12/10/2024
MEMORIA DE UNA TIERRA
Por Daniela Lasalandra para @[100063777991023:2048:El http://xn--furgn-3ta.ar/]
A partir del 2010, nuestro país decidió modificar la denominación del 12 de octubre en tanto “Día de la raza” por “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” en pos de promover la reflexión histórica y de algún modo, el reconocimiento o la visibilización de los pueblos originarios. Sin embargo, teniendo en cuenta el devenir de sucesos desde aquel año hasta aquí en lo que refiere al reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales de las comunidades indígenas, y a la luz de la actual coyuntura política, cabe preguntarse si aquella modificación de la efeméride, necesaria sin duda, posibilitó efectivamente el diálogo intercultural y la ampliación de derechos históricamente negados, o, por el contrario, quedamos atrapados en cierta exotización de lo diverso.
Para intentar desentramar esta cuestión es preciso retomar el contexto de surgimiento de América Latina, en tanto imprescindible, para la construcción del sistema mundo capitalista. Es decir, la conquista de América en 1492 determinó el origen de la modernidad como concepto, la creación de la entidad geopolítica y social “América” y la consagración de Europa como centro hegemónico del colonialismo. De este modo, América aportó los elementos cruciales para un sistema capitalista en expansión: espacio geográfico y fuerza de trabajo indígena yde africanos esclavizados transformados ambos en una violenta maquinaria de extracción y acumulación de capital. Es entonces a través de la creación del concepto de raza, en palabras de Aníbal Quijano “el más eficaz instrumento de dominación social inventado en los últimos 500 años”, que el capitalismo logra mantener la fuerza de trabajo jerarquizada, racializada y productiva. La reproducción y la permanencia de estas estructuras etnificadas a lo largo del tiempo, es eficaz porque los actores sociales han internalizado esas estructuras mediante diversos dispositivos de poder, uno de ellos lo aporta la invención del término “raza”.
Ahora bien, teniendo en cuenta que la idea de raza impuso un criterio de clasificación de la población mundial y que, además, se trata de una noción lo suficientemente flexible como para operar de acuerdo con los diferentes contextos espacio temporales es, sin duda, necesario el cambio de denominación de la efeméride. Sin embargo, sabemos que la colonialidad interviene precisamente más allá de las normativas y de los enunciados, y esto es así porque aquel ordenamiento posibilitó determinadas configuraciones de poder que incidieron en los procesos democráticos y de conformación de los estados nacionales. Si pensamos cómo se traduce ese dispositivo al interior del Estado Nación argentino en tiempos de su conformación, observamos un pretendido proceso de “blanqueamiento” de la población a través de la creación de un imaginario colectivo que invisibiliza nuestros verdaderos orígenes. Paralelamente, se incentivó la inmigración europea reforzando el ideario en esa dirección. La narrativa nacional se conformó entonces en torno al mito según el cual los argentinos descendemos de los barcos europeos, ocultando a la población originaria y afrodescendiente de nuestra identidad nacional.
Así, sumidos en un ordenamiento del mundo que jerarquiza las culturas consideradas “otras”, los pueblos del Sur pretendemos mirarnos en el espejo cognitivo del Norte, atrapados en este acontecimiento fundante o mito del descubrimiento de América.
En palabras del filósofo Enrique Dussel, con la llegada de Cristóbal Colón se establece el primer momento de ocultamiento del “otro” para luego reconfigurarlo en un “otro” despojado de sí mismo y cubierto de nuevos significados. Es decir, que ese instante inicial supone la negación en tanto Otro y a la vez su encubrimiento. El encuentro del europeo con el habitante de América establece así un ocultamiento violento del otro e inicia la conformación de la subjetividad moderna que será reformulada y resignificada en los diferentes contextos nacionales, pero siempre asistida por la necesidad de sostener el ordenamiento eurocentrado. De esta forma, América, Asia y África se insertarán en el sistema mundo en tanto otredad dependiente y sujeta al modo de desarrollo impuesto por el poder central, perpetrando el aniquilamiento sistemático de los pueblos. América no fue descubierta sino interpretada por el colonizador, inventada de una manera específica.
Si pretendemos avanzar más allá de los enunciados y abandonar así el enmascaramiento propio de los discursos multiculturalistas, es necesario despojarnos tanto de los rótulos que exotizan lo considerado diverso, así como también de los reconocimientos esencialistas.
Las diversidades, por el contrario, exigen fundamentalmente su dimensión política en tanto propuesta de mundo alternativo, lo cual supone distribuir la palabra y poder pensarnos sin esencialismos identitarios. El colonialismo y la colonialidad, inhiben la posibilidad de un discurso propio, ya sea negando nuestros orígenes o tergiversándolos mediante un ideario purista que inventa un mestizaje sin memoria. Por eso es muy importante despojar nuestro lenguaje de los términos del colonizador, tal como ocurrió con la efeméride del “Día de la raza”. Sin duda, este hecho significó un avance en cuanto al reconocimiento, la visibilización y el respeto por las comunidades originarias. Ahora bien, la historia de nuestro pueblo reclama radicalizar y alojar nuestra diversidad, descolonizar el imaginario social, y sobre todo, avanzar por fin en una verdadera educación pluricultural y en la defensa de los derechos sociales, económicos y culturales de las comunidades originarias.
Publicada en: https://www.elfurgon.ar/2024/10/12/memoria-de-una-tierra/