05/11/2024
Black Heart
Cuando te digan que los mexicas no hacían sacrificios humanos, solo recuérdales que en el 2015 se descubrió esta torre siniestra (Tzompantli) que contiene 603 cráneos apilados uno sobre otro en las ruinas del Templo Mayor, en el corazón del centro histórico de la ciudad de México de la República Mexicana. Los cráneos no solo pertenecen a los que fueron guerreros, también hay cráneos de mujeres y niños.
En Mesoamérica el sacrificio ritual se practicaba bajo la noción de que, a través de su ejercicio, se mantenía con vida a los dioses y, por ende, se daba continuidad a la existencia del universo. Esta visión, incomprensible para nuestro sistema de creencias, convierte al Huei Tzompantli en un edificio de vida más que de muerte.
El Tzompantli era una estructura ritual utilizada en las antiguas culturas mesoamericanas, como los mexicas (aztecas) y los mayas, para exhibir cráneos humanos, generalmente de guerreros sacrificados o prisioneros capturados en batalla. Este altar de cráneos tenía un profundo significado religioso y simbólico, relacionado con el culto a los dioses, la fertilidad, la muerte y la guerra. Los cráneos eran perforados y ensartados en largas estacas o vigas de madera, formando una especie de “muro” o “torre” de cráneos que se exhibía en lugares públicos, como templos o plazas.
Para los mexicas, el Tzompantli era una muestra de poder militar y religioso. Las ceremonias de sacrificio en honor a los dioses, como Huitzilopochtli y Tlaloc, requerían la ofrenda de vidas humanas, y el Tzompantli servía como recordatorio visual de estos sacrificios. También representaba la continuidad cíclica de la vida y la muerte, conceptos fundamentales en las creencias mesoamericanas.