05/10/2023
Me convertí en mamá a los 35 años, tuve la dicha de no enfrentar directamente las presiones y “expectativas” que nos imponen a las mujeres las sociedades patriarcales y machistas, y que se amplifican cuando pasamos a ser madres, si somos dedicadas, cuidadosas, cariñosas, fuertes, trabajadoras, profesionales, sacrificadas, la lista es larga, y el escrutinio social puede ser abrumante si uno no asume con firmeza, y toma el control del hecho de ser madre.
Imágenes editadas, ambientes de vitrina, recetas mágicas que prometen solucionar problemas en cinco pasos sencillos, cada día en redes sociales se distorsiona más la realidad, poniendo énfasis en lo superficial, y pintan la maternidad como algo perfecto, donde las mamás días después de dar a luz están en su peso ideal, siempre bien vestidas, y sin ningún problema, o mostrando una sincronización perfecta entre la vida laboral, social y familiar, ¿Será que existe esa realidad de mamá perfecta?
La maternidad no todo es color de rosa, muchas veces lloramos en silencio, nos preocupa el futuro, tenemos sentimientos encontrados, es toda una vida llena de retos y desafíos. Ser mamá significa esa búsqueda constante por encontrar balance en nuestras vidas, significa superar estereotipos, desigualdades e injusticias de género. Y así entre alegrías y preocupaciones asumimos la enorme responsabilidad de tener a cargo, y ser refugio seguro y lleno de amor para esa personita que viene al mundo y depende cien por ciento de ti, también significa aceptar a esa nueva mujer en la que te conviertes por ser mamá.
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