04/06/2024
CUENTA LA LEYENDA 🌬️
Hace miles de años, en una época en la que la humanidad aún estaba en sus primeros años de existencia, seres de otro mundo descendieron a la tierra, eran considerados dioses, no solo por su apariencia etérea, sino por las enseñanzas que impartían.
Enseñaron a los hombres a sembrar semillas, a criar animales y a construir monumentos. Les mostraron las estrellas y les enseñaron a leer el movimiento de los astros para predecir el futuro. Sin embargo, existían secretos más profundos que sólo revelaban a los más dignos. Entre estos secretos, la planta sagrada de la ayahuasca ocupaba un lugar especial.
Cuenta la leyenda que la ayahuasca no era una planta común, sus raíces mezcladas con la chacruna, se alimentaban de los sueños de los dioses y el brebaje susurraba historias de mundos invisibles. Aquellos que consumían la ayahuasca con respeto y reverencia podían traspasar el velo de la realidad y adentrarse en el reino de los espíritus.
En sus visiones, el espíritu femenino de la planta les guiaba en su búsqueda, les era revelado los misterios del universo, enseñándoles a mantener viva la conexión con lo divino y a nunca olvidar sus orígenes celestiales, brindando un sentido a su existencia y obteniendo respuestas a sus preguntas más profundas.
Con el paso de los años, la humanidad fue olvidando a esos antiguos dioses, pero la tradición de consumir ayahuasca se mantuvo viva en algunas tribus a lo largo de los siglos.
Aunque los dioses antiguos quizás ya no estén presentes en nuestro mundo, su legado se mantiene vivo a través del poderoso espíritu de la ayahuasca.
Esta planta sagrada no solo es un vínculo con lo divino, sino también un recordatorio constante de que somos hijos de seres celestiales que nos enseñaron el camino hacia la sabiduría y la iluminación