24/06/2024
DE PADRE A HIJO
Mis hijos no conocieron a mi padre. El se fue mucho antes de lo que hubiera sido justo. Ni él ni ellos fueron atrapados por la pasión por el futbol como lo fui yo. Sin embargo su generosidad hizo que compartieramos esta pasión, y que a la vuelta de los años ella actuara como un puente que unió nuestras tres generaciones, un puente construido sobre muchas decepciones y algunas alegrias, que seguramente fueron menos que aquellas, pero que vivimos con una intensidad tal que marcó a fuego mi existencia.
Con mis 56 mayos cumplidos, fui testigo de las tres epopeyas del mas hermoso de los juegos. Vivi como niño enloquecido el 78, como adolescente soñador el 86 y como padre agradecido el 2022 Recuerdo perfectamente haber sufrido sin poder creer como esos hungaros osaban arrebatarnos la ilusión, hasta que Luque y el taquito del Beto Alonso (perdón por el desliz gallina) pusieron las cosas en su lugar. Recuerdo vividamente el golazo ante los franceses otra vez de mi idolatrado 9 convertido caprichosamente en 14, y claro, derrota ante los tanos, claramente explicada por su ausencia. Y todo esto con el marco de futboleras discusiones con mi viejo, que no era muy futbolero, pero me seguia la corriente. De todas las cosas que tengo para agradecerle a mi querido viejo, hay una que me conmueve muy especialmente; haberme acompañado en mis dos grandes pasiones: el futbol y la música. Y lo hacia desde su lugar, aun sin ser muy futbolero, mucho menos hincha de River, y disfrutando del tango y la opera, en lugar de Charly, Pedro y Pablo, y todos esos melenudos que yo admiraba. Aun desde ese lugar el viejo tenia la grandeza de decirme alguna vez cuando me encontro escuchando a Queen: "eso no esta tan mal, creo que nada mal". Y en el futbol, el contrapunto era entre mi Luque admirado y su preferido, uno que no vi nunca en los partidos de la tele y que decian que jugaba en España, un tal Mario Kempes.
Ya sabemos el final de esta historia. Su ignoto repatriado hizo los goles que nos llevaron a la gloria. Tanta sabiduria futbolera como artistica cuando, depues que se fuera, descubri las herencias que me habia dejado: Dolina, Gardel, Charlo, Serrat, Pavarotti y tantos.
Nuestra comunion futbolera habia empezado un año antes. Un domingo al mediodía, en un almuerzo familiar en una parrilla a la que ibamos cada tanto, me tenía preparada una de las sorpresas que mas recuerdo de mi infancia. Me dijo: hoy a la tarde vamos a la cancha de Huracan a ver River-Gimnasia. En el Metro 77 River jugaba de local ahi porque estaban remodelando el Monumental para el mundial. La primer sorpresa ni bien subimos las escaleras del Ducó fue que el futbol... ERA EN COLOR!!!!! Acostumbrado a verlo gris en la tele, me deslumbro el verde intenso del pasto y el rojo sangre de esa banda cruzando el pecho. 2 a 0 con dos goles de VIctor Rodolfo Marchetti.
Sin embargo, nuestra mayor complicidad no tuvo que ver con RIver ni con el campeonato del mundo. Paso el mundial y River volvió a jugar en Nuñez. El viejo que no manejaba por una hemiplegia que lo torturó sus años finales, me llevó un par de veces al Monumental, pero habia que tomar colectivo, tren, subte, tren, caminar.... , asi que como el era medio hincha de Velez, me convenció de ir a Liniers, que era mucho mas amigable. Su Velez jugaba contra Argentinos. Linda cancha, mejor visión que en la de mi amado River, pero sobre todo, un petisito de rulos que hacía lo que quería con la pelota y con los rivales. Ni hace falta aclarar que el pibe llevaba la 10 en la espalda y se llamaba Diego Armando. El viejo enloqueció. En el bondi de vuelta a casa me dijo: Argentinos juega de local en cancha de Velez, tenemos que venir a ver a este pibe. Y asi lo hicimos, siguiendo a ese Argentinos y viendo como despachaba a Independiente, a Newell´s, a Ferro, y a todo el que se le cruzaba. Lo que le vi hacer al Diego ese campeonato del 78 y 79 en Argentinos es absolutamente indescriptible. Cada tanto el viejo me daba el gusto y me llevaba a ver a River. Despues de eso, lo vi esquivar ingleses a lo loco y darnos la segunda copa. En plena adolescencia, ese mundial lo vivi con amigos y ya no tan complice con él. Lástima, de solo sabar que se iria un par de años despues, le hubiera rogado que mirarmos cada partido juntos, comentando cada jugada de ese pibito al que habiamos descubierto juntos una soleada tarde de Liniers
Pero la vida es asi, no te avisa estas cosas. Y parecia que ese compartir iba a ser un hermoso recuerdo.
Mis hijos nunca tuvieron el menor interes en el futbol, pero como hizo el viejo conmigo traté de alentar la pasión en ellos, sin importar que fuera lo que la despertara.
El mundial de Rusia me encontro en una crisis personal muy profunda y una visagra en mi vida. La verdad, miraba los partidos como un formalismo, y aunque ese equipo no auydaba mucho a entusiasmarse, realmente me importaba poco por no decir nada la suerte que corrieramos en ese mundial. Solo me llamo la atención una cosa, por primera vez vi a mi hijo mayor sentado frente al televisor mirando los partidos. Y algo que me encendió una alarma: recuerdo haber llegado a casa con Argentina-Nigeria largamente empezado. Y ver a mi hijo hecho una furia con lo que venia por el tele. Hasta llegar al pico de emoción. Empatabamos 1 a 1, el partido se moría junto con su ilusion, y Marcos Rojo empalmó un centro para producir el milagro, no el de la clasificación, sino el de verlo llorando de emoción por un partido de futbol.
Y como la vida no avisa de estas cosas, ese día nacería otra complicidad. Primero una Copa América que empezó mal, porque Armani que nunca ataja penales nos dió una vida mas para llegar a una digna y polémica derrota con Brasil en semis. Sin esa atajada era dos de dos perdidos, afuera en primera ronda, y muerte de la scaloneta antes de nacer.
Pero las cosas pasan, y luego vino la Copa Ameria ansiada, contra Brasil y en el Maracana compartiendo todos los partidos juntos. Y seguimos con la ceremonia en la Finalisima contra Italia.
Y llegamos al mundial, con una ilusion especial porque teniamos la cabala imbatible. Y por si faltaba una prueba, solo rompimos el ritual durante los 10 primeros minutos del segundo tiempo del partido con Arabia.... A partir de ahi nos juramos cumplir nuestro rol. El Kempes del contrapunto con mi viejo se convirtió en Julián Alvarez. Si juega Juli somos campeones, le vaticinaba yo. Y como un capricho del tiempo, Julián termino siendo titular, haciendo goles como los del Matador, y nos llevo a la ansiada final.
Primero hay que saber sufrir, dice el tango. Y vaya si supimos. Todo lo que se pueda decir sobre esa final ya esta dicho y repetido, pero todo lo sufrido solo hizo mas emotivo e inolvidable el abrazo eterno que nos dimos cuando Montiel pateo el ultimo penal no lo va a borrar nada, y va a ser una de esas ilusiones de eternidad que le dan sentido a nuestra vida finita.
Mañana nos juntamos a ver Argentina-Chile, ojalá juguemos bien y ganemos. Aunque pase lo que pase, lo ganado ya esta vivido y tallado en piedra