07/09/2024
Después de cada charla, taller, curso... acabo literalmente como si me hubieran pegado una paliza.
Seguro que a mis colegas de profesión y del , a tod@s los que educan, les pasa lo mismo que a mi.
Miro mi reloj y me dice que en tres horas he caminado + de 7,000 pasos... ya empiezo a entender por qué...
Pero más que físico es un agotamiento mental... estás durante 3 horas con la cabeza trabajando a 2,000 por hora, contestando preguntas, desbordando y condensando toda la información que puedes a tus estudiantes o audiencia, adaptando en tiempo real esos conocimientos en ejemplos prácticos que puedan aplicar en sus trabajos, en cada posible situación que se les ocurra...
Esta vocación de enseñar demanda muchísima flexibilidad y ejercicio mental... (espero que me sirva para prolongar la vida util de mis capacidades cognitivas)... pero en el corto plazo, y después de cada sesión, acabo sin fuerzas.
Pero a la vez siento mi espíritu más ancho, con mi propósito de vida más reafirmado, con la seguridad de que estoy contribuyendo a que otras personas crezcan y mejoren. Con un sentido de utilidad más allá de mis intereses personales.
Créeme cuando te digo que no hay felicidad más grande que el saber que contribuyes al crecimiento de una persona y que eso que entregas puede suponer un antes y un después en su vida.
Los educadores lo damos todo, nos entregamos por completo, nos vaciamos... y es por eso que acabamos AGOTADOS.
¿Te pasa lo mismo?