Revista OJALÁ

Revista OJALÁ periodismo narrativo con contenido social

(Anoche Valentina Paez y Agustín Constante cumplieron su sueño: bailaron en el escenario Atahualpa Yupanqui de Cosquín. ...
17/01/2023

(Anoche Valentina Paez y Agustín Constante cumplieron su sueño: bailaron en el escenario Atahualpa Yupanqui de Cosquín. Aquí publicamos nuevamente, y de manera íntegra, la crónica que realizamos en octubre pasado, en Comodoro, donde se aseguraban un lugar en el Preselectivo del Festival de Folclore más importante del país. ¡Felicitaciones a los jóvenes caletenses!)

💃🕺AGUSTÍN, VALENTINA Y COSQUÍN: CRÓNICA DE UNA FELICIDAD COMPARTIDA

Es sábado 22/10. A las 20 hs, la tensión alcanza su punto máximo. El certamen preselectivo con sede en Comodoro entró en su etapa definitoria. El jurado está a punto de entregar su veredicto. Se rumorea que dos chicos de Caleta que han llegado a la instancia final, se volverán a su ciudad coronados de gloria.

Los dos en su merecido deshago se abrazarán, querrán gritar y llorarán con su hacedora, la profesora Marcela Páez, “que sin ella no hubiéramos llegado tan lejos, porque siempre estuvo al pie del cañón, en cada detalle”. Dirán que “fue el fruto de cuatro meses de mucho trabajo en conjunto”, que “esta sensación de felicidad no se puede creer” y luego se dejarán un espacio para agradecer a “la gente de ATE y Manos de esperanza por facilitarnos lugar para ensayar” y por último “a nuestras familias por todo el apoyo y acompañamiento que nos brindaron siempre”.

Se llaman Agustín Constante y Valentina Páez. Compitieron todo el día, desde muy temprano. A esta hora ya están cansados. Pero el escenario mayor de la Próspero Molina está a solo un-último-arresto-de-zamba, a tres o cuatro minutos de pañuelos en lo alto cual banderas con los que se agitó durante años el sueño de una vida entera: bailar en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín.

Los dos tienen claro que es hoy. Que a esta oportunidad no la deben dejar pasar. Entonces, se buscan con las miradas, establecen máxima conexión y salen a la zamba, convencidos de que a veces la vida va todo al ganador.

En primer turno, los dos ya habían aportado lo suyo en la performance del Ballet Queinenquen y, tras una excelente presentación, se quedaron a poco de conseguir el objetivo. Más tarde, comenzaron el largo periplo preliminar, fase por fase, en el rubro Pareja de Baile de Danza Estilizada, hasta poder meterse de lleno en este instante preciso donde ahora el corazón les retumba en el pecho como un bombo, como en el día aquel en que sus familias los dejaran solitos por primera vez en sus clases de danzas, allí en el CEMEPA, en el principio de todo, cuando apenas eran unos niños.

Hoy Valentina Páez tiene 20 años y desde los 5 lleva en la sangre la pasión por bailar el folclore. Se pasó una buena parte de su vida, de ensayo en ensayo, yendo y viniendo, desde su barrio 3 de febrero hacia el Arco del San Martín, y viceversa. Creció viendo cómo su familia se emocionaba con la transmisión televisiva del Cosquín en noches de verano inolvidables y escuchó de boca de casi todos sus pares el relato épico de que subirse al Atahualpa Yupanqui supone llegar a La Meca a que aspira todo folclorista de pura cepa que se precie deudor de esta tradición popular.

El caso de Agustín Constante no es muy distinto. Actualmente tiene 22 y desde sus 6 años vive tanto en barrio Rotary como dentro del día a día de la Escuela Municipal de Danzas Nativas. Su permanencia allí, donde empezara como un alumno más, ha devenido en el consabido destino de la docencia. Hoy Agustín, aparte de ser empleado de comercio, es parte del plantel de profesores que sostiene la actividad dentro de la Casa Cultural de Caleta. Y al igual que su compañera Valentina, se soñó desde siempre bailando en Cosquín.

Desde las 9 hs de la mañana del sábado, delegaciones de bailarines y músicos y cantantes folclóricos de toda la región, más Agustín y Valentina, se dieron cita en el Centro Cultural ‘Alfredo Sadhi’ de la ciudad de Comodoro Rivadavia para competir por un lugar en el Festival Nacional de Folclore Cosquín 2023.

Más de 300 artistas de Rawson, Trelew, Comodoro, Caleta, Pico Truncado o Las Heras, por ejemplo, desfilaron por el escenario para dirimirse los rubros de solista, dúo y conjunto (vocal); solista y conjunto (instrumental); solista y conjunto (malambo); pareja y conjunto de baile (tradicional y estilizado).

Valentina y Agustín compitieron al mejor de 8, en el rubro Pareja de Baile Estilizado, y llegaron a una finalísima Caleta-Madryn para el infarto. Mano a Mano. Lo dieron todo y la ganaron.

Ahora la zamba que escogieron para cerrar su faena, acaba de finalizar y en breve se les comunicará que se han consagrado, que sí, que es cierto que a veces la vida premia el esfuerzo y la perseverancia y que el sueño de Cosquín ahora está más cerca de la terminal de sus vidas, que es Caleta Olivia.

        (En noviembre pasado, el Universitario Handball Femenino se consagró campeón de la 'Copa Aniversario Caleta' y c...
07/01/2023



(En noviembre pasado, el Universitario Handball Femenino se consagró campeón de la 'Copa Aniversario Caleta' y cortó una sequía de siete años sin conseguir títulos. En esta nota realizada en septiembre de 2021, sus jugadoras referentes contaban pasado, presente y futuro del equipo de Daniel Barros y se ilusionaban con revertir esa racha adversa en medio del recambio generacional por el que atravesaba la histórica escuadra del handball caletense. Aquí reproducimos nuevamente aquel )

🤾‍♀️🏆 UNIVERSITARIO HANDBALL FEMENINO: CON EL CORAZÓN POR BANDERA

La vida es una secuencia de despedidas. Objetivo: fijar el instante preciso: la-felicidad-es-un-aquí-y-un-ahora. Invariablemente mañana ya nada será igual y el tiempo, implacable, se lo habrá de llevar todo. Resultado: mejor imposible: la composición final de la fotografía guarda todos los elementos con que se ha amasado una Épica: Buenos Aires, la Meca del deporte amateurs; 2014, último año, de tres consecutivos, en que el Handball femenino ha llevado su Piedra de Sísifo al punto cúlmine de su historia aún fresca y reciente: el Nacional B.

En la imagen bajo la lluvia, están todas de pie, bellas y jóvenes, con una expresión de sublime alegría en el rostro. De frente un peatón devenido camarógrafo les tomará de improviso la foto. En el ángulo inferior aparece un niño mirando de soslayo; y en el superior, un hombre como un angelote despistado, cuyas manos en actitud protectora caen por sobre los hombros de las mujeres como si fueran alas.

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Cuatro años antes, en Río Gallegos, Pamela Cabrer no podrá dormir en toda la noche, se levantará de su cama e irá a fumarse un cigarro al hall del hotel donde encontrará, también desvelada, a Valeria Luna. Entonces, se quedarán, insomnes, imaginando cómo será el partido en que horas más tarde enmudecerán a un Rocha repleto, que verá con asombro cómo el Universitario de Caleta, otrora Cenicienta que hace solo un año perdía por 15 o 20 de diferencia, ahora emplaza a su rival y en su propia casa, lo despacha y clasifica al Nacional B.

“Fue un festejo inolvidable, el Rocha se reventaba de gente y solo se nos escuchaba a nosotras, nos abrazamos tanto, sentíamos que ese triunfo era el fruto del compañerismo, la humildad, nos rompimos el lomo para conseguirlo”, recuerdó nostálgica Pamela Cabrer.

“Uno por vivir nomás siempre tiene quilombos, vive en tensión, entonces el deporte, el Handball, siempre te ayuda a salirte de esas rutinas, te saca del mambo en el que cada uno vive, te regala grandes amistades, mucho compañerismo”, concluyó.

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Pamela Cabrer fue la arquera histórica del Universitario Handball Femenino. Jugó hasta 2017 cuando una lesión de ligamentos cruzados y meniscos la alejó por completo de las canchas. Esa noche, fatídica para ella, se jugaba en el gimnasio del 2 de abril la final del torneo provincial contra un Río Gallegos imparable y renovado que ya había tomado sobradas notas respecto del funcionamiento del elenco dirigido por Daniel Barros, tras varios años de paternidad caletense, tal vez desde aquella tarde-noche del Rocha en que se había dado vuelta la ecuación.
Esta vez, y de cara a su parcialidad, en un Mirta Reales colmado, al Universitario se le asestaba un duro golpe y las chicas lo acusaron. La lesión de Cabrer sobre el final del partido sabía a Fin de Época. La hornada gloriosa de Barros estaba llegando a su fin y se abrían interrogantes sobre de qué manera y con qué recurso humano se contaba para comenzar una renovación.

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-¿Señor, qué necesita?

-Deme una tableta de paracetamol, por favor…

-¿Paga con efectivo, débito o tarjeta?

El intercambio es el más rudimentario con que en el cotidiano uno se hace de lo que precisa. Quien mira expectante por detrás de sus gafas es la imperecedera farmacéutica del Grupo Caltez, Nadia Quilogran. Ella no lo sabe, pero es La Hacedora del grupo que años más tarde habitó en silencio en el Olimpo del deporte local por casi un lustro.

“Cuando finalizamos la secundaria, Nadia fue la única de nuestro grupo que llegó a la Facultad. Entonces la oferta deportiva era o vóley o handball. Nadia se inscribió a handball y cuando fue a entrenar, estaba solamente ella y el profesor Nicolás Sari. Nadie más. Entonces le pidió al profe si podía llevar a entrenar a sus amigas, las chicas del Secundario 20. El profe le dijo que sí y ella nos buscó sin parar hasta que nos hizo llegar al entrenamiento”, cuenta Valeria Luna.

“Nadia había sido una arquera de handball con muchas condiciones durante toda la secundaria y esa pasión nos impulsó a nosotras a tomarnos con seriedad esta disciplina. Así fuimos llegando al equipo de a poco, primero Natalia Ramos, luego Nadia Domínguez, Silvana Benítez, por un momento éramos casi toda la camada que jugaba los intercolegiales secundarios representando al colegio 20 y que en la primaria 43 ya habíamos sido alumnas del profe Marcelo Cerimedo y jugado juntas al handball. Nos conocíamos mucho, desde siempre”, relata Luna, una de las referentes del equipo.

“Nos costó mucho prepararnos para competir. No fue sencillo. La máxima competencia casi que nos exigía a volver a aprender a picar la pelota, saber ocupar los espacios en cancha, intuir en el juego por dónde uno puede hacerle daño al rival. Un punto de inflexión para el equipo fue la asunción al cargo de DT de Daniel Barros. Allí empezó otra historia para nosotras. Él nos cambió la mentalidad. Nos enseñó a pensar el handball de otra manera, desde diferentes perspectivas: para la competencia de alto rendimiento”, comenta la defensa central Luna.

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Daniel Adrián Barros tiene 44 años y hace 12 conduce los destinos del Club Universitario de Handball Femenino. Es el mastodonte con sonrisa de niño que aparece en todas las fotografías con cierto halo paternal o bien caminando intranquilo la raya lateral de la 40x20 o dando indicaciones a las chicas con un gracejo sereno pero sonoro, como de acomodador de cine.

La-gente-del-palo no se ahorra halagos para adjetivar su carrera deportiva dentro de la disciplina, cuya performance le valiera en su momento el premio a mejor deportista del año de esta ciudad. Se dice de él que fue un jugador cerebral, poliédrico, un verdadero mago de este deporte, generoso con el espectáculo, capaz de regalar cada tanto una genialidad. Un jugador de galera y bastón.

“Tuve la suerte de poder tener una carrera bastante buena que me dio la posibilidad de participar en los torneos con que todo handballista sueña jugar”, sintetiza con absoluta humildad.

En principio, la Extensión Universitaria solicitó sus servicios para trabajar con su alumnado, pero más tarde el carácter inclusivo de sus políticas públicas buscaba insertar con más fuerza a la casa de altos estudios dentro de la sociedad y la convocatoria se generalizó a chicas de toda la ciudad. De ahí, el “Cabeza” como cariñosamente lo llaman sus dirigidas, contó con el recurso humano que precisaba para llevar adelante una verdadera revolución deportiva que posicionó al handball femenino local en la más alta consideración entre sus rivales a nivel provincial, regional y nacional.

-¿Qué desafíos le aportó a tu profesión dirigir el primer equipo femenino de handball de una institución tan importante?

-Me dio la posibilidad de competir a nivel provincial, regional, nacional; cuestión que hasta ese momento no se me había dado. Yo ya venía trabajando en la disciplina, pero con estas chicas, en este equipo, pude competir de otra manera.

-¿Cómo fue ese proceso?

-Para nada sencillo. Pero en dos años lo conseguimos. Trabajamos duro. Los comienzos fueron muy difíciles, porque nos desmoralizaba perder por 10 o 15 tantos de diferencia. Pero fuimos mejorando de a poquito, hasta que conseguimos una racha ganadora de varios años que nos mereció el respeto de los rivales dentro de las asociaciones en que competimos. Ya en nueve años que hemos ganado casi todas las ligas en que participamos. Nuestro mejor logro fue conseguir un pasaje al Nacional B en los torneos regionales en Río Gallegos o en Bariloche que habilitaban un cupo. Luego, a nivel local nos impusimos y hasta hemos ganado torneos en la liga de Comodoro, por ejemplo”.

-La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…

-Claro. A los que antes nos ganaban por 15, ahora nosotros les ganamos por 7. Eso es una medida para comprobar que las cosas bien hechas, surten su efecto, dan su fruto.

-¿Qué características tiene este grupo de mujeres?

-Yo s**o de positivo que es un equipo muy unido, un grupo de mujeres siempre está atravesado por condicionantes de todo tipo, pero las chicas se ayuda mutuamente entre sí para resolverlos, y esta solidaridad me ayuda a mí a trazar los distintos objetivos para cada año. Eso me pone contento.

-¿Ahora en qué momento deportivo se encuentra el equipo?

-Tratamos de mantener el nivel competitivo. No es sencillo. Ahora tenemos una camada de chicas nuevas, y de a poquito vamos haciendo el mismo trabajo que antes, pero apoyado también en las chicas de mayor experiencia. Con las chicas que se acoplaron ahora estamos tratando de generar la adaptación al sistema de juego que propongo.

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A Aldana Perea y Jeniffer Aburto les toca en suerte encabezar el recambio generacional del Universitario Handball Femenino. En los años venideros, Aldana deberá confirmar el despunte virtuoso que hoy le permite alternar el puesto de central en el equipo y el de hilvanar el ajedrez en esta nueva versión que propone un Barros en-modo-Guardiola: un juego más paciente, más horizontal, más cerebral, que de momento Zas: ponga de cara al gol a sus extremos María Eugenia Chaile o Tamara Cifuentes, y cuando no, dé el tiempo y espacio precisos para que Jeniffer Aburto descerraje la bazuca de su brazo derecho.

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Allá lejos en el tiempo han quedado los años dorados en que el equipo de Barros liquidaba a sus rivales con un juego vertical y visceral, que proponía el golpe por golpe a sabiendas de que contaba con las jugadoras claves para poder hacerlo. En solo tres pases ponía de cara al gol a sus extremos y, cuando no, algún pase periférico de la violinista Nadia Domínguez, habilitaba las zancadas de garza de la talentosa Natalia Ramos, que por su desesperada carrera daba la sensación de llevar por detrás a un león.

A ese juego del contrataque fulminante Barros lo pudo sostener por años con el aporte de Carolina del Valle, Jimena Pinto, Silvana Benítez, Diana Toledo, Melisa Oliva, Tamara Astudillo, Gabriela Gómez, Vanina Galis, Celeste Oviedo, Laura Mamaní o Pamela Cabrer por solo nombrar casos de jugadoras que nunca desafinaron y que ya no conforman el primer equipo.

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“A mí ya se me pasó el cuarto de hora”, dice Carolina Del Valle, profesora de Educación Física, de 45 años, que jugó en el Universitario por muchos años y antes de la pandemia ya había comunicado su retiro. “De alguna manera, siempre seguiré ligada al club, pero al handball ya no creo que vuelva, quizás sí para entrenar con las chicas pero para competir ya no”, sentenció.

En la dinámica agobiante de viajar para poder competir, el Universitario de Handball Femenino vivió momentos de extrema angustia y zozobra, la tarde-noche en que Carolina del Valle se accidentó con su auto en la Ruta 3 viajando desde Comodoro Rivadavia hacia Caleta Olivia y salvo su vida de milagro. “Volqué volviendo de Comodoro. Me volví sola antes de tiempo porque debía rendir un parcial. Por suerte volqué sola”, puntualizó la zurda ex extremo.

Sobre su valoración final del equipo, concluyó Del Valle: “Conviví muchos años con un grupo que siempre se ha caracterizado por tirar todas para adelante. Siempre se movilizó para buscar dónde entrenar, para buscar el mango para poder viajar para competir, siempre no nos importó mucho andar boyado por todos lados con tal de poder jugar el deporte”.

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“El Handball fue el impulso fundamental que me motivó a hacer un gran cambio en vida, a prestar atención a mi salud. El objetivo principal fue mantenerme físicamente bien, poder controlar mi peso, para poder competir en esta disciplina de alto rendimiento. Con el peso que tenía antes no me sentía conforme con lo que podía entregarle a mi equipo. Por eso tomé la decisión de hacerme una cirugía bariátrica por las ganas de poder brindarme entera a mi equipo. El Handball es la más grande pasión de mi vida”.

Las palabras entrecomilladas pertenecen a Florentina Mancari. Tiene 30 años. Juega de pivot. Tiene la responsabilidad de ser el ariete de hormigón que se faje de ida y vuelta con las defensas centrales rivales. Alterna el puesto con Valeria Luna, su comadre, a quien considera “como parte de mi familia”. Es Maestra en el Nivel Inicial y sus palabras tienen una carga simbólica especial y lo sabe. Por eso asume el relato de su superación personal, de la recuperación de su salud, dentro del marco de contención que le brindó su equipo y su familia. Pero no solo eso. Hay más: Flor, como le llaman sus compañeras, hasta ahora es la jugadora más joven que debutó en el primer equipo con tan solo 13 años de edad: “Mi tía Silvana Benítez me llevo a entrenar handball por primera vez y desde entonces no dejé de jugar nunca. Aun cuando el problema de mi obesidad me tiraba para abajo, no vacilé, siempre trataba de retomar, siempre volví”.

Flor dice ahora “gozar de una plenitud física” y que antes puso en riesgo su vida “cuando llegué a pesar 114 kilos”. Hoy, en sus redes sociales, cada tanto celebra este nuevo estado de gracia que le permite continuar jugado el handball: “El 10 de diciembre de 2019 me hice la cirugía bariátrica. No lo olvidaré nunca. Volví a nacer. Yo mido 1,57 m y pesaba 114 kilos. Desde aquel entonces llevo bajado 57 kilos. Me saqué una chica, como yo, de encima. Antes doblaba mi peso actual”.

-¿Cuál era tu cuadro clínico en ese entonces?

-Cuando nació mi primer hijo y comenzó a querer caminar, allí me di cuenta que para mí todo era más dificultoso, que no tenía energía para cubrir su demanda. Me hice controles médicos y me diagnosticaron resistencia a la insulina. Ahí me dijeron que si no bajaba de peso, en dos años devendría paciente diabética”.

-Te llenaste de temores…

-Lo hice también por mis hijos que son pequeños, porque quiero brindarles una mamá con buena salud, con predisposición, activa, que pueda jugar con ellos, acompañar su crecimiento. Notaba que mi problema de obesidad no me dejaba atender a mi hijo como debía.

-¿Cómo incide tu maternidad en el tiempo que precisás para dedicarle al handball?

-Aquí en el grupo tenemos una máxima que es ir en contra del mandato social de que porque sos mamá, debés abandonar por un tiempo las cosas que te gusta hacer, al menos hasta que tus hijos sean grandes. Esta enseñanza me la dieron mis compañeras y es que sí, que sí se puede. Nosotras siempre hemos acarreado nuestros hijos. En su momento cuando era la más chica del grupo, he jugado cuando podía, pero cuando no, también he atendido, dado de comer y entretenido a los hijos de las chicas más grandes; y ninguna se imposibilitó de jugar ni de viajar para competir, ni ninguno de sus hijos se han malcriado; todo lo contrario, muchos de ellos hoy son excelentes deportistas por haber mamado desde pequeños la mística de este deporte. Hoy soy yo quien recibe la ayuda de mis compañeras para poder cuidar a mis hijos y seguir jugando. Y lo agradezco.

-Es fuerte el lazo afectivo que tenés con tus compañeras…

-Sí, es que forjamos una amistad mucho más allá del plano deportivo. Con algunas chicas somos casi familia, comadres…El resto de las chicas somos amigas, compartimos siempre ratos especiales, y una las puede contar cuando pasan cosas buenas y también malas. Creo que la mano del técnico ha tenido que ver mucho en esto. Él es una persona con una calidez muy especial, antes de priorizar el factor deportivo, siempre pone el factor humano por delante, atendiendo nuestras demandas, enseñándonos cosas no solo de la disciplina, sino también de lo que nos puede brindar como persona: cómo ser respetuosa, mantener las amistades, ponernos en el lugar del otro.

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La semana pasada en la liga de Comodoro Rivadavia se vivió una situación especial que luego se viralizara en las redes sociales. En el precalentamiento del Universitario, su arquera Diana Gómez, de 35 años de edad, amamantaba a su hijo Uziel de tan solo 8 meses. “Mi bebé me cambió todo. Yo ya había sido mamá hace 18 años y esto fue como volver a empezar. Pero la vamos llevando bien. Las chicas me ayudan para que pueda entrar a jugar cuidándolo desde el banco”, dice Diana.

Y agrega: “Juego al Handball desde los 8 años. Y en Universitario hace seis. Soy refuerzo en los Nacionales, alterno el puesto con Maru, mi compañera. Me entendí bien desde el comienzo con las chicas. Valoramos la amistad. Nunca tuvimos grandes diferencias. Las chicas me ayudan mucho a sostenerme en el grupo, a que no me vaya por mis obligaciones de mamá. Priorizamos el amor al deporte y el sacrificio que hacemos para poder competir”.

“El handball es un cable a tierra en mi vida y más a esta edad, me ayudó a superar situaciones muy difíciles para mí. Yo paré unos años y al volver me di cuenta que este deporte lo es todo, que cada vez que agarro mi mochila y mis zapatillas para ir a entrenar, logro despejarme de todo”, concluye la arquera Gómez.

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“Yo estaba trabajando en la cocina de un evento cuando de pronto un amigo me preguntó por mi deporte preferido. Le conté que toda la vida había jugado al handball pero como hacía poco que había llegado a Caleta desde San Luis, aún no tenía equipo. Él me dijo, Andá a ver a esta persona. Fui. Y esa persona me contactó con el entrenador y encontré amigas y una familia”, asegura Bárbara Fernández.

Tiene 34 años. Llegó a Caleta Olivia a los 27. Estudia la Tecnicatura en Petróleo en la UNPA y también desarrolla un emprendimiento personal de repostería artística Lucite Conmigo. Por una lesión en su cervical no juega actualmente pero también afirma que “el handball es mi cable a tierra, lo que me mantiene en eje: necesito entrenar”.

Dentro del equipo, jugaba de lateral y extremo. En 2017 salvó las papas del fuego con un latigazo suyo sobre la hora a la salida de un tiro libre que mandó la final provincial con la Escuela Municipal de Gregores a tiempos extras. En el alargue el Universitario, ante un Gregores desmoralizado, obtuvo la victoria que le permitió quedarse con un cupo para participar en el torneo Regional.

“Fue el momento más glorioso de mi paso por el Universitario, fue perfecto por todo el contexto, por cómo estaba de lleno el gimnasio, y porque sirvió para clasificarnos. Inolvidable”, recuerda la puntana.

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Dicho a este cronista por todas sus compañeras, Nadia Domínguez y Valeria Luna son las máximas referentes del Club Universitario de Handball Femenino. Pertenecen a la vieja guardia pretoriana. De aquel grupo iniciático alentado por Nadia Quilogran, solo sobreviven las dos, junto con Flor Mancari, quien se incorporara posteriormente. Ambas saben que guardan el Arca de Noé del club y asumen el rol protagónico que les concede esa memoria. Se sienten deudoras de una disciplina deportiva a la que también sienten como “un cable a tierra”.

Al ser.consultadas, pusieron el foco en la falta de un espacio físico para poder entrenar: “Debemos viajar hacia Cañadón Seco todos los martes y viernes por las noches para poder hacerlo, y ese condicionante no nos permite sumar a un montón de chicas que nos contactan para ser parte de Universitario, pero que por falta de movilidad no se pueden incorporar al plantel”, dijo la armadora Domínguez.

“Sabés la cantidad de chicas a las que le podría ayudar el deporte a sacar sus vidas adelante, salir de la calle, no perderse, socializar con otras personas que las ayuden a ganar una disciplina saludable para sus vidas”, completó la idea Luna.

Y prosiguió: “Hemos hecho solicitudes a la Municipalidad pero la Secretaría de Deportes nunca nos dio una respuesta. Creo que el grupo no se merece ese gesto de indiferencia, porque la vigencia que ha conseguido durante años a la hora de competir, difícilmente se pueda comparar con algún otro grupo que practique una disciplina deportiva. Llevamos jugando a un nivel competitivo más de 10 años ya y no nos fue sencillo. Nosotras ponemos todo de nuestro lado para representar lo mejor posible a Caleta y siempre lo conseguimos”.

“El único vecino que ha tenido un gesto de desprendimiento para con nuestro club, fue el señor Arispe del Fútbol 5, que nos cobró a precio medio sus instalaciones para que podamos entrenar”, comentó Domínguez, ofuscada.

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Valeria Luna tiene 42 años, juega de defensa central, y por su rigor de centurión en la marca, da la idea de tener bajo arresto domiciliario a las delanteras contrarias. Por su entrega, se ha ganado el respeto de sus pares. Dice que “a este grupo nuevo, renovado, solo le falta ganar algo importante de manera urgente para volver a tener confianza”.

Consultada sobre hasta cuándo seguirá jugando, fue contundente entre lágrimas: “Hasta que mis piernas me lo permitan. Solo le pido a Dios que me deje cumplir un sueño más para mi vida: jugar al lado de mi sobrina Quime”.

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Por su parte, la central Nadia Domínguez agradeció al handball “la posibilidad de haber vuelto a reencontrarme con amigas muy queridas de mi tiempo de secundaria, porque cuando me tocó ser mamá muy joven, me aparté de mis afectos”.

A Domínguez le tocó derribar el prejuicio sobre si el-deporte-y-la-maternidad podían ir de la mano o si no. Por ese gesto parteaguas en la historia del club hoy es respetada por las chicas que no se inhiben de poder seguir entrenando o poder viajar para competir aún con sus hijos a cuestas: “Compartí junto a mi hijo esta pasión, y logré que él se apasione con el deporte. Durante diez años consecutivos viajé por todo el país con él, a mi lado. Estoy orgullosa de eso, mi hijo se quedó prendado del deporte y hoy estudia el profesorado de Educación Física y ya está en su 3ro año”, comentó la cerebral Domínguez.

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Decididas a continuar haciendo extensiva la Proclama de Heroicidad de la Deportista Amateurs, para Aldana Perea, Tania Vera, Jennifer Aburto, Tamara Cifuentes, María Eugenia Chaile, Mariela Sepulveda, Gisela Oropel, Diana Gómez, Anahí Vegara, Florentina Mancari, Nadia Domínguez y Valeria Luna, el partido final aún no ha terminado y solo piden pista para lanzar un contrataque más, que perfore de una vez el muro de indiferencia e ingratitud con que sienten que han sido tratadas todos estos años.

¡Que sea gol, muchachas!

      CALETA OLIVIA, 121: UN ASUNTO DE ÁNGELESA la 1.55 hs del martes 22,   carga su barra de potencia al 100%. Los casi...
31/12/2022



CALETA OLIVIA, 121: UN ASUNTO DE ÁNGELES

A la 1.55 hs del martes 22, carga su barra de potencia al 100%. Los casi 50 mil que tomaron el cantan bajo la lluvia ‘Universo paralelo’. La postal conmueve. Es un asunto de ángeles. Finalizado el hit de , la conclusión salta a la vista: lo consiguió otra vez. Está a no menos de media hora de cerrar con éxito un nuevo vía crucis de su pasión festiva; el que esta vez, a diferencia de otros, lo tuvo con-el-jesús-en-la-boca, implorando que no se le repita el cuadro dantesco de la de los Estudiantes, cuya polémica lo zarandeó de lo lindo, por el derecho y el revés. Ahora, en medio de los bises, el operativo de seguridad de más de 300 efectivos policiales tiende un cordón humano para orientar la desconcentración. Solo entonces, iniciada la retirada, se puede lo que hace dos horas era imposible: llegar al corazón de la ciudad.

Con el reloj en las 23.30, cualquier acceso deja al viandante a más de 50 metros de distancia, en línea recta, al paroxismo de la Fiesta, y de cara a la misión imposible de atravesar 30 mil almas a la redonda para poder entrar a la mesa chica de la conversación. Las casi 20 mil restantes se reparten, sueltas, en los alrededores, yendo y viniendo de un lado a otro. La conducción a cargo de Marcelo Romero y Lorena Turano repite a cada rato que “ésta es una noche récord”. Impresiona. Ciertamente. Hasta 2005, la ciudad tenía casi la misma población que la que ahora vibra con y que en un rato será bendecida por una garúa persistente durante todo el show de La Konga: 47 mil personas.

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En los años ’90, el corte abrupto de la producción petrolera frenó el crecimiento demográfico de Caleta y dejó las cosas en poco más de 30 mil habitantes. Por ese entonces, la composición étnica de la ciudad tenía el signo excluyente del genio norteño. De 10 caletenses, 7 pertenecían al , y de esos 7, casi 4 provenían de Catamarca. Esta hegemonía de los hijos de la Virgen Del Valle y Fray Mamerto Esquiú se había consolidado cuando, al llamado de esta tierra, el pueblo catucho le acercó andamios a la esperanza de una ciudad naciente.

En 1907 se había descubierto el petróleo en Comodoro Rivadavia. En consecuencia, en 1922 se fundó la empresa estatal , la que en 1925 implementó una política radical, orientada a reclutar trabajadores provenientes de las provincias del noroeste argentino (NOA) que no estuvieran contaminados con ideas de huelga o revolución.

Al respecto, en su libro Empresa Robledo: La historia de un sueño (2003), el historiador riojano Luis Taborda cuenta que “la experiencia traumática de los paros obreros que en 1919 habían paralizado las perforaciones, no debía repetirse”. “Por tanto, estaba vedada la posibilidad de incorporar personal de grandes centros urbanos (Buenos Aires, Córdoba, Rosario); lo que habilitaba la entrada de los hombres norteños a la petrolera nacional. Por caso, los que respondieron con mayor interés a la convocatoria fueron los catamarqueños, en especial los de , Fiambalá, y Pomán”.

Taborda continúa: “En 1944, se experimenta otra afluencia de catamarqueños hacia el sur, esta vez a causa del descubrimiento del petróleo en Cañadón Seco”. Ya para ese entonces, “las políticas laborales de se habían endurecido. Sin embargo, catamarqueños y riojanos seguían teniendo alguna ventaja por sobre el resto, ya que aún se suponía que no tenían mucha información sindical, que eran más bien dóciles y tradicionalistas, y que no estaban “contaminados” de las ideologías (socialistas, comunistas, anarquistas) que prevalecían en ese momento en la clase obrera, y además, se suponía que tenían condiciones para el trabajo rudo porque estaban acostumbrados a realizar tareas agrícolas pesadas y en la altura de la montaña; lo que, en la fantasía empresarial, trabajar sobre el nivel del mar y en un trabajo industrial, potenciaría su rendimiento”, cierra Taborda.

Hacia los años 80, la oleada de catamarqueños (tinogasteños y fiambalenses en su mayoría) se asentaría por lo general en Caleta Olivia, donde encontró condiciones óptimas para el desarrollo y bienestar, al punto de que representaba el 35% del total de sus habitantes, relegando al segundo plano a comunidades históricas como la española y la chilena.

Este fenómeno no hubiera sido posible sin el aporte de las empresas de transportes Ortiz y Robledo respectivamente, las que, desde 1970 en adelante, implementaron líneas directas para unir el trayecto Fiambalá/Tinogasta–Comodoro/Caleta. Así, se terminaba con una larga tradición de viajes en grandes autos, tipo taxis, que por lo general trasportaban solo a hombres. La gravitación de Ortiz y Robledo, favoreció el arribo a Caleta de muchas mujeres para poder emplearse en trabajos profesionales (docencia, salud, etc), de servicios (camareras, empleadas domésticas, comercio, etc), o bien para reencontrarse con sus hombres, afincarse en la ciudad costera y formar aquí una familia.

Ya en 2003, la asunción a la Presidencia del santacruceño Néstor reactivó las opciones laborales y favoreció un nuevo boom petrolero, que hacia 2007 había doblado el número histórico de la población de Caleta Oliva: la cuenta rondaba ya los 65 mil. Pero como una rémora de la memoria histórica, los años recientes no desdeñaron la relación entre Caleta y los pueblos catamarqueños: el transporte directo favoreció el vínculo sociocultural, el intercambio comercial y, por caso, el envío no solo de la correspondencia, sino también de remesas por parte de hombres y mujeres residentes en el sur que, por ejemplo en , las convertirían en un dinamizador para nada despreciable de su economía doméstica. Este último indicador social muestra a las claras la fuerte ligazón que se generó entre estas poblaciones durante todo ese fenómeno extraordinario de migración interna.

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La épica de afincar sueños en el sur no es solo un relato privativo de norteños. Allá lejos, a un poeta austríaco se le endilgó haber dicho que “la verdadera patria del hombre es la infancia”. Pues bien, hay una familia que se la pasó haciendo y deshaciendo maletas en los primeros años de sus niños. Una madre redibuja cada tanto la cartografía de su destino, pero siempre con dirección al sur. Acompaña a un hombre cuyo oficio de empleado bancario tiene por condición sine qua non plantar bandera en diferentes tierras hasta volver a los suyos hijos de todas partes o de ninguna.

El más pequeño de ellos aún no lo sabe, pero muchos años después en torno a él Caleta Olivia construirá ‘El mito del niño más veces visto en la historia de una ciudad’. Dirán de él haber sido su vecino en-el-barrio-los-pinos, aunque pensándolo mejor creo-que-fue-en-el-barrio-Parque; de haberlo visto de alumno en-la-escuela74-si-mal-no-recuerdo, aunque pensándolo mejor -ah-no-pará-fue-en-el-jardín11-creo.

Aquel niño, ya todo un hombre, se plantará ante 45 mil personas, en la tercera noche de la Fiesta de Caleta, el lunes 21, a las 00.45 hs, y recordará el día en que su madre lo llevara a conocer el Gorosito, entre lágrimas se quedará en silencio y luego recibirá por casi dos minutos el aplauso emocionado de un pueblo entero. Se llama Federico Pintos.

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Ahora, la misma multitud que se encolumna por las calles sin saber muy bien cómo estirar la noche hasta la hora del debut mundialista de la Selección Argentina, hace solo instantes rugía como un león hambriento pidiéndole a Cotillo o-konga-o-sangre-o-Konga-o-sangre.

Sobre el escenario, un hombre de 50 años al micrófono mira con azoro cómo la multitud comienza a desmembrarse y pide paz para sus cuatro costados. Jamás ha estado delante de tanta gente, que los nervios le hicieron meter más de cinco veces el latiguillo exitista de que “ésta es una noche récord”. Ahora su salmo debe evangelizar al máximo los instantes finales de la Fiesta para amansar a la fiera desenjaulada. Lo sabe hacer muy bien. Tiene orígenes humildes y conoce los pliegues de la vida popular. Se llama Marcelo Del Valle Romero. Nació en Córdoba. Pasó su infancia en Caleta. Vivió su mocedad en Tinogasta y retornó aquí hace 15 años. En su estadía catamarqueña, fue lugarteniente del historiador Luis Taborda, con quien cultivó el placer de fundar medios de comunicación, inquietud que se trajo a Caleta, cuando a su regreso ideó el portal LVdS junto con el camarógrafo Alcides Quiroga.

Romero, que fue director, editor, corresponsal de diario, se reconoce como hombre de la locución: “Desde siempre preferí el calor inmediato del oyente (en la radio) o del público (en los escenario). Me formé como locutor en Tinogasta y en Córdoba”. “Luché contra muchas cosas, pasé crisis económicas nacionales y mundiales en un micrófono de radio. Conté cosas de pueblo y de mundo. La locución fue refugio ante la necesidad y las vicisitudes de la vida”, asegura Romero, minutos antes de mandar a sus casas a la familia caletense.

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Sobre la Eva Perón, los cuerpos apiñados contra el escenario para ‘Universo paralelo’ se desmadran ahora como hojas de otoño, bajo la consigna de apurar el paso para hacerse del remanente de choripanes que se recalienta en los carritos ubicados sobre la E69, a esta hora final de la noche.

En medio de la fumata blanca, modo-habemus-papam, hay no un hippie con OSDE, falso profeta del asado, sino un parrillero en serio: un gordo sudado con un fernet con hielo en la mano que sabe cómo asar carnes. Se pasó los últimos seis meses preparando un carrito de comidas para poder trabajar en la Fiesta junto con su madre e hijos en un emprendimiento familiar:

Se llama Nelson Javier Vivanco. Pero toda la ciudad lo conoce como el ‘Polilla’. La polémica en torno a las fuentes de su alias tiene dos terminales: una, que fue por la calidad de su fútbol, similar a la del ex delantero uruguayo de River, Rubén ‘Polillita’ Da Silva; otra, que fue porque de chico se comía los puños de sus pulóveres.

Polilla cumplirá 39 años la próxima Navidad. Su mamá es Estela Quiroga. Con ella trabajó todas estas noches. Doña Estela fue una soberana, reina de los estudiantes en Fiambalá, , donde conoció a Lucho, su compañero de vida y padre de sus cinco hijos, con quien, a comienzo de los años 80, se radicó en Caleta Olivia. A Lucho lo perdió en la pandemia y, desde aquel tiempo a esta parte, sus hijos tratan “de incluirla en todos nuestros proyectos para apuntalarla, para no dejarla caer, porque a veces la notamos muy triste”, comenta Polilla, mientras despacha a clientes amigos que vieron sus publicaciones en sus redes y pasan a saludarlo y a comprarle un sanramón o un choripán.

Polilla es un buen vecino. Se ha hecho querer de todos en todos los ámbitos en que se moviera. Vivió en Los Pinos, San Martín y Bicentenario, donde para Navidad se calzaba el traje de Papá Noel y salía a repartir juguetes y golosinas para los chicos de su barrio. Fue a la Primaria 29 y a las Secundarias 22 y 27. Trabajó en áreas de la como Tránsito, Urbano y Telefónica. Su cosecha de afectos concretos se podría medir de igual a igual con la virtual de cualquier instagramero exitoso.

A comienzos de siglo, con solo 15 años debutó en la Primera División del Club donde consiguió un Tricampeonato junto con una constelación de jugadores irrepetibles en la historia del Cuervo. “Tuve la fortuna de hacerme grandes amigos y jugar con chicos extraordinarios como Iván Garrido, el Chato Ayala, Hernán Melitele, el Ñato Ontivero, Julito Ramírez, Iván Paillán, David Perotti, el Bocha Manríquez, Mauro Zacarías, el Guari Martínez, Julio Martel”, evoca mientras arma un-corte-mariposa.

Polilla, con la pelota al pie, era un aventurero solitario, soltado de la mano de dios: una verdadera aplanadora que en-modo-gordo-ronaldo entregó notas de un fútbol arrollador en su fugaz paso por las canchas de Caleta. “No pude seguir jugando por las lesiones que me persiguieron desde muy chico y luego las responsabilidades del trabajo, la familia, me fueron alejando del fútbol, hasta que un día ya no quise saber nada”, se lamenta.

Con relación al trabajo en el carrito en las noches de Fiesta, Polilla hizo su balance a favor: “Gracias a dios, las ventas anduvieron re bien en estos días, no nos podemos quejar, todas las noches nos quedamos sin provisiones, así que felices, vendimos mucho, remontamos bastante el domingo y lunes, el sábado promediamos, ya que el viernes todos fuimos un desastre: no se vendió nada”.

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En efecto, tanto el paseo gastronómico como el de cervecería artesanal funcionaron a pleno desde el viernes 18. Pero esa noche arreció un viento frío que provocó una estampida a la tercera o cuarta canción de Los Tekis, la agrupación jujeña que en ningún momento pudo conectar del todo con Caleta. Tanto es así que hacia el final de su actuación muy pocos conservaban el entusiasmo con que se los vivara al salir a escena.

Ese viernes, todo había comenzado a la inversa, con temperaturas cálidas durante gran parte del día y con la frescura de ese talismán que es Camila Pinto, quien tuvo a su cargo el estreno de la Fiesta al subir a tablas cerca de las 20.30 hs. De inmediato, Camila se despachó con la chacarera El Olvidao del Duende Garnica; todo un mensaje explícito para saber de qué va la arcilla de su canto.

tiene 19 años. Nació el 6 de septiembre de 2003, en Caleta Olivia. Es la única hija del matrimonio de Silvia García y Eduardo Pintos. Se pasó toda su vida en el barrio César Campos. Hizo su Primaria en la Escuela 74 y su Secundaria en Lugones. Actualmente estudia Medicina en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y trabaja en Koluel Kayke dando clases de violín. Sus inicios en la música se dieron junto con el profesor Raúl Bertellys, a sus 11 años, cuando empezó a estudiar guitarra en la Unión Vecinal del barrio Güemes. Más tarde, inició estudios de violín en la Orquesta Típica de Tango del .

Desde muy chica, Camila se metió en el corazón de mucha gente ya que fue una carta comodín para actuar en infinidad de ocasiones tanto en actos escolares como en eventos solidarios. Su desenvolvimiento en la esfera artística y púbica le valió el reconocimiento en cuatro Juegos Evitas donde representó con creces a esta ciudad. En enero del próximo año hará lo mismo en el Pre Cosquín, el certamen eliminatorio para ganarse un boleto al escenario mayor Atahualpa Yupanqui de la Plaza Próspero Molina.

En la noche del viernes 18, en la Apertura de la Fiesta, Camila actuó acompañada de su novio, el violinista Elías Fernández; juntos conforman una verdadera mancuerna de talento musical, una experiencia sonora atravesada por sus emociones recíprocas, que mantuvo expectante al público reunido a espaldas del Gorosito en esa noche mesurada, con una asistencia media que daba lugar al paseo por entre las carpas instaladas sobre las laterales Lisandro de la Torre y Senador Almendra donde artesanos y manualeros pudieron exponer sus trabajos.

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Se llama Agostina Cruz. Tiene 32 años. Nació en Comodoro pero se pasó toda su vida en Caleta. Es Diseñadora de Indumentaria y Textil. Hace solo tres meses inauguró , un showroom de deco-hogar, en la calle Progreso López 428, que trasplantó a un estand para estos cuatro días de Fiesta. Ella es ‘La señora de las lanas’, el mote que adosa a sus amigurumis, sus muñequitos tejidos en crochet, que son la vedette de su emprendimiento. Dícese que regalar un amigurumis es entregar un alma compañera, con una proposición desiderativa de dicha y prosperidad. Los muñequitos son una tendencia japonesa. De hecho, el término ‘amigurumis’ está compuesto por el acrónimo oriental ‘ami’ que significa "tejido"; y el ‘nuigurumi’, "muñeco de peluche".

“Tejo desde la infancia. Pero lo de los amigurumis comienza como hobbie en el 2016. Trabajaba a full en una oficina y necesitaba una actividad manual para despejar mi cabeza y, sin querer, el tejido tomó color de emprendimiento en 2018. Con mucho esfuerzo, hace tres meses pude abrir mi showroom”, comenta Agostina. “Epifanía del Alma es un lugar de cositas lindas, variedad para regalos, detalles, tanto para fechas especiales como para decorar el lugar de uno mismo”, agrega.

Consultada sobre su experiencia como expositora en la Fiesta, dice: “El haber quedado seleccionada entre tantos artesanos y manualeros, ya fue un reconocimiento”. “Entre los feriantes hubo muy buena onda, de verdad, nadie fue competencia, nos ayudamos mucho mutuamente: un enchufe, un mate, convidar comida, cuidar un ratito el puesto vecino... Me gustó presentarme, hacer sociales, dar a conocer mi producto, ver la cara de sorpresa de los clientes que se llevaban no sólo un producto de calidad, sino que también una buena presentación (bolsita, moño, tarjetita). En fin, recibí mucho cariño de la gente, halagos y felicitaciones”, comenta con satisfacción.

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A las 2.15 hs, la Fiesta que fuera in crescendo a medida que pasaran los días, hasta este martes total en que un pueblo pletórico despide los festejos por sus 121 años, ha concluido en paz. Se terminó. Aquí no queda más nada. Será hasta cuando amanezca un día y sea otra vez noviembre y 20 también.

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Caleta Olivia
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