17/11/2024
LA BATALLA CONTRA LOS MÁS PODEROSOS DEL MUNDO
Corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas.
El pretexto «humanitario», infaltable en toda incursión imperial, tuvo la complicidad de los unitarios emigrados en Montevideo: a los «interventores», como les gustó llamarse a los europeos, no los movía otra intención que apoyar a quienes se oponían al gobierno supuestamente tiránico de Rosas.
Esta batalla ―pese a ser una derrota táctica― dio como resultado la victoria diplomática de la Confederación Argentina, debido al alto costo que demandó la operación. Implícitamente, la resistencia opuesta por el gobierno argentino, obligó a los invasores a aceptar la soberanía argentina sobre los ríos interiores.
Se destacan las líneas de cadenas que los defensores argentinos dispusieron para evitar el paso de los barcos enemigos. Fue una sangrienta defensa, de la que el enemigo pagó un alto costo.
Tras la derrota en Vuelta de Obligado, la expectativa comercial para Francia y Gran Bretaña no fue lo que esperaban y regresaron sin cumplir el objetivo mercantil. Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron al año siguiente