07/01/2023
(En noviembre pasado, el Universitario Handball Femenino se consagró campeón de la 'Copa Aniversario Caleta' y cortó una sequía de siete años sin conseguir títulos. En esta nota realizada en septiembre de 2021, sus jugadoras referentes contaban pasado, presente y futuro del equipo de Daniel Barros y se ilusionaban con revertir esa racha adversa en medio del recambio generacional por el que atravesaba la histórica escuadra del handball caletense. Aquí reproducimos nuevamente aquel )
🤾♀️🏆 UNIVERSITARIO HANDBALL FEMENINO: CON EL CORAZÓN POR BANDERA
La vida es una secuencia de despedidas. Objetivo: fijar el instante preciso: la-felicidad-es-un-aquí-y-un-ahora. Invariablemente mañana ya nada será igual y el tiempo, implacable, se lo habrá de llevar todo. Resultado: mejor imposible: la composición final de la fotografía guarda todos los elementos con que se ha amasado una Épica: Buenos Aires, la Meca del deporte amateurs; 2014, último año, de tres consecutivos, en que el Handball femenino ha llevado su Piedra de Sísifo al punto cúlmine de su historia aún fresca y reciente: el Nacional B.
En la imagen bajo la lluvia, están todas de pie, bellas y jóvenes, con una expresión de sublime alegría en el rostro. De frente un peatón devenido camarógrafo les tomará de improviso la foto. En el ángulo inferior aparece un niño mirando de soslayo; y en el superior, un hombre como un angelote despistado, cuyas manos en actitud protectora caen por sobre los hombros de las mujeres como si fueran alas.
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Cuatro años antes, en Río Gallegos, Pamela Cabrer no podrá dormir en toda la noche, se levantará de su cama e irá a fumarse un cigarro al hall del hotel donde encontrará, también desvelada, a Valeria Luna. Entonces, se quedarán, insomnes, imaginando cómo será el partido en que horas más tarde enmudecerán a un Rocha repleto, que verá con asombro cómo el Universitario de Caleta, otrora Cenicienta que hace solo un año perdía por 15 o 20 de diferencia, ahora emplaza a su rival y en su propia casa, lo despacha y clasifica al Nacional B.
“Fue un festejo inolvidable, el Rocha se reventaba de gente y solo se nos escuchaba a nosotras, nos abrazamos tanto, sentíamos que ese triunfo era el fruto del compañerismo, la humildad, nos rompimos el lomo para conseguirlo”, recuerdó nostálgica Pamela Cabrer.
“Uno por vivir nomás siempre tiene quilombos, vive en tensión, entonces el deporte, el Handball, siempre te ayuda a salirte de esas rutinas, te saca del mambo en el que cada uno vive, te regala grandes amistades, mucho compañerismo”, concluyó.
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Pamela Cabrer fue la arquera histórica del Universitario Handball Femenino. Jugó hasta 2017 cuando una lesión de ligamentos cruzados y meniscos la alejó por completo de las canchas. Esa noche, fatídica para ella, se jugaba en el gimnasio del 2 de abril la final del torneo provincial contra un Río Gallegos imparable y renovado que ya había tomado sobradas notas respecto del funcionamiento del elenco dirigido por Daniel Barros, tras varios años de paternidad caletense, tal vez desde aquella tarde-noche del Rocha en que se había dado vuelta la ecuación.
Esta vez, y de cara a su parcialidad, en un Mirta Reales colmado, al Universitario se le asestaba un duro golpe y las chicas lo acusaron. La lesión de Cabrer sobre el final del partido sabía a Fin de Época. La hornada gloriosa de Barros estaba llegando a su fin y se abrían interrogantes sobre de qué manera y con qué recurso humano se contaba para comenzar una renovación.
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-¿Señor, qué necesita?
-Deme una tableta de paracetamol, por favor…
-¿Paga con efectivo, débito o tarjeta?
El intercambio es el más rudimentario con que en el cotidiano uno se hace de lo que precisa. Quien mira expectante por detrás de sus gafas es la imperecedera farmacéutica del Grupo Caltez, Nadia Quilogran. Ella no lo sabe, pero es La Hacedora del grupo que años más tarde habitó en silencio en el Olimpo del deporte local por casi un lustro.
“Cuando finalizamos la secundaria, Nadia fue la única de nuestro grupo que llegó a la Facultad. Entonces la oferta deportiva era o vóley o handball. Nadia se inscribió a handball y cuando fue a entrenar, estaba solamente ella y el profesor Nicolás Sari. Nadie más. Entonces le pidió al profe si podía llevar a entrenar a sus amigas, las chicas del Secundario 20. El profe le dijo que sí y ella nos buscó sin parar hasta que nos hizo llegar al entrenamiento”, cuenta Valeria Luna.
“Nadia había sido una arquera de handball con muchas condiciones durante toda la secundaria y esa pasión nos impulsó a nosotras a tomarnos con seriedad esta disciplina. Así fuimos llegando al equipo de a poco, primero Natalia Ramos, luego Nadia Domínguez, Silvana Benítez, por un momento éramos casi toda la camada que jugaba los intercolegiales secundarios representando al colegio 20 y que en la primaria 43 ya habíamos sido alumnas del profe Marcelo Cerimedo y jugado juntas al handball. Nos conocíamos mucho, desde siempre”, relata Luna, una de las referentes del equipo.
“Nos costó mucho prepararnos para competir. No fue sencillo. La máxima competencia casi que nos exigía a volver a aprender a picar la pelota, saber ocupar los espacios en cancha, intuir en el juego por dónde uno puede hacerle daño al rival. Un punto de inflexión para el equipo fue la asunción al cargo de DT de Daniel Barros. Allí empezó otra historia para nosotras. Él nos cambió la mentalidad. Nos enseñó a pensar el handball de otra manera, desde diferentes perspectivas: para la competencia de alto rendimiento”, comenta la defensa central Luna.
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Daniel Adrián Barros tiene 44 años y hace 12 conduce los destinos del Club Universitario de Handball Femenino. Es el mastodonte con sonrisa de niño que aparece en todas las fotografías con cierto halo paternal o bien caminando intranquilo la raya lateral de la 40x20 o dando indicaciones a las chicas con un gracejo sereno pero sonoro, como de acomodador de cine.
La-gente-del-palo no se ahorra halagos para adjetivar su carrera deportiva dentro de la disciplina, cuya performance le valiera en su momento el premio a mejor deportista del año de esta ciudad. Se dice de él que fue un jugador cerebral, poliédrico, un verdadero mago de este deporte, generoso con el espectáculo, capaz de regalar cada tanto una genialidad. Un jugador de galera y bastón.
“Tuve la suerte de poder tener una carrera bastante buena que me dio la posibilidad de participar en los torneos con que todo handballista sueña jugar”, sintetiza con absoluta humildad.
En principio, la Extensión Universitaria solicitó sus servicios para trabajar con su alumnado, pero más tarde el carácter inclusivo de sus políticas públicas buscaba insertar con más fuerza a la casa de altos estudios dentro de la sociedad y la convocatoria se generalizó a chicas de toda la ciudad. De ahí, el “Cabeza” como cariñosamente lo llaman sus dirigidas, contó con el recurso humano que precisaba para llevar adelante una verdadera revolución deportiva que posicionó al handball femenino local en la más alta consideración entre sus rivales a nivel provincial, regional y nacional.
-¿Qué desafíos le aportó a tu profesión dirigir el primer equipo femenino de handball de una institución tan importante?
-Me dio la posibilidad de competir a nivel provincial, regional, nacional; cuestión que hasta ese momento no se me había dado. Yo ya venía trabajando en la disciplina, pero con estas chicas, en este equipo, pude competir de otra manera.
-¿Cómo fue ese proceso?
-Para nada sencillo. Pero en dos años lo conseguimos. Trabajamos duro. Los comienzos fueron muy difíciles, porque nos desmoralizaba perder por 10 o 15 tantos de diferencia. Pero fuimos mejorando de a poquito, hasta que conseguimos una racha ganadora de varios años que nos mereció el respeto de los rivales dentro de las asociaciones en que competimos. Ya en nueve años que hemos ganado casi todas las ligas en que participamos. Nuestro mejor logro fue conseguir un pasaje al Nacional B en los torneos regionales en Río Gallegos o en Bariloche que habilitaban un cupo. Luego, a nivel local nos impusimos y hasta hemos ganado torneos en la liga de Comodoro, por ejemplo”.
-La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…
-Claro. A los que antes nos ganaban por 15, ahora nosotros les ganamos por 7. Eso es una medida para comprobar que las cosas bien hechas, surten su efecto, dan su fruto.
-¿Qué características tiene este grupo de mujeres?
-Yo s**o de positivo que es un equipo muy unido, un grupo de mujeres siempre está atravesado por condicionantes de todo tipo, pero las chicas se ayuda mutuamente entre sí para resolverlos, y esta solidaridad me ayuda a mí a trazar los distintos objetivos para cada año. Eso me pone contento.
-¿Ahora en qué momento deportivo se encuentra el equipo?
-Tratamos de mantener el nivel competitivo. No es sencillo. Ahora tenemos una camada de chicas nuevas, y de a poquito vamos haciendo el mismo trabajo que antes, pero apoyado también en las chicas de mayor experiencia. Con las chicas que se acoplaron ahora estamos tratando de generar la adaptación al sistema de juego que propongo.
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A Aldana Perea y Jeniffer Aburto les toca en suerte encabezar el recambio generacional del Universitario Handball Femenino. En los años venideros, Aldana deberá confirmar el despunte virtuoso que hoy le permite alternar el puesto de central en el equipo y el de hilvanar el ajedrez en esta nueva versión que propone un Barros en-modo-Guardiola: un juego más paciente, más horizontal, más cerebral, que de momento Zas: ponga de cara al gol a sus extremos María Eugenia Chaile o Tamara Cifuentes, y cuando no, dé el tiempo y espacio precisos para que Jeniffer Aburto descerraje la bazuca de su brazo derecho.
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Allá lejos en el tiempo han quedado los años dorados en que el equipo de Barros liquidaba a sus rivales con un juego vertical y visceral, que proponía el golpe por golpe a sabiendas de que contaba con las jugadoras claves para poder hacerlo. En solo tres pases ponía de cara al gol a sus extremos y, cuando no, algún pase periférico de la violinista Nadia Domínguez, habilitaba las zancadas de garza de la talentosa Natalia Ramos, que por su desesperada carrera daba la sensación de llevar por detrás a un león.
A ese juego del contrataque fulminante Barros lo pudo sostener por años con el aporte de Carolina del Valle, Jimena Pinto, Silvana Benítez, Diana Toledo, Melisa Oliva, Tamara Astudillo, Gabriela Gómez, Vanina Galis, Celeste Oviedo, Laura Mamaní o Pamela Cabrer por solo nombrar casos de jugadoras que nunca desafinaron y que ya no conforman el primer equipo.
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“A mí ya se me pasó el cuarto de hora”, dice Carolina Del Valle, profesora de Educación Física, de 45 años, que jugó en el Universitario por muchos años y antes de la pandemia ya había comunicado su retiro. “De alguna manera, siempre seguiré ligada al club, pero al handball ya no creo que vuelva, quizás sí para entrenar con las chicas pero para competir ya no”, sentenció.
En la dinámica agobiante de viajar para poder competir, el Universitario de Handball Femenino vivió momentos de extrema angustia y zozobra, la tarde-noche en que Carolina del Valle se accidentó con su auto en la Ruta 3 viajando desde Comodoro Rivadavia hacia Caleta Olivia y salvo su vida de milagro. “Volqué volviendo de Comodoro. Me volví sola antes de tiempo porque debía rendir un parcial. Por suerte volqué sola”, puntualizó la zurda ex extremo.
Sobre su valoración final del equipo, concluyó Del Valle: “Conviví muchos años con un grupo que siempre se ha caracterizado por tirar todas para adelante. Siempre se movilizó para buscar dónde entrenar, para buscar el mango para poder viajar para competir, siempre no nos importó mucho andar boyado por todos lados con tal de poder jugar el deporte”.
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“El Handball fue el impulso fundamental que me motivó a hacer un gran cambio en vida, a prestar atención a mi salud. El objetivo principal fue mantenerme físicamente bien, poder controlar mi peso, para poder competir en esta disciplina de alto rendimiento. Con el peso que tenía antes no me sentía conforme con lo que podía entregarle a mi equipo. Por eso tomé la decisión de hacerme una cirugía bariátrica por las ganas de poder brindarme entera a mi equipo. El Handball es la más grande pasión de mi vida”.
Las palabras entrecomilladas pertenecen a Florentina Mancari. Tiene 30 años. Juega de pivot. Tiene la responsabilidad de ser el ariete de hormigón que se faje de ida y vuelta con las defensas centrales rivales. Alterna el puesto con Valeria Luna, su comadre, a quien considera “como parte de mi familia”. Es Maestra en el Nivel Inicial y sus palabras tienen una carga simbólica especial y lo sabe. Por eso asume el relato de su superación personal, de la recuperación de su salud, dentro del marco de contención que le brindó su equipo y su familia. Pero no solo eso. Hay más: Flor, como le llaman sus compañeras, hasta ahora es la jugadora más joven que debutó en el primer equipo con tan solo 13 años de edad: “Mi tía Silvana Benítez me llevo a entrenar handball por primera vez y desde entonces no dejé de jugar nunca. Aun cuando el problema de mi obesidad me tiraba para abajo, no vacilé, siempre trataba de retomar, siempre volví”.
Flor dice ahora “gozar de una plenitud física” y que antes puso en riesgo su vida “cuando llegué a pesar 114 kilos”. Hoy, en sus redes sociales, cada tanto celebra este nuevo estado de gracia que le permite continuar jugado el handball: “El 10 de diciembre de 2019 me hice la cirugía bariátrica. No lo olvidaré nunca. Volví a nacer. Yo mido 1,57 m y pesaba 114 kilos. Desde aquel entonces llevo bajado 57 kilos. Me saqué una chica, como yo, de encima. Antes doblaba mi peso actual”.
-¿Cuál era tu cuadro clínico en ese entonces?
-Cuando nació mi primer hijo y comenzó a querer caminar, allí me di cuenta que para mí todo era más dificultoso, que no tenía energía para cubrir su demanda. Me hice controles médicos y me diagnosticaron resistencia a la insulina. Ahí me dijeron que si no bajaba de peso, en dos años devendría paciente diabética”.
-Te llenaste de temores…
-Lo hice también por mis hijos que son pequeños, porque quiero brindarles una mamá con buena salud, con predisposición, activa, que pueda jugar con ellos, acompañar su crecimiento. Notaba que mi problema de obesidad no me dejaba atender a mi hijo como debía.
-¿Cómo incide tu maternidad en el tiempo que precisás para dedicarle al handball?
-Aquí en el grupo tenemos una máxima que es ir en contra del mandato social de que porque sos mamá, debés abandonar por un tiempo las cosas que te gusta hacer, al menos hasta que tus hijos sean grandes. Esta enseñanza me la dieron mis compañeras y es que sí, que sí se puede. Nosotras siempre hemos acarreado nuestros hijos. En su momento cuando era la más chica del grupo, he jugado cuando podía, pero cuando no, también he atendido, dado de comer y entretenido a los hijos de las chicas más grandes; y ninguna se imposibilitó de jugar ni de viajar para competir, ni ninguno de sus hijos se han malcriado; todo lo contrario, muchos de ellos hoy son excelentes deportistas por haber mamado desde pequeños la mística de este deporte. Hoy soy yo quien recibe la ayuda de mis compañeras para poder cuidar a mis hijos y seguir jugando. Y lo agradezco.
-Es fuerte el lazo afectivo que tenés con tus compañeras…
-Sí, es que forjamos una amistad mucho más allá del plano deportivo. Con algunas chicas somos casi familia, comadres…El resto de las chicas somos amigas, compartimos siempre ratos especiales, y una las puede contar cuando pasan cosas buenas y también malas. Creo que la mano del técnico ha tenido que ver mucho en esto. Él es una persona con una calidez muy especial, antes de priorizar el factor deportivo, siempre pone el factor humano por delante, atendiendo nuestras demandas, enseñándonos cosas no solo de la disciplina, sino también de lo que nos puede brindar como persona: cómo ser respetuosa, mantener las amistades, ponernos en el lugar del otro.
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La semana pasada en la liga de Comodoro Rivadavia se vivió una situación especial que luego se viralizara en las redes sociales. En el precalentamiento del Universitario, su arquera Diana Gómez, de 35 años de edad, amamantaba a su hijo Uziel de tan solo 8 meses. “Mi bebé me cambió todo. Yo ya había sido mamá hace 18 años y esto fue como volver a empezar. Pero la vamos llevando bien. Las chicas me ayudan para que pueda entrar a jugar cuidándolo desde el banco”, dice Diana.
Y agrega: “Juego al Handball desde los 8 años. Y en Universitario hace seis. Soy refuerzo en los Nacionales, alterno el puesto con Maru, mi compañera. Me entendí bien desde el comienzo con las chicas. Valoramos la amistad. Nunca tuvimos grandes diferencias. Las chicas me ayudan mucho a sostenerme en el grupo, a que no me vaya por mis obligaciones de mamá. Priorizamos el amor al deporte y el sacrificio que hacemos para poder competir”.
“El handball es un cable a tierra en mi vida y más a esta edad, me ayudó a superar situaciones muy difíciles para mí. Yo paré unos años y al volver me di cuenta que este deporte lo es todo, que cada vez que agarro mi mochila y mis zapatillas para ir a entrenar, logro despejarme de todo”, concluye la arquera Gómez.
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“Yo estaba trabajando en la cocina de un evento cuando de pronto un amigo me preguntó por mi deporte preferido. Le conté que toda la vida había jugado al handball pero como hacía poco que había llegado a Caleta desde San Luis, aún no tenía equipo. Él me dijo, Andá a ver a esta persona. Fui. Y esa persona me contactó con el entrenador y encontré amigas y una familia”, asegura Bárbara Fernández.
Tiene 34 años. Llegó a Caleta Olivia a los 27. Estudia la Tecnicatura en Petróleo en la UNPA y también desarrolla un emprendimiento personal de repostería artística Lucite Conmigo. Por una lesión en su cervical no juega actualmente pero también afirma que “el handball es mi cable a tierra, lo que me mantiene en eje: necesito entrenar”.
Dentro del equipo, jugaba de lateral y extremo. En 2017 salvó las papas del fuego con un latigazo suyo sobre la hora a la salida de un tiro libre que mandó la final provincial con la Escuela Municipal de Gregores a tiempos extras. En el alargue el Universitario, ante un Gregores desmoralizado, obtuvo la victoria que le permitió quedarse con un cupo para participar en el torneo Regional.
“Fue el momento más glorioso de mi paso por el Universitario, fue perfecto por todo el contexto, por cómo estaba de lleno el gimnasio, y porque sirvió para clasificarnos. Inolvidable”, recuerda la puntana.
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Dicho a este cronista por todas sus compañeras, Nadia Domínguez y Valeria Luna son las máximas referentes del Club Universitario de Handball Femenino. Pertenecen a la vieja guardia pretoriana. De aquel grupo iniciático alentado por Nadia Quilogran, solo sobreviven las dos, junto con Flor Mancari, quien se incorporara posteriormente. Ambas saben que guardan el Arca de Noé del club y asumen el rol protagónico que les concede esa memoria. Se sienten deudoras de una disciplina deportiva a la que también sienten como “un cable a tierra”.
Al ser.consultadas, pusieron el foco en la falta de un espacio físico para poder entrenar: “Debemos viajar hacia Cañadón Seco todos los martes y viernes por las noches para poder hacerlo, y ese condicionante no nos permite sumar a un montón de chicas que nos contactan para ser parte de Universitario, pero que por falta de movilidad no se pueden incorporar al plantel”, dijo la armadora Domínguez.
“Sabés la cantidad de chicas a las que le podría ayudar el deporte a sacar sus vidas adelante, salir de la calle, no perderse, socializar con otras personas que las ayuden a ganar una disciplina saludable para sus vidas”, completó la idea Luna.
Y prosiguió: “Hemos hecho solicitudes a la Municipalidad pero la Secretaría de Deportes nunca nos dio una respuesta. Creo que el grupo no se merece ese gesto de indiferencia, porque la vigencia que ha conseguido durante años a la hora de competir, difícilmente se pueda comparar con algún otro grupo que practique una disciplina deportiva. Llevamos jugando a un nivel competitivo más de 10 años ya y no nos fue sencillo. Nosotras ponemos todo de nuestro lado para representar lo mejor posible a Caleta y siempre lo conseguimos”.
“El único vecino que ha tenido un gesto de desprendimiento para con nuestro club, fue el señor Arispe del Fútbol 5, que nos cobró a precio medio sus instalaciones para que podamos entrenar”, comentó Domínguez, ofuscada.
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Valeria Luna tiene 42 años, juega de defensa central, y por su rigor de centurión en la marca, da la idea de tener bajo arresto domiciliario a las delanteras contrarias. Por su entrega, se ha ganado el respeto de sus pares. Dice que “a este grupo nuevo, renovado, solo le falta ganar algo importante de manera urgente para volver a tener confianza”.
Consultada sobre hasta cuándo seguirá jugando, fue contundente entre lágrimas: “Hasta que mis piernas me lo permitan. Solo le pido a Dios que me deje cumplir un sueño más para mi vida: jugar al lado de mi sobrina Quime”.
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Por su parte, la central Nadia Domínguez agradeció al handball “la posibilidad de haber vuelto a reencontrarme con amigas muy queridas de mi tiempo de secundaria, porque cuando me tocó ser mamá muy joven, me aparté de mis afectos”.
A Domínguez le tocó derribar el prejuicio sobre si el-deporte-y-la-maternidad podían ir de la mano o si no. Por ese gesto parteaguas en la historia del club hoy es respetada por las chicas que no se inhiben de poder seguir entrenando o poder viajar para competir aún con sus hijos a cuestas: “Compartí junto a mi hijo esta pasión, y logré que él se apasione con el deporte. Durante diez años consecutivos viajé por todo el país con él, a mi lado. Estoy orgullosa de eso, mi hijo se quedó prendado del deporte y hoy estudia el profesorado de Educación Física y ya está en su 3ro año”, comentó la cerebral Domínguez.
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Decididas a continuar haciendo extensiva la Proclama de Heroicidad de la Deportista Amateurs, para Aldana Perea, Tania Vera, Jennifer Aburto, Tamara Cifuentes, María Eugenia Chaile, Mariela Sepulveda, Gisela Oropel, Diana Gómez, Anahí Vegara, Florentina Mancari, Nadia Domínguez y Valeria Luna, el partido final aún no ha terminado y solo piden pista para lanzar un contrataque más, que perfore de una vez el muro de indiferencia e ingratitud con que sienten que han sido tratadas todos estos años.
¡Que sea gol, muchachas!