04/10/2023
Había una vez dos almas destinadas a encontrarse en medio de un mundo caótico. Sus nombres eran Elena y Carlos. Se conocieron en una fría noche de invierno bajo el resplandor de la luna llena. Elena, una apasionada astrónoma, pasaba sus noches observando las estrellas y la luna desde su pequeño observatorio en el tejado de su casa. Carlos, un viajero del mundo, se encontraba de paso en la ciudad, admirando la belleza del planeta desde la orilla de un lago cercano. Una noche, mientras Elena observaba la luna con su telescopio, vio a un hombre solitario junto al lago. La luz de la luna iluminaba su rostro, revelando una tristeza profunda en sus ojos. Fascinada por su presencia, Elena decidió acercarse y entablar una conversación. Carlos, sorprendido por la aparición de Elena, se encontró inmediatamente cautivado por su pasión por el cosmos. Comenzaron a hablar sobre las estrellas, los planetas y la luna, y en ese momento, sus almas conectaron de una manera que ninguno de los dos había experimentado antes. Durante semanas, compartieron noches enteras bajo la luna, explorando el universo a través de conversaciones profundas y miradas cómplices. Se enamoraron perdidamente el uno del otro, y su amor creció como la luna en el cielo.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para ellos. Carlos tenía que continuar su viaje por el mundo, mientras que Elena debía seguir su carrera como astrónoma. A pesar de la tristeza que los embargaba, se dieron cuenta de que debían seguir sus caminos separados. Antes de partir, Carlos le regaló a Elena un colgante en forma de luna llena como símbolo de su amor eterno. Prometieron que, no importa cuán lejos estuvieran uno del otro, siempre podrían mirar hacia la misma luna en el cielo y sentir la conexión que compartían. Los años pasaron, y aunque ambos experimentaron nuevas aventuras y amores, nunca pudieron olvidarse el uno al otro. En cada luna llena, miraban al cielo y recordaban su historia de amor, una historia que quedó grabada en sus corazones para siempre. La luna, testigo silencioso de su amor, continuó brillando en el cielo, recordándoles que, a pesar de la distancia, sus almas siempre estaban unidas por el lazo del destino y el amor eterno que habían compartido bajo su luz.