31/03/2024
Seguro que lo habéis percibido estos días, incluso desde hace ya algún tiempo. Vayas donde vayas, a la hora y el día que sea nos encontraremos con una cantidad desproporcionada de gente.
El otro día hablaban en la radio del fin de la improvisación, de cómo hemos asumido que debemos reservar con tiempo para ir a comer a un restaurante, sacar entradas para un espectáculo que tendrá lugar dentro de seis meses o comprar un billete de avión para un viaje que haremos dentro de un año. Y no me gusta.
Alguien apuntaba que reservar es un antídoto contra la masificación, pero no lo tengo tan claro. Y me temo que no hay vuelta atrás. Todo va tan rápido y tan planificado que no hay lugar para la incertidumbre.
Reclamo el derecho a no pautar mi vida día a día, a circular por carreteras secundarias y perderme, a comer donde me lo pida el cuerpo, a improvisar un viaje y dejar que la vida me sorprenda.