
23/01/2025
Llegué con tiempo. La sala, lujosa, de un barroquismo asfixiante, trufada de oros y con espejos cansados de fingidores para hacer más fantasmagórica la lectura, estaba no solo semivacía, sino que no había nadie a la vista de Vaso Roto, la editorial que había convocado el acto. Y el panel de presuntos panelistas o supuestos poetas estaba formado por jóvenes adictos a los piercings, los tatuajes y los cortes de pelo que acentúan tanto la originalidad como la fealdad (aunque sobre cánones estéticos hay bibliotecas enteras para argumentar).
Por Alfonso Armada.
Me fui como llegué, furtivamente, acaso huyendo de mí mismo, o dejando pistas falsas sobre la arena de la frontera. Pero no sin llevarme sus palabras: “Vi a mi abuela arder”, y de su fuera y de su dentro, como de las sandías y naranjas de su Beirut natal. “El humo de la abuela en el zaguán...