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04/01/2025
CRONICAS DEL EXILIO 16
A CHILE DESPUES DE 13 AÑOS
“PAPA TE ESPERAMOS. ESTAS EN LA LISTA DE INGRESO.
LLAMANOS POR FAVOR. TE QUEREMOS MUCHO. CARIÑOS
CARLA Y GABRIEL”.
Así dice textualmente el Telegrama Internacional del 22 de agosto de 1987 con que mis hijos me avisaban que estaba autorizado a volver a Chile después de 13 años con prohibición de regreso (“El titular del presente Pasaporte necesita previa autorización del Ministerio del Interior para regresar a Chile”).
Era una noticia por la que había esperado y luchado por años. Trabajaba en la Casa de Chile en México como Secretario Técnico de la Secretaría para América de Solidaridad con el Pueblo de Chile. Hablé con mi jefe directo de ese momento, el ex Ministro Pedro Vuskovic, quien hacía poco había asumido la tarea de coordinar las tareas del exilio en América y con Hugo Miranda, Director de Casa de Chile. Les pareció legítimo que quisiera regresar de inmediato, sin embargo, sugirieron pensarlo. La razón principal era el traspaso de responsabilidades a otra persona. Era necesario preparar un reemplazante en esas funciones lo que significaría varios meses más en México. Consciente de ello, insistí en la necesidad de viajar a Chile. Era una urgencia emocional. La fórmula escogida fue aprovechar dos importantes eventos a realizarse en el Cono Sur: el primero, la Conferencia Internacional de Solidaridad “Chile e Integración Democrática en el Cono Sur”, que se realizaría en Montevideo, Uruguay, y el segundo, “Por el No pago de la Deuda Externa” que se realizaría en Lima, Perú, eventos en que acompañaría a Pedro Vuskovic, para después pasar a Chile.
En 1988, tanto en Uruguay como en Perú ya existían gobiernos elegidos democráticamente. En Uruguay había asumido Julio María Sanguinetti, mientras que en Perú gobernaba Alan García, pero en Chile, a pesar de la intensa lucha de la oposición, Pinochet mantenía las riendas del poder.
De esta manera en el verano de 1988 se concretó, después de 13 años en México, mi esperado viaje a Chile. El objetivo principal era reencontrarme con la familia y preparar mi retorno definitivo. Fue un viaje largo y lleno de incertidumbres. Con un pasaje de Cubana de Aviación salí del mismo aeropuerto que me había recibido en marzo de 1975, el Aeropuerto Benito Juárez, de Ciudad de México, con cierto temor, hay que decirlo, con un itinerario concordado previamente: México-Habana-Buenos Aires-Montevideo-Lima-Santiago.
El evento en Uruguay estaba organizado por la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (ALDHU), fundada en 1980 y cuya sede principal se encontraba en Quito, Ecuador, dirigida como Secretario General, por el chileno Juan de Dios Parra. En Uruguay la sede era dirigida, también por otro chileno, Ricardo Frodden Armstrong, lo que facilitaba las acciones de solidaridad con Chile. Al evento también asistió el entonces vice presidente de la Internacional Socialista, Anselmo Sule Candia.
Diversas actividades, con la participación de chilenos, uruguayos y latinoamericanos residentes en Montevideo se realizaron durante la Conferencia que fue ampliamente cubierta por los medios locales de comunicación. Según me recuerda Viviana Novoa, penquista que en esa época oficiaba como Secretaria del ALDHU, entre los chilenos que participaron en el evento estaba el ex Rector de la Universidad Técnica del Estado, Enrique Kirberg, la profesora y ex prisionera del Estadio Regional, Lily Rivas y el Grupo Quillay. Un momento emotivo lo constituyó un encuentro especial con el líder y fundador del Frente Amplio uruguayo, el general Líber Seregni.
Desde la creación formal del Movimiento de los No alineados en 1961, Cuba, particularmente Fidel Castro, desarrolló un fuerte discurso por la paz, la solidaridad y la independencia de los pueblos, llegando a ocupar la presidencia del organismo desde la cual impulsó además, la lucha por el No Pago de la Deuda Externa que agobiaba a decenas de países, especialmente de América Latina.
En esa línea, en la década de los 80’, se desarrollaron numerosos encuentros y seminarios de organismos internacionales con la participación de organizaciones sociales, políticas, religiosas y gobiernos, tendientes a concientizar sobre las dificultades que significaba la deuda externa en el desarrollo de las economías latinoamericanas. En todas ellas, siempre había un representante del exilio chileno.
En ese contexto, se realizó en Lima, un Encuentro por el NO pago de la deuda externa en la que participó Pedro Vuskovic, ex Ministro de Economía del Presidente Allende y, a la sazón, máximo dirigente de la Secretaría para América de Solidaridad con el pueblo de Chile, al cual estaba especialmente invitado para hablar sobre las economías latinoamericanas en tiempos de dictadura. La reunión finalizó con, entre otros acuerdos, pidiendo el pronto retorno de la democracia en Chile. Fueron días de intenso trabajo en que nos reunimos con un pequeño grupo de chilenos residentes en Lima que vivían su exilio en Perú con poco contacto con el resto de América, pero sí con una especial relación con “los compañeros del interior”.
Era una época en que los pasajes aéreos eran pequeñas libretas otorgadas por las líneas aéreas con hojas que identificaban cada destino. Por fin llegaba la hora de mi viaje a Santiago de Chile, pero ¡oh, sorpresa!, LAN CHILE no tenía convenio con Cubana de Aviación, lo que me obligó a viajar hasta Buenos Aires por la vía de “endosar” el pasaje a Aerolíneas Argentinas, figura que se usaba regularmente cuando una empresa no tenía cupos o, como en este caso, no tenía convenio con otra. Viajé a Buenos Aires dónde me recibió Cecilia Suárez, hija del ex Ministro Jaime Suárez a quien había conocido en Ciudad de México y que se aprestaba a regresar a Santiago.
Un día en Argentina y continuar vuelo a Santiago de Chile donde me esperaban mi hermano Santiago, su esposa y mi pequeña sobrina Paulina, recordé que habían sido los últimos familiares que había visto antes de ser expulsado, habían ido a despedirme en 1975 al Campo de Prisioneros de Tres Álamos en Santiago.
Viajamos en tren a Concepción. Hacía muchos años que no usaba ese medio de transporte. Un viaje tranquilo, observando todo. La nostalgia adquirió ribetes anecdóticos al escuchar la tradicional venta de “malta, papaya y pilsener”.
La tranquilidad duró hasta poco antes de llegar a Chillán, cuando en un sector llamado Buli, cercano a San Carlos, el tren se descarriló, provocando un gran susto entre los pasajeros con algunos heridos de menor gravedad, lo que confirmaba “lo seguro de andar en tren”. Una demora de varias horas hasta que llegaron unos buses de rescate para llevarnos a Concepción, objeto y destino final de mi viaje.
Tarde, muy tarde, de noche, llegamos al barrio Pedro de Valdivia, hogar de mis padres. Por cierto, ya no estaba don Ramón, mi padre, tampoco estaba mi abuela y su “negocio”, el de la señora Rosa, a quiénes había dejado de ver desde días antes del golpe de Estado. Algunos vecinos habían esperado hasta la medianoche para saludarme, otros se fueron a sus casas para volver al día siguiente
Emocionante despertar en “mi casa”. Lo primero, ir al cementerio con mis hijos que me habían esperado en Concepción. Unos minutos de respetuoso silencio frente a la tumba de la Familia Reyes Parra. Carla y Gabriel, mis hijos vivían desde algún tiempo en Chile junto a su madre.
Días intensos, emociones por montón, recorrer la (nueva) ciudad, encontrarse con antiguos amigos, entregar algunos encargos, darse cuenta del estado de ánimo de la población y constatar que se respiraba un aire de “ya no más”, lo que describí posteriormente en México en una nota publicada en la revista de la Casa de Chile, donde señalé que se notaba que “el miedo había cambiado de bando”. Chile se aprestaba en unos meses más al plebiscito del 5 de octubre que sería crucial para el futuro del país. Los que tenían miedo ahora eran los gobernantes y sus partidarios, Chile y los chilenos se levantaban con fuerza para votar NO a pesar de un sector que no creía posible derrotar al dictador con las reglas del juego impuestas por él mismo, pero ¡se pudo!
Me habían comentado que a la gente no le gustaban muchos “los retornados”, que no los recibían muy bien. Mi experiencia fue muy distinta, muchas vecinas y vecinos no sólo se acercaron a saludarme, sino que en un momento que no esperaba y mientras le dábamos una manito de pintura a la fachada de la antigua casa de calle Arrau Méndez, llegaron al sector un par de agentes de la CNI, ya conocidos por los pobladores, los que debieron retirarse rápidamente al ver cómo un grupo de pobladores se plantó frente a mi casa en señal de respaldo.
Las emociones fueron muchísimas, tal vez otro momento inolvidable fue la llegada a mi casa para saludarme, de mi profesora de la Escuela primaria, la señorita Elba Soto, no podía creerlo. La familia Baeza-Inzunza invitándome a su casa a tomar un té… no había café, eran muchos, pero que té más rico… la familia Hernández-Pinto a comer humitas y todos, sin miedo.
Un par de semanas en Concepción, un par de días en la capital y vuelta a México para regresar definitivamente a mi país en el verano del 89.
Gabriel Reyes Arriagada
Concepción, enero de 2025.-