a pensar en algunas cosas:
1. La inteligencia Artifical (IA), es tan cercana como distante. Se puede confundir al ser tan familiar y pesanr que se está hablando con un humano por la profundidad de los temas, pero a la vez, hay un vacío al saber que solamente es un algoritmo que responde preguntas humanas.
2. La tecnología no puede ser ignorada. Esto no es nuevo, pero no se puede cometer el error antiguo de demonizar algo por ser inexplorado; a la vez, no se debe endiosar algo por ser cautivador.
3. El conocimiento limitado de la IA. Citando el libro “para muchos de nosotros... resulta vergonzoso que la IA pueda hacer las cosas igual de bien que los humanos” (Thomas, GPT-3, Wang, 2022, p. 25). Sin embargo, el mismo humano es quien le enseña a la IA cómo comportarse y qué aprende de nosotros, de las búsquedas, lo que se hace en el mundo digital, incluso de a donde voy con mi celular. La IA es una recopiladora de los comportamientos, de los escritos, de las avances y descubrimientos humanos. Con un mundo de posiblidades, pero con la limitante de ser el reflejo de su programador, de ser el humano quién provee de información y de depender de quién pregunte o genere. Lo que me lleva a...
4. El mundo digital y el poder cambiante. No les ha pasado que buscan, hablan o tan solo piensan en algo y automáticamente las redes sociales envían una publicidad, que “satisface una necesidad”. Al pensar que somos consumidores de algo, nos hemos vuelto el producto y las IAs´ lo saben. En el mundo digital, el poder no es expresarse en redes sociales (tal y como lo hago ahora), en realidad eso me hace un producto. Al momento de estar en el mundo digital se registra mi información y pasa a ser vendida al mejor postor publicitario. Inconsientemente, el humano vende su privacidad a las redes, porque en este mundo capitalista, nada es gratis.
5. En la modernidad, todos se deshacen del problema. Tal y como dijo Bruno Latour, hay problemas que la modernidad no quiere tomar, por ejemplo, el uso de la IA y la información generada desde cualquier aparato conectado a internet, es un problema que los grandes sistemas críticos de la modernidad no quieren asumir. Ni el naturalismo (epistemología), ni la socialización(estrucutras de poder social), ni la deconstrucción (narrativas existenciales), optan por dar respuestas, sino por excusarse al decir que no les compete. Éticamente, estamos expuestos al uso independiente de las redes, cada quien se hace responsable, de lo que ve, lo que sube y lo que usa.
Pero, esto no responde la pregunta central ¿qué nos hace humanos?, la conclusión es tan práctica y sencilla que puede pasar desapercibida. Hay algo que tiene la humanida que no tiene la IA, la conexión con lo divino, lo que llamamos la espiritualidad. La relación Dios-humano ya sea imanente, trascendente o como su sistema teológico lo vea. La espiritualidad abarca el sentido de la humanidad, los problemas del sufrimiento o la muerte algo que la IA nunca va experimentar.
Hoy somos humanos por eso, mañana puede que a los humanos se nos ocurra hacer de la IA un dios más.