17/04/2023
Tercera parte de la historia de la chica silenciosa de la habitación 302
Una tarde (como si fuera un simple gesto de gratitud o tal vez de empatía por esa chica tan solitaria), le compré unas muñequeras, pensando que esas cicatrices quizá, la hacían sentirse insegura. En cuanto terminé de colocárselas, la joven me miró con esos ojos hundidos. Con esa sonrisa que, hasta la fecha; no sé si definir como piadosa o siniestra. Estoy segura de que me vio asustada, porque lentamente se puso de pie frente a mí, colocando su mano sobre mi hombro. Yo esperaba algo más, no sé, alguna confrontación hasta innecesaria, pero, ella solo salió de la habitación, de forma lenta y pausada.
Sin entender su reacción, me dispuse a marcharme, percatándome de que justo cerca de la entrada había caído una especie de brazalete, de esos que tenemos la desgracia de ver en los hospitales. Un brazalete sobre el cual, se encontraba escrito el nombre de Leonora Ruiz, seguido por el nombre del sanatorio, San Expedito. No sé el motivo de que mis manos hayan querido recogerlo, pero lo hicieron. Me lo llevé a casa, sintiendo que, dentro de mi pecho una enorme sombra de dudas se estampaba de forma atroz. Fue una de esas intuiciones que en ocasiones le dan a uno, que no se entienden, y cuyo origen se desconoce. De cualquier modo, me puse a investigar todo lo referente a ese sanatorio, y no puedo describir lo que sentí cuando lo descubrí. Tanto tiempo de trabajar en ese hotel y jamás me dio curiosidad por indagar en su pasado. Sin saberlo, yo había estado trabajando sobre los restos de un sanatorio que, trágicamente se había incendiado en el año de 1845. Muchos de los pacientes, perecieron durante ese trágico suceso, incluida una joven de nombre Leonora Ruiz, una pirómana en extremo peligrosa.
Luego de haber hecho semejante descubrimiento, y quizá por la impresión, al día siguiente caí enferma de un severo resfriado que me impidió ir a trabajar; justo el día en el que un incendió se suscitó en el hotel.