21/11/2024
Un día lo entendí todo
Siempre había sentido que Julián era mi refugio. Desde el momento en que nos conocimos, algo en él me hacía sentir segura, vista. Nos volvimos inseparables en cuestión de días. Estábamos en esa edad donde todo parece eterno, donde las risas ahogan las p***s y los silencios se llenan con miradas que lo dicen todo. Nunca pensé que algo más profundo pudiera surgir entre nosotros, pero una noche todo cambió.
Era una de esas noches de invierno, cuando el calor no deja dormir y el mundo parece estar hecho para que los secretos se cuenten. Habíamos decidido quedarnos en su casa, en su cuarto diminuto que siempre olía a su colonia favorita y un poco a tab4co. Entre risas y confesiones tontas, llegamos a hablar de lo único que no habíamos cruzado nunca: el s3x0.
—¿Nunca lo has hecho? —me preguntó de pronto, sus ojos brillando con algo que no supe interpretar.
Negué con la cabeza, sintiéndome extrañamente vulnerable.
—Yo tampoco... —respondió en voz baja.
Hubo un silencio pesado, pero no incómodo. Era más bien eléctrico, como si algo invisible estuviera ocurriendo entre nosotros. No sé cómo pasó. Si fue la curiosidad, la confianza, o simplemente el deseo que había estado escondido. Lo cierto es que, esa noche, perdí mi virg1n!dad con él.
No voy a negar que fue un dolor que no se lo deseo a nadie, porque pese a ser la primera vez de él, tenia algo gigante, no se como expresarlo.
Fue torpe, dulce, lleno de risas nerviosas y caricias tímidas. Pero lo más importante es que me sentí segura, como si estuviera exactamente donde debía estar. Cuando todo terminó, me abrazó tan fuerte que sentí que nunca podría soltarme de él. Aunque yo sentía aún el dolor.
Pasaron los días, y aunque todo parecía seguir igual, yo me sentía diferente. Una parte de mí creía que ese momento había cambiado algo entre nosotros, que habíamos cruzado una barrera invisible y que ahora éramos más que amigos. Pero Julián nunca lo mencionó. Al contrario, parecía más distante, como si estuviera evitando algo.
Semanas después, empecé a escuchar rumores. Mis amigas, esas que siempre estaban más atentas a lo que yo no veía, comenzaron a hablar.
—¿No te parece raro que justo fuera contigo? —me dijo una.
—Tal vez solo quería "tacharlo" de su lista. Ya sabes cómo son los chicos... —añadió otra.
Al principio, las ignoré. Julián no era así, no conmigo. Pero cuanto más lo pensaba, más dudas me surgían. Recordé pequeñas cosas: cómo a veces parecía demasiado encantador, cómo siempre evitaba hablar de sus sentimientos, cómo desapareció poco a poco después de esa noche.
Un día, me armé de valor y le pregunté directamente.
—¿Por qué hiciste lo que hicimos? ¿Significó algo para ti?
Su respuesta fue un cuchiIIo.
—Te quiero mucho, pero creo que lo confundiste todo. Solo éramos amigos.
"Solo éramos amigos". Esas palabras resonaron en mi cabeza durante días, semanas, meses. Lo vi todo claro: Julián nunca buscó lo que yo sentí esa noche. Lo nuestro no había sido un momento mágico para él, sino una simple curiosidad, una experiencia más en su vida.
Desde entonces, algo se rompió. Ya no podía mirarlo igual, y él tampoco hizo esfuerzo por arreglar lo que teníamos. Nuestra amistad se desmoronó lentamente, como un castillo de arena arrasado por el viento.
Ahora, cuando mis amigas mencionan su nombre, intento no sentir nada. Pero hay noches en las que el recuerdo de esa noche vuelve, no por lo que fue, sino por lo que pensé que era.
Y aunque duele, me dejó una lección que jamás olvidaré: el amor no siempre es mutuo, y a veces, lo que pensamos que es real solo está en nuestra cabeza. Por eso deben saber elegir y saber bien lo que vana hacer, peor si piensan que es por amor, porque si es solo por pasar el tiempo, no hay problemasw.