22/01/2024
Leyendas Urbanas!!
LA NOCHE DE LOS ABUELOS M4LD1TOS.
Era una noche sin estrellas, tan oscura... parecía que el mundo se había acabado. En una casa apartada, dos parejas y su niña chiquita, se habían refugiado de una tormenta, que am3naz4ba con arr45ar todo a su paso. Los adultos, se fueron a dormir, confiados en que la casa resistiría el embate del viento y la lluvia.
María, se quedó sola en su habitación, abrazada a su osito de peluche. En ése tiempo, tenía ocho años y estaba muy asu5t4da. No le gustaba la oscuridad, ni los truenos, ni las sombras que se movían en las paredes. Quería ir con sus padres, pero no se atrevía a salir de su cama.
Eran las doce de la noche y empezó a escuchar gr1tos y l4m3ntos. Venían de afuera, de la calle. Eran voces de d*lor, de mi3do, de 4g0nía. María, se tapó los oídos con las manos, pero no podía dejar de oírlas. El aire, se sentía frío y húmedo, como si hubiera entrado la mu3rte en la casa. Ella, se armó de valor, y salió a pedir ayuda, pero sin saber que ése día, cambiaría su v1da por completo.
Llegó al salón y vio que la puerta estaba abierta. El viento, había arrancado las bisagras y había dejado un hueco, por el que se colaba la noche. María, se asomó y vio un espectáculo d4nt35co... La calle, estaba llena de c4dáv3res, de s4ngr3, de vísc3r4s. Había cu3rpos mut1l4d0s, d35m3mbr4dos, d3cap1t4dos.
Algunos, todavía se r3torcí4n y g3mí4n, otros estaban quietos y pál1dos.
María, no reconoció a nadie, pero sabía que eran sus vecinos, sus amigos, sus familiares. No entendía qué había pasado, quién había hecho aquello, por qué...
De repente, vio dos sillas de mecer moviéndose solas en la acera. En ellas, estaban sentados un viejito y su esposa, que la miraban con una sonrisa m4lic10sa. María, los reconoció al instante. Eran sus abuelos, los que habían mu3rto hacía años, en un accidente de coche. Pero no se parecían en nada a los que recordaba. Estaban pál1d0s, suc1os, d3sd3ntados. Tenían los ojos iny3ct4dos en s4ngr3 y la boca manchada de rojo.
María, se quedó par4liz4da, sin poder creer lo que veía.
- Hola, niña. ¿Qué haces aquí tan sola?. - le dijo el viejito, con voz ronca.
- Hola, señores. Necesito ayuda. Hay gente mu3rta en la calle. No sé qué ha pasado.
- balbuceó María.
- No te preocupes, niña. Nosotros te podemos ayudar. Somos tus abuelos. - le dijo la viejita, con voz dulce.
- ¿Mis abuelos?. ¿De verdad?. - preguntó María, confundida.
- Sí, niña. Ven, siéntate con nosotros. Te contaremos una historia. - agregó el viejito, haciéndole un gesto con la mano.
María, se acercó a ellos, pensando que eran amables. Quizás, ellos sabían lo que había pasado; quizás, ellos podían protegerla.
Se sentó en el regazo del viejito, que le acarició el pelo. La viejita, le cogió la mano y le apr3tó los dedos. María, se sintió un poco mejor, pero seguía escuchando los gr1t0s y los l4m3ntos...
- ¿Qué historia me van a contar, abuelos?. -preguntó María.
- Una historia de t3rror, niña. Una historia que te hará t3mbl4r. - le dijo la viejita, con voz melosa.
- ¿De t3rror?. ¿Por qué?. - preguntó María, 4su5tada.
- Porque nos gusta el t3rror, niña. Nos gusta ver cómo sufr3n los demás. Nos gusta ver cómo mu3ren. - añadió el viejito, con voz cru3l.
- ¿Qué?... ¿Qué dicen?. - dijo aterrada, María.
- Sí, niña. Nosotros somos los que hemos m4t4do a toda ésta gente. Nosotros somos los que hemos d35troz4do sus cu3rpos. Nosotros somos los que te vamos a m4t4r a ti. - expresó la viejita, con voz siniestra.
- ¡No, no, no!. - gr1tó María, tratando de e5c4par.
Pero era demasiado tarde...
Los abuelos, la sujetaron con fu3rza y le cl4v4ron sus d13ntes en el cu3llo.
María, sintió un d*lor in50port4ble y un calor que le qu3m4ba la s4ngr3.
Los abuelos, se rieron con una risa di4ból1ca y se bebieron su v1da.
Al día siguiente, la policía, encontró la casa vacía. No había rastro de los adultos, ni de la niña, ni de los abuelos. Sólo había s4ngr3, mucha s4ngr3.
La policía, no entendía nada. Solamente sabían, que había sido una noche de t3rror.
Fin.