24/11/2024
INGAVI 1841: ¡ EL CIELO HA DESPLEGADO NUESTRA BANDERA ¡
Por : Jorge Abastoflor Frey
El 17 de noviembre Ballivián movilizó el Ejército de Calamarca a Iñupampa, acortando la distancia entre sus fuerzas y el Ejército peruano, que se había hecho fuerte en la población de Viacha. El mismo día, Ballivián continuó su aproximación ordenado marchar al Ejército boliviano de Iñupampa hasta colocarse a 3 Kms. del Ejército peruano, que estaba estacionado en Viacha. El Ejército realizó la marcha en líneas paralelas, protegido por la caballería en los flancos.
Gamarra desplegó su caballería pensando que Ballivián había decidido atacarle, pero Ballivián no presentó batalla y continuó camino hacia Choquenaira. Sucedió que Ballivián recibió la información de que un Batallón peruano acudía desde La Paz para caer sobre su retaguardia. Era el plan alternativo que tenía el General Agustín Gamarra para suplir la ausencia de las tropas de refuerzo que había mandado venir desde Chucuito y Huancané, pero que se habían perdido misteriosamente en las cercanías del lago Titicaca.
Finalmente, las tropas bolivianas se detuvieron en la población de Umachúa, a un cuarto de legua de Viacha. Ballivián tomó la precaución de apoyar su flanco derecho en unas tierras pantanosas que hay en la zona.
La evolución del Ejército boliviano hizo inútiles los preparativos que había implementado Gamarra en la población. Entonces, la noche del 17 de noviembre Gamarra sacó sus tropas de Viacha, maniobrando hasta ubicar la retaguardia de su Ejército orientada hacia Calamarca. La artillería peruana, por su parte, estaba emplazada en el cerro de Santa Bárbara. Entonces, el frente del Ejército peruano quedó orientado hacia el norte; hacia las tierras pantanosas en las cuales Ballivián había apoyado su flanco derecho.
Irremisiblemente, aquellos pantanos se habían convertido en el escenario del combate por venir y su importancia habría de darle nombre a la propia batalla: Inkawi (Ingavi), que significa “ciénaga del Inca”.
LA BATALLA
Es el día 18 de noviembre, el cielo amaneció nublado y amenazaba con dejar caer su furia sobre ambos ejércitos. Temiendo que la naturaleza interviniese para quitarle su oportunidad de aplastar al Ejército boliviano, Gamarra ordenó muy temprano que sus guerrillas de avanzada comenzaran a hostigar la línea boliviana.
CENTRO DE MANDO BOLIVIANO
Ballivián concentraba su atención en el cielo, que parecía que iba a abrir sus compuertas en cualquier momento. ¡No! Esto no era bueno, pensaba Ballivián con creciente nerviosismo. Si caía un aguacero, el campo, ya de por sí salpicado de bofedales, se convertiría en un gran pantano que impediría el uso de la caballería. Y era la caballería precisamente, el arma en la que Ballivián estaba depositando todas sus esperanzas de triunfo. Ballivián observaba a sus soldados, y todos se mostraban listos y ansiosos de entrar en combate. La moral estaba alta entre los soldados y si el cielo ayudaba, en esa fuerza residía la oportunidad de una victoria.
El cielo comenzó a despejarse. Ballivián suspiró de alivio. ¡No habría aguacero! Pero la tranquilidad duró muy poco. Al disiparse las nubes el cielo desnudo mostraba al sol rodeado de un anillo de fuego. ¡Un parhelio! Entonces Ballivián escuchó un tenue cuchicheo, que pronto fue convirtiéndose en un murmullo generalizado en el Ejército boliviano, hasta que el Comandante en Jefe boliviano captó lo que estaba temiendo escuchar: ¡Es una mala señal! ¡El sol está enfermo! ¡Estamos perdidos! Ballivián sabía que, desde tiempos ancestrales, el parhelio había sido considerado como un mal augurio por las culturas que habitaban territorio boliviano.
Los soldados bolivianos, hijos de esas culturas, habían heredado sus creencias y ahora la moral del ejército peligraba. Ballivián necesitaba hacer algo, cualquier cosa y rápido. Ballivián estaba en un terreno desconocido, podía planificar una batalla, elevar la moral de las tropas con un encendido discurso, guiar a sus soldados en combate. Pero esto lo superaba por completo. ¿Cómo sobreponerse a la sabiduría popular? ¿Cómo ser más persuasivo que un augurio? ¿Cómo interpretar la voluntad de los antiguos dioses, que se presentaba, incuestionable, a la vista de todo el Ejército? Ballivián estaba listo para renunciar. La batalla debía ser otro día, aunque eso representara debilitar material y espiritualmente al Ejército.
El General Boliviano estaba a punto de dar la orden de repliegue, cuando en su memoria estalló un recuerdo. Este mismo fenómeno había sucedido en un campo batalla de la antigüedad. ¿Cuál era esa batalla? ¿Qué fue lo que hizo aquel comandante? Con la velocidad de un rayo sus recuerdos lo llevaban a una clase que había recibido cuando era adolescente, de un viejo maestro, que luchaba por mantener la atención de aquel muchachito revoltoso que no podía estar quieto en su asiento. Ballivián recordó cómo su maestro le contó que un general romano, con muy poca chance de victoria y ante un parhelio similar en el cielo, percibió que, entrecerrando los ojos, el fenómeno asemejaba una cruz, en el centro de una magnífica aureola. Entonces el General arengó a sus tropas, diciéndoles que aquello era una señal del Dios único y les prometía la victoria. (Batalla de Puente Milvio, 312 D.C. Vencedor: Constantino el Grande)
Ballivián volvió a mirar el cielo. En su camino hacia el cénit, la brillantez del sol había modificado el parhelio para convertirlo en una corona con varias gamas de color, como un arcoíris pero que, a diferencia de este, no tenía los colores violáceos y rojizos en primer término, sino que los colores anaranjados y amarillos dominaban el espectro. La configuración era clara: amarillo, rojo y verde.
Entonces: una epifanía. Ballivián, ante la mirada atónita de su Estado mayor, azuzó a su caballo para hacerlo correr a todo galope por todo el frente de la línea boliviana, mientras exclamaba a voz en cuello y en varias oportunidades, señalando hacia el astro rey:
“¡Soldados!: El cielo ha desplegado nuestra bandera; y nos anuncia la victoria; ¡A vencer!” (Campaña de 40 días, 1842, pág. 68)
De a poco, las expresiones de temor y desesperanza fueron dando paso a una sonora algarabía entre las tropas bolivianas. Los soldados, antes aprensivos y asustados, saludaban con entusiasmo al sol que, ahora, era el portador de buenas noticias. Ballivián había recuperado, al filo de la batalla, el espíritu de sus soldados.
ALA DERECHA PERUANA
A las nueve de la mañana Gamarra emprendió los movimientos de mayor envergadura, la verdadera batalla había comenzado. El Comandante en Jefe peruano, extendió su ala derecha para tratar de envolver el flanco izquierdo boliviano. Ballivián evitó el envolvimiento de su flanco izquierdo cediendo terreno y retrocediendo hasta que la línea boliviana quedó reorganizada entre el área pantanosa y la casa de hacienda de Ingavi, donde el Batallón 5° de Infantería quedó a cubierto como reserva.
El General peruano Castilla se percató del retroceso de los bolivianos y ordenó el ataque de los Coraceros, para aprovechar la vulnerabilidad boliviana provocada por su reposicionamiento, pero el Coronel Arróspide, comandante de los Coraceros, se negó a obedecer la orden. Gamarra, observaba su ala derecha y se desesperaba. ¡¿Por qué no te mueves Castilla?! ¡El enemigo está retrocediendo! ¡¿Por qué no atacas?! Pronto sus dudas fueron contestadas. Un mensajero enviado por Castilla le comunicó las disensiones en el ala derecha peruana y Gamarra se lamentó:
“¿Será posible que los peruanos, a presencia ya del enemigo, hagan revolución en tierra extraña?”, yo me dejaré matar” (Díaz Arguedas, 1943).
ALA DERECHA BOLIVIANA
Gamarra en su empeño de tratar de envolver el flanco izquierdo boliviano debilitó excesivamente sus líneas, entonces Ballivián vio la oportunidad. Él dislocaría la línea peruana atrayendo al flanco derecho peruano; para hacerlo Ballivián desplegó guerrillas para amagar la derecha peruana. Las tropas bolivianas fingieron una retirada y los peruanos mordieron el anzuelo, persiguiendo a los bolivianos. En pleno avance, las unidades peruanas que fueron atraídas sufrieron el certero fuego de la artillería, pero continuaron su avance a pesar de los severos daños que estaban soportando.
ALA IZQUIERDA BOLIVIANA
Los peruanos que habían sobrevivido estoicamente la tormenta de fuego desatada por la artillería boliviana, lograron acercarse a 200 pasos de las líneas bolivianas. Ballivián supo que ese era el momento decisivo para maniobrar, y antes de dar la orden de ataque se volvió a sus hombres y les arengó:
“Soldados, a esos enemigos que tenéis al frente, los veréis desaparecer como las nubes cuando las bate el viento.” (Campaña de 40 días, 1842)
A esa distancia, Ballivián lanzó contra ellos al Batallón de la Guardia (Infantería), al Batallón 8° de Infantería y un escuadrón de Coraceros., la infantería boliviana tomó contacto con los peruanos, mientras que los Coraceros les envolvían, encerrándoles en un semicírculo de muerte. El ataque fue devastador y el flanco derecho peruano fue resquebrajado irreparablemente.
ALA IZQUIERDA PERUANA
Gamarra pudo observar la debacle que se daba en su ala derecha, pero seguía empecinado en envolver el flanco izquierdo boliviano. Gamarra decía para sus adentros: tengo reservas suficientes, cuando caiga su flanco izquierdo los acabaré en el centro.
Pero al extender sus líneas en demasía, Gamarra había puesto en peligro su ruta de retirada hacia Desaguadero. En esas circunstancias, inconsultamente la caballería peruana que se encontraba en el flanco izquierdo se separó del resto del Ejército para asegurar su línea de retirada.
Ballivián se percató del error que estaba cometiendo la caballería peruana, que había dejado sin protección a la infantería de su ala izquierda. Entonces Ballivián decidió utilizar su arma secreta, la Caballería del Sur, con sus rifles Hannoverianos. Tres escuadrones de Caballería atravesaron raudamente el campo de batalla y descargaron su mensaje de muerte sobre la desguarnecida infantería peruana, que no tuvo capacidad de respuesta al inusitadamente intenso fuego boliviano. La infantería peruana en poco tiempo perdió cohesión, permitiendo que el flanco izquierdo peruano, fuese también rebasado.
CENTRO PERUANO
Simultáneamente, el General peruano San Román malinterpretó el movimiento que realizaba la caballería -para asegurar la ruta a Desaguadero- como una retirada y sacó de la batalla dos Batallones y un Escuadrón de Caballería, para tomar la dirección de Viacha. San Román sólo pensaba en salvar el pellejo, después de ver ceder tanto el ala izquierda como el ala derecha del Ejército en que servía.
La caballería peruana que se había movilizado para asegurar la ruta del Desaguadero, a su vez, viendo el movimiento ejecutado por San Román cayó en el desconcierto y abandonó el campo de batalla por esa misma ruta que pretendía asegurar.
CENTRO BOLIVIANO
Debilitado el centro, por la deserción de San Román en el Ejército peruano, Ballivián ordenó un ataque general de frente y a la bayoneta. En su centro, los Batallones peruanos restantes se sostenían formando cuadros, apoyándose en las casas que había en el sector.
CENTRO DE MANDO PERUANO
Gamarra se encontraba allí, en la más dura y arriesgada posición de la batalla, no se había percatado de la huída de San Román ni del quebrantamiento de su ala izquierda. Las tropas bolivianas, rotos ya los flancos peruanos, evolucionaban ya por la retaguardia de Gamarra, cuyo centro de mando comenzó a ser atacado. Gamarra, prácticamente rodeado exclamó:
“He asistido a cien campos de batalla, y jamás he visto una lluvia semejante de balas”.
La resistencia del centro, en torno a Gamarra, obligó a Ballivián a utilizar los Batallones de reserva, al mando del Coronel Satizabal, apoyados por fuego de artillería. Al poco tiempo Gamarra cayó herido de muerte, y cundió la desorganización en los Batallones “Cuzco”, “Punyán” y “Yungay”, que se dispersaron al grito de: “el Presidente ha muerto”.
RETAGUARDIA PERUANA
El General peruano Castilla trató de sostener el combate con las tropas que podía evitar que se dispersen, pero su esfuerzo fue en vano y terminó cayendo prisionero.
Concluyó la batalla cerca de la 01 de la tarde, momento en que Ballivián ordenó la persecución de los dispersos.
LÍNEA DE RETIRADA PERUANA (RUTA A DESAGUADERO)
La tragedia peruana se ahondó cuando el General San Román, en su retirada, llegó a Desaguadero y luego de cruzar el puente lo mandó cortar, evitando que el resto del Ejército peruano que se replegaba pudiese alcanzar territorio peruano y escapar. De esta forma 3.200 soldados, 150 oficiales, 24 jefes y un general quedaron atrapados en territorio boliviano.
Ballivián, eufórico y sorprendido, recibía el parte de la batalla: Bolivia sufrió de 6 mu***os y 29 heridos entre sus jefes y oficiales; además murieron 208 efectivos de tropa y fueron heridos 432. Por su parte, el Perú sufrió la pérdida de 34 jefes y oficiales mu***os y heridos; por último, 500 soldados murieron y 442 resultaron heridos. (Díaz Arguedas, 1943, pág. 254).
EPÍLOGO
En el campo de batalla, Gamarra trata de comprender qué es lo que había sucedido mientras lucha por respirar. No ve con claridad ni puede pensar bien. ¿Dónde está? Se parece tanto todo a la región de Ayacucho. ¡Ayacucho! ¡Qué gran victoria! Y él había sido el Jefe de Estado Mayor, la mente maestra detrás del plan de batalla aquel día. ¡Oh! Todo era victoria entonces y podía ver a los oficiales realistas acercarse con bandera de tregua hacia él. Le costaba respirar, tal vez la pólvora en los campos de Ayacucho le afectaba. Gamarra siente una mano tibia que le acaricia la sien y vuelve a ver con claridad, su hijo le mira con lágrimas en los ojos. Gamarra no entiende qué sucede ¡Andrés! ¿Por qué lloras hijo? ¿No ves que acabamos de vencer a Canterac? Andrés sólo atina a asentir con la cabeza. Ya verás Andrés, dice Gamarra con una voz que se atenúa poco a poco. Este es sólo el comienzo, vamos a restaurar juntos la grandeza del Perú…Ya verás Andrés…ya verás…ya…
Obscuridad.